Persecución provechosa
Recuperado del cansancio que le privó de la final, Sergi Escobar atrapa el bronce
Sergi Escobar no perdonó. El campeón de persecución en los recientes Mundiales de Melbourne logró el bronce olímpico. "Me recuperaré. La final es por la tarde. Tengo toda la mañana para soltar, para dormir, para comer y ya está", había dicho, relajado,tras quedarse fuera de la final el viernes por no haberse recuperado en las dos horas entre la primera serie y los cuartos de final, con espera en el control antidopaje incluida. Estaba muy seguro de que su calidad, en condiciones físicas normales, se impondría al segundo británico, Rob Hayles. El primero, Bradley Wiggins, se merendó en la final al australiano Brad McGee.
Parecían dos triunfos esperados y no hubo sorpresas. Hayles bastante había hecho con meterse en la lucha por el tercer puesto del podio. Escobar era una plata en potencia y lo demostró con el segundo mejor tiempo nuevamente, tras Wiggins: 4m 17,947s frente a 4m 16,304s. Aunque la persecución es por parejas, los tiempos son los que mandan siempre. Sólo cuando, sin fuerzas, se fue a 4m 19,581s en los cuartos del día anterior, perdió el español un peldaño. Pero había asombrado con sus 4m 16,682s de la serie, tras los 4m 15,165s del británico. No se podía reservar porque se exponía a quedarse fuera de los cuartos. Pero tal vez una exhibición menor le habría servido para guardar fuerzas después. En cualquier caso, ya es historia y él, aun lamentándose por no haberse metido en la final, estaba contento con su medalla y con su tiempo, récord de España por más de tres segundos. Y, de no ganar al intratable Wiggins, una medalla es una medalla.
"Todo el mundo me pregunta si soy profesional, y yo digo: 'No; debo de ser el único"
Ayer, ante Hayles, siempre fue por delante y al final le arrolló por casi cinco segundos. En el primer kilómetro de los cuatro de la prueba ya le sacaba casi un segundo: 0,888s. Según es habitual en él, empezó muy fuerte y fue aumentando su ventaja. Casi medio segundo por los 250 metros de cada vuelta hasta tener 2,179s en los 2.000. En el tercer kilómetro bajó un poco el ritmo, pero siguió subiendo su margen hasta los 2,303s en los 2.750 metros. Sólo en el paso de los 3.000 empezó a reaccionar el británico, que bajó la diferencia en dos vueltas a 2,134s y 2,023s. A falta de 750 metros, en el fatídico último kilómetro del día anterior, que se le había atragantado, se produjo el único momento peligroso. ¿Se volvería a hundir? ¿Tendría fuerzas? ¿No se habría recuperado como decía?
La respuesta a esas preguntas se dio en menos de 20 segundos, en la siguiente vuelta. Escobar volvió a pasar por su línea de salida con 2,423s, su mayor diferencia. El británico había dado ya todo y a él aún le quedaban fuerzas, apretando los dientes que se le veían entre su bigote y la perilla. Hayles lo dio ya todo por perdido y se descolgó hasta 2,993s, casi 3s, en la penúltima vuelta, preludio de los cinco definitivos.
Escobar no estaba nervioso y se le notó. Es su carácter. "Hay que afrontarlo y seguir con la rutina de siempre: soltar, comer, dormir, descansar, masaje y nada especial", decía antes de la prueba. Su único problema era la recuperación y la consiguió. Esperaba hacer un tiempo similar al mejor anterior y no se equivocó. No creía que Hayles mejorase. Lo veía muy duro, pero posible. "Hay que ir a muerte", comentó. Y lo cumplió. El viernes las piernas no le daban más; ayer, sí.
Tiene 29 años y aún espera estar en Pekín 2008. Sólo lleva seis en el ciclismo porque empezó tarde y se conforma con las becas que recibe y que le permitirán casarse próximamente con Neus. Pero siempre echa de menos el "otro ciclismo". "Todo el mundo me pregunta si soy profesional y yo digo: 'No; debo de ser el único'. Bartko es de Rabobank; McGee, de La Française des Jeux... Cuando veo a McGee ganar una contrarreloj en el Giro, me da un poco de rabia, pero hay que apechugar. No me llaman y eso depende de los de arriba. ¿Qué puedo hacer yo? Pues también digo: 'Ganar más carreras y ya está". Ganó todas las contrarreloj de amateurs y está en la cumbre de la pista. Tiene el cartel de libre para todo: olímpico y profesional.
En la otra final de ayer, la de velocidad por equipos sobre tres vueltas, el equipo español cayó en los octavos de final ante Australia, que después perdió el bronce con Francia. Ya en la primera serie de las eliminatorias, España cayó ante Alemania, a la postre campeona sobre Japón, pero Salvador Meliá, el que lanzó la primera vuelta; José Escuredo, la segunda, y José Villanueva, que terminó la tercera, dieron esperanzas porque hicieron el cuarto mejor tiempo: 44,452s. Si ganaban su cuarto de final siguiente con ese puesto disputarían al menos el bronce como había hecho Escobar en persecución. Perdieron e hicieron 44,687s.
Ni los australianos, con 44,220s, ni los franceses, que ganaron a Grecia fácilmente, 44,128s, lograron meterse en la final, que les quitó un coordinado Japón, 44,081s. Bajar de los 44s sólo estaba reservado a los alemanes, que rompieron en los cuartos de final y la final: 43,955s y 43,980s.
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