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FÓRUM DE BARCELONA | La cita internacional de los jóvenes

El Festival Mundial de la Juventud concluye con críticas a la organización del encuentro y al Fórum

Los participantes lamentan la falta de compromiso "ético" y de contenido del evento

Lluís Pellicer

Senyeres, banderas españolas, estelades, saharauis, holandesas, marroquíes... La clausura del Festival Mundial de la Juventud se convirtió ayer en una especie de acto en el que los asistentes ondearon su nacionalidad en un tono marcadamente politizado. No hubo conclusiones, sino "una fotografía" en la que se dibujaron las desigualdades sociales del mundo. Tampoco hubo unanimidad al evaluar el acontecimiento: fue un éxito para unos y un rotundo fracaso para otros. Estos últimos irrumpieron con duras críticas a la organización y al Fórum en una ceremonia escrupulosamente programada.

Consciente de estas discrepancias y problemas, la directora del festival, Inés Giralt, cerró su discurso con la letra de la canción Ítaca de Lluís Llach, que le dio pie para acabar afirmando: "Quizá no ha sido el festival que todos soñamos antes de salir de viaje, pero nos ha entusiasmado".

En el cierre del Festival Mundial de la Juventud afloraron las críticas que durante esta semana se han podido escuchar en el Centro de Convenciones por parte de algunos participantes no demasiado contentos con la marcha del encuentro. A media semana, por ejemplo, aparecieron algunos adhesivos críticos con el evento, y el viernes se empezó a difundir la publicidad de un acto que un grupo de jóvenes italianos pidió que se incluyera en el programa autogestionado. Enzo, que se erigió como portavoz de este grupo, que "no representa a toda delegación italiana", propuso apenas una hora antes del cierre del festival que se elaborara un documento de quejas para entregar a la organización.

La clausura empezó con la actuación de la Orquesta de Jóvenes de los Países Catalanes, un grupo que tocó ayer por primera vez tras una semana de ensayos y que entusiasmó al público. Pronto empezaron a ondear las banderas de cada territorio, y algunos muchachos se pasearon por el auditorio del edificio Fórum alzando su enseña. Cuando aparecía el nombre de los más de 125 Estados y comunidades que han participado en el festival, los pertenecientes a cada uno de ellos gritaban y aplaudían con convicción.

Pronto empezaron los discursos, que coincidieron en evaluar "muy positivamente" el evento al considerar que había servido para fortalecer las redes de asociaciones juveniles. "Los participantes habéis aportado crítica en un espacio a menudo demasiado políticamente correcto. Pero además, habéis descubierto la ciudad de Barcelona, su carácter cosmopolita y su vocación mediterránea", señaló el concejal de Juventud de Barcelona, Xavier Florensa. El concejal también reclamó que el catalán sea lengua oficial en la Unión Europea, puesto que, según manifestó, "el catalán es un vehículo de expresión y de ver y entender el mundo". Estas palabras levantaron el entusiasmo de los jóvenes que cargaban con estelades y banderas que incluían el lema Libertad para Cataluña.

En el exterior, un grupo de los jóvenes que se habían reunido poco antes para entregar el documento crítico con la organización pintaba varias pancartas. Lo hacía justo en el momento en el que entraban en el edificio el conseller en cap del Gobierno catalán, Josep Bargalló, y el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Josep Lluís Carod Rovira. En una de ellas se leía: "Yo no soy joven. Coca-cola. Nestlé", mientras que en la otra se propinaba insultos al Fórum. Mustafá, un joven francés, se encargó de llevarla hasta el escenario entre silbidos y aplausos. "Los organizadores del festival no saben qué significan estas dos palabras: responsabilidad ética. Es curioso. Hoy estoy aquí, pero no volveré si el festival sigue asociándose con las grandes marcas que explotan al mundo en desarrollo. Soy humano, no un consumidor", clamó consiguiendo arrancar el aplauso de la mayor parte del público.

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Otros jóvenes protestaban por las contradicciones en las que, a su juicio, había caído la organización. "¿Cómo puede ser que el festival pida vivienda para todos y se instale en un lugar donde se produce especulación inmobiliaria?", se preguntó Ángel, miembro del Consejo de la Juventud de España. Entre ellos también estaba Gabriel Díaz, un joven de la asociación argentina Jóvenes en Construcción, que lamentó que el festival hubiera sido "tan flojo" en los contenidos. Parece que tampoco hubo coincidencia, pues, en el momento de evaluar el acontecimiento.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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