Marido para todo
González Arrieta dirige a su mujer, Joane Somarriba; le acompaña en los entrenamientos, le hace de 'liebre', es su paño de lágrimas...
Pocas barreras pueden frenar el amor. Ni siquiera las estrictas, rígidas, tremendas medidas de seguridad que rodean la Villa Olímpica y que convierten cada visita al alojamiento de los deportistas en una epopeya de controles superados. Un afán cotidiano para cualquier persona acreditada, pero no para Ramontxu. "Yo conozco un atajo. Me meto por allí con mi coche, que no tiene acreditación, y llego casi hasta la puerta. Entonces doy un telefonazo a Joane para que salga. Y así nos vemos, casi a escondidas, como dos tortolitos".
Ramontxu es González Arrieta y fue un buen ciclista profesional. Ganó una Clásica de los Alpes y trabajó para Miguel Induráin cuando el navarro ganó su quinto Tour. Joane es Joane Somarriba, la ciclista vizcaína que ha sacrificado todo el año para intentar conseguir mañana una medalla en la contrarreloj. Ramontxu es el marido de Joane, pero además es su director, su técnico, su compañero de entrenamientos, su paño de lágrimas, su chófer, su liebre, su chico para todo. "Estamos juntos las 24 horas del día", dice Ramontxu, que sufre la lejanía que impone la rigidez olímpica y que sólo ha encontrado habitación en un hotel a 100 kilómetros de Atenas, distancia que recorre dos veces al día. "Todos los amigos nos dicen que es imposible que no haya roces, que pocos matrimonios aguantan tantas horas juntas. Pero... nada. Nosotros, ni un problema. Todo depende del carácter de las personas. Y Joane necesita compañía".
"Estamos juntos las 24 horas del día y... ni un problema. Todo depende del carácter de cada uno"
Debe de ser cosa de la bicicleta también. Matt White, un ciclista australiano del Cofidis, cogió un avión para Sidney tras la carrera del sábado. Allí se quitó el maillot y se puso la gorra de técnico para dirigir los entrenamientos de su mujer, la atleta Jane Saville, una de las favoritas en marcha. Y dentro de cinco días, de vuelta a Atenas.
Ramontxu no tiene ese problema. No tiene que intentar combinar sus competiciones con las de su pareja. "Cuando colgué la bicicleta, en diciembre de 2001, en vez de montar un negocio, decidí volcarme con ella", dice Ramontxu; "Joane tiene unas cualidades increíbles, un gran talento para el ciclismo, que hay que aprovechar. No es lo mismo tener que luchar sola en un mundo tan duro que estar acompañada. Y ella tiene en mí un gran apoyo".
Joane y Ramontxu tienen una casa en Gatika, junto al aeropuerto de Sondika. Apenas la pisan. "En los últimos tres meses hemos estado 20 días en ella", dice Ramontxu; "hemos estado en el Giro de Italia y, sobre todo, en el hotel Pasadoiro, en Navacerrada, que es nuestra segunda casa. Sus dueños son como nuestros padres".
Allí, las últimas semanas, después de un Giro al que acudió sin expectativas -"sacrificó todo por los Juegos",, recuerda su esposo-, Joane ha dado los últimos toques a su preparación. Allí se ha vestido Ramontxu de corto y la ha acompañado en todas sus salidas en bicicleta -"de cuatro o cinco horas, y menos mal que después de colgar la bicicleta no he parado porque, si no, no la aguantaría", comenta con admiración-. Después ha cogido el volante para las sesiones de bicicleta tras coche por los falsos llanos entre Navacerrada y Cotos y por las llanuras de La Granja y Torrecaballeros.
Ramontxu tiene 36 años y Joane 32. "Su cuñada y su hermana están embarazadas, y no hay día que no me recuerde que quiere tener un hijo", dice el ex corredor del Banesto; "y... sí, ya estamos en la edad de tener un hijo, de retirarnos, de vivir en familia, de hacer una vida normal. Joane se lo piensa cada vez más, pero yo soy el primero en animarla para que siga otro año. El ciclismo femenino no tiene que ver con el masculino".
El sueño olímpico de Joane está compuesto de gloria, honor, orgullo y metal. "En el ciclismo masculino, el Tour te lo da todo. En el femenino, homenajes, pero económicamente nada
[Somarriba ha ganado tres Tours y dos Giros]. El ciclismo femenino se muere. Se acaban las carreras
[este año se ha suspendido el Tour], los patrocinadores. No hay televisión", se suelta Ramontxu; "es más rentable quedar la tercera en un Mundial o unos Juegos, que te garantizan una beca de 50.000 euros para el año siguiente, que ganar el Tour. Así que, si hubiese medalla, Joane seguiría un año más. Sería bonito. Se despediría a lo grande en los Mundiales de Madrid".
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