Los demás
Fue la noche de los demás. El equipo de Gasol y Navarro cambió de nombres de referencia y se convirtió por una noche en el de Calderón, Garbajosa, De la Fuente e Iturbe, cuarteto estelar y decisivo para doblegar a Argentina, todo un subcampeón del mundo e inmejorable referencia para medir la valía de España. Cuando peor estaban las cosas, con Navarro fuera de juego y Gasol sufriendo la habitual vigilancia, surgieron estos cuatro jugadores habitualmente silenciosos, trabajadores e inteligentes, para hacer la lectura conveniente de lo que estaba pasando y que decía a las claras que el equipo español necesitaba una mayor producción ofensiva de su segundo escuadrón. Comenzó De la Fuente. Después de unos dubitativos primeros minutos, mutó al reconocible de los últimos tiempos en el Barça, un hombre que, además de sus incuestionables valores defensivos, sabe sacar provecho de una muñeca que merece mayor protagonismo que el que a veces recibe o él mismo le otorga. Cazó un triple y fue como una ráfaga de aire que alejó de golpe y porrazo el nubarrón mental en el que España habitaba desde su buena puesta en escena. En el instante preciso, los últimos compases del tercer tiempo, Mario Pesquera dio con el quinteto y la forma de juego precisa. Calderón al mando, tres jugadores intercambiables abriendo mucho la cancha y por la zona Gasol con espacio. Al triple de De la Fuente se le unieron otro suyo y varios de sus dos gemelos, Garbajosa e Iturbe, y España dio un golpe en la mesa definitivo.
Hasta entonces, Scola era el hombre de un partido que a ratos parecía de la ACB, tal era la cantidad de jugadores que habitan en nuestra Liga. El argentino dio todo un curso de cómo se debe mover un pívot bajo. Tiene un gran juego de pies, sabe buscar el hueco como nadie -"otra vez está solo", decían en la tele- y su tiro corto, sobre todo desde el lateral, es muy efectivo. Nadie ni nada supo o pudo evitar el constante goteo de sus puntos y, si no llega a ser por el paso adelante dado por los secundarios de lujo de nuestra selección, los honores y el reconocimiento se los habría llevado el pívot del Tau. De la gran estrella argentina, el nba Ginobili, pocas noticias hubo salvo alguna canasta marca de la casa. Fue bien vigilado -hasta para eso tuvo tiempo De la Fuente- y nunca logró tener una gran influencia en el juego. Bueno, tuvo bastante que ver en la salida del partido de Navarro, que no cogió la onda en toda la noche.
La victoria deja todo un rastro de magníficas sensaciones. Argentina era como la prueba del algodón después de una preparación puesta en cuarentena por el hecho de hacerla toda ella bajo el amparo del público a favor. Resultó plenamente satisfactoria, por lo que mostró y por las enseñanzas que dejó para el futuro. España es algo más que Gasol y Navarro y así debe ser si se quieren alcanzar esos objetivos que ya nadie duda de que están a su alcance. Euforias aparte, no hay que olvidar que todo esto no deja de ser una preparación para los cruces, a los que el equipo, sus jugadores y los mecanismos de actuación deben llegar perfectamente rodados.
Tener en onda al mayor número de jugadores otorgará mayores posibilidades de estar vacunados contra días malos de alguno de ellos. El gran partido de Calderón debe convencerle de que su papel no puede limitarse a dirigir el tráfico y el trío que nos aupó a la victoria es toda una bendición a la que sería imperdonable no sacarle el mayor provecho posible. Hay equipo, hay jugadores, hay futuro. Sigamos soñando.
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