La virtud del valor
Tras una serie que Jesulín instrumentó al cuarto toro le dio la espalda y éste, que era listo, se le fue encima como un tren y lo mandó por los aires. Volvió a cornearlo un par de veces en el suelo y lo echó a volar otra. A la plaza se le hizo un nudo y todo parecía muy feo; Finito cogió los trastos y cuando iba a matar al toro, avisaron de la enfermería: Jesulín salió en camisa y con unos pantalones verdes de quirófano, toreó por derechazos a su enemigo y tuvo arrestos para matarlo con evidente dolor y dificultad.
En estos tiempos en que se rinde culto al icono de la etiqueta comercial y predomina la apariencia sobre lo real, posiblemente una reacción tan de hombre esté fuera de lo normal, es más, a lo mejor por eso la crisis de los toros es tan evidente.
Torero, Domecq / Jesulín, Finito, Jiménez
Cuatro toros de El Torero, 2º y 6º de Salvador Domecq, mansos y difíciles, excepto el 3º, bravo. Jesulín: estocada desprendida (ovación); tres pinchazos, estocada (ovación). Finito: estocada trasera (oreja); tres pinchazos -aviso- (ovación). Jiménez: estocada caída (oreja); dos pinchazos, estocada (ovación). Plaza de La Malagueta, 19 de agosto, 8ª de feria. Tres cuartos de entrada.
Los toros tienen, a veces, un sabor antiguo, un sabor a autenticidad, a pesar de todos los pesares y son esos valores los que nos permiten defenderlos. Jesulín estuvo por encima de lo exigible y demostró un valor excepcional.
Finito de Córdoba, feble en otras ocasiones, ayer estuvo hecho un torero, y eso que le cupieron en desgracia dos toros difíciles. El primero era un manso grandullón y destacó el poder del torero, que no le permitió irse a la querencia, lo toreó muy bien por bajo y le hizo una faena bajando siempre la mano y sin un solo gesto de más. El quite al natural fue extraordinario y en algunos momentos su actitud nos mostró un compendio de la historia del toreo, añejo y soberano.
En el quinto, que a la mansedumbre unía una media arrancada de difícil admisión, Finito de administró una faena de series cortas, pero intensas, que supieron muy bien por la firmeza, el cruce y la capacidad de sacar todo lo que tenía el toro y algo más.
El mejor César Jiménez toreó con quietud y prestancia por el lado derecho, destacando una serie de redondos de rodillas y la distancia amplia que siempre dio a su enemigo. La faena careció casi de la mano izquierda y fue coronada con una estocada baja.
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