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Crónica:Ciencia recreativa
Crónica
Texto informativo con interpretación

La nota al margen

Javier Sampedro

Francis Crick, el genio que descubrió la doble hélice del ADN y descifró el lenguaje secreto de la genética, murió a finales del mes pasado. Todos los periódicos del mundo le despedimos con amplitud, como era de justicia, pero hay una cosa que ninguno sabíamos. La revela hoy uno de sus amigos más cercanos durante medio siglo, Leslie Orgel, un científico especializado en el origen de la vida. Hacia el final del obituario que le dedica a su gran amigo, Orgel escribe (Science, 20 de agosto):

"Los últimos meses de la vida de Francis fueron muy llamativos. Tenía graves molestias por la quimioterapia, y a veces la mente ralentizada por los analgésicos, pero, sabiendo que le quedaba poco tiempo, se concentró por completo en su trabajo. Se interesó en el papel que una oscura parte del cerebro, el claustro, podía tener en la consciencia humana. La última vez que hablamos de ciencia, dos semanas antes de su muerte, estaba excitado como un niño por un par de ideas que se le habían ocurrido al respecto. El último día de su vida lo pasó corrigiendo su manuscrito sobre el claustro y la consciencia".

Tiene gracia. ¿No les recuerda al famoso episodio del teorema de Fermat? En 1673, el matemático francés Pierre de Fermat tomó de la estantería su ejemplar de la Aritmética de Diofanto y escribió en el margen: "He descubierto una demostración verdaderamente notable, pero no cabe en este margen". Se refería al teorema, viejo pero no probado, de que dos números naturales elevados a n no pueden sumar otro número natural elevado a n cuando n es mayor que dos. (Si n=2 sí pueden; por ejemplo, 3 al cuadrado más 4 al cuadrado da 5 al cuadrado). La nota al margen de Fermat trajo de cabeza a los matemáticos de todo el mundo durante más de tres siglos, y el teorema no pudo demostrarse hasta 1995, cuando el británico Andrew Wiles dio con una demostración de gran complejidad. Fermat tenía razón: la demostración no hubiera cabido en el margen, ni en todo el libro.

¿Habrá descubierto Crick que la clave de la consciencia humana está en esa oscura estructura cerebral llamada claustro? ¿Le dio tiempo a exponer su teoría en el manuscrito que estaba preparando, o se llevó su secreto a la tumba como Fermat? Sería terrible, porque quizá hagan falta otros tres siglos para recuperar esa verdad profunda que sólo existió fugazmente en la mente de un genio.

¿Qué habría visto Crick en el claustro? Revisar la literatura técnica no ayuda mucho. Lo último que se sabe de ese minúsculo grumo cerebral es que parece estar muy directamente implicado en la excitación sexual masculina. Jerome Redoute y su equipo del Centro de Estudios por Emisión de Positrones de Lyón descubrieron hace cuatro años que el claustro es la principal región cerebral que se enciende cuando a un hombre se le enseña una foto cargadita. Cuanto más excitado está el voluntario (según se puede comprobar por otros métodos), más se activan los circuitos del claustro. ¿Seguro que ahí está la clave de la consciencia? ¿Qué se traía entre manos el viejo Crick?

Ayer le pedí a Orgel el manuscrito sobre el claustro que Crick estaba corrigiendo cuando murió. Si me lo manda, prometo compartir con ustedes el secreto de la existencia humana (a menos que sea demasiado verde para contarlo en un periódico). Entretanto, y para recordarles que las ideas de Crick nunca se deben tomar a risa, les dejo con el recuerdo de su amigo: "Viendo a Crick en acción, siempre me maravilló su habilidad para envolver con la mente un grupo de hechos dispares y contradictorios hasta forzarles a ordenarse en muy poco tiempo. Parecía saber instintivamente qué hechos había que tomar en serio y cuáles era mejor ignorar".

Manda ese manuscrito, Orgel.

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