Competitivas

El baloncesto perdió su inmaculado registro, pero ni un ápice de su consideración. Su versión femenina tuvo que claudicar ante la incuestionable superioridad de Estados Unidos, futura medalla de oro, salvo sorpresa mayúscula. Pero, a diferencia de los anteriores compromisos, las norteamericanas tuvieron que bajarse a la arena y dejar las exhibiciones que estaban realizando para otra ocasión. Terminaron ganando porque cuentan con mejores argumentos, sobre todo en el apartado físico, pero durante casi 30 minutos se encontraron con un hueso muy duro de roer. España ha sido el primer equipo que les ha plantado cara, mirándolas de frente y haciéndolas sudar, lo que habla por sí solo de su carácter. Llegaron a Atenas sin entrar en los pronósticos, como si la clasificación hubiese colmado sus expectativas. Basta verlas un rato en acción para darse cuenta de que el verbo colmar está lejos de su vocabulario. Ni siquiera su segura segunda posición en el grupo pareció serles suficiente y fueron desde el primer minuto a buscar a las estrellas norteamericanas.
Para explicar la diferencia que existe entre Estados Unidos y el resto del mundo femenino basta con decir que se encuentra más o menos donde estaba el masculino antes de la degradación de la marca dream team. La diferencia es grande y resulta palpable en una cuestión fundamental: la velocidad. Se mueven, corren, saltan y defienden con una intensidad que no tiene comparación y su superioridad la asientan en aspectos del juego en los que esta característica resulta primordial. Son rapidísimas moviendo piernas y manos, lo que les permitió ejercer una constante presión sobre las jugadoras españolas que tuvieron que zafarse como podían. Lo consiguieron durante casi tres cuartos, pero tamaño esfuerzo terminó agotando su emocionante resistencia. Cuando llega el cansancio, al que te lleva tener que emplearte a fondo para poder estar a la altura que te exigen las jugadoras norteamericanas, se nubla la mente. La lucha sin cuartel que planteó el equipo español terminó pasando factura. Se perdieron balones, no se encontraban buenas posiciones de tiro y, como durante todo el partido, coger un rebote era todo un mundo.
Resultado aparte, España demostró su carácter competidor. Porque ser competitivo es mirar de frente a todo el mundo, obligar a que te ganen porque son mejores, no por el peso de la camiseta; no asustarse de nada ni de nadie e irse al vestuario sin dejar nada en el tintero. Ésta es la forma de actuar de la España de Palau, Valdemoro, Fernández o Cebrián, la plusmarquista en internacionalidades que se fajó con Leslie, una gacela alta y fibrosa que resultó letal. Todas ellas se midieron sin temor a jugadoras excelentes. En ese espíritu inconformista, en ese gusto por plantar cara a las mejores, reposan buena parte de las esperanzas que ha ido creando, actuación tras actuación, un grupo que merece nuestra atención.
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