"No me gusta la palabra artista"
Desde el salón de su casa en Madrid se ve la plaza de Santa Ana, un lugar que por estas fechas está lleno de sombrillas y mucho tapeo para los turistas. Ana Juan deposita los refrescos sobre una mesa colorida con peces que ha diseñado para su casa.
Pregunta. ¿Cómo la definimos? ¿Artista? ¿Pintora? ¿Dibujante?
Respuesta. No me gusta la palabra artista. Trabajo para un mercado, por encargo, me ofrecen un tema y lo ilustro.
P. A Miguel Ángel también le encargaron la Capilla Sixtina.
R. Ya, pero a mí no me gusta el mundillo del arte, con su pomposidad; cuando hay que presentar exposiciones se me cae el mundo encima, me gusta trabajar en casa, hacer lo que yo pueda controlar. Sigo pintando y hago mis cosas, pero me lo reservo para mí. Soy un hurón. Vaya, ahora lo pondrás de titular.
P. No. No me deja el jefe. Tiene que ser más largo. De manera que usted tiene curado el ego y así es como se realiza, con sus cosas.
R. Yo soy más feliz ilustrando. Me siento parte de una cadena, un proceso en el que están inmersos un editor, un autor, un diseñador. Yo soy uno más.
P. ¿Para la ilustración tiene que haber un impulso literario?
R. Sí, aunque sea mínimo. Un texto de tres palabras, vale. La ilustración debe recrear lo escrito y, si puede, aportar algo más.
P. ¿Para enriquecer, ayudar a la lectura o para que la compren los niños?
R. Para todo eso, ¿por qué no?
P. Veo aquí en su mesa éste del Comenoches, el de Snowhite, Frida Kahlo para niños, El libro de la selva. En la variedad está el gusto...
R. El Comenoches salió en Estados Unidos y ahora lo publicarán aquí. Snowhite, Blancanieves, lo he adaptado yo, es una versión muy particular, y el de Frida es un encargo, yo no me identifico nada con ella, no creo en los artistas que sufren para crear, me gusta ser feliz, divertirme y disfrutar de la vida.
P. También ilustra artículos periodísticos. ¿Prefiere algunos temas concretos?
R. Parece que me quieren especializar en lo difícil. Eutanasia, autismo, torturas... Podrían proponerme algo más amable, digo yo. Pero no hay forma.
P. Como la portada de las torturas del New Yorker. Un pozo de petroleo escupiendo sangre. Contundente, ¿no?
R. Obvio. Es lo primero que se te ocurre. Ha sido la más fácil.
P. ¿Cómo la ficharon los neoyorquinos?
R. Buscaban darle otro aire. Me llamaron porque vinieron a España buscando gente. Ya he hecho 9 o 10 desde 1996. Son pocas. La competencia es dura. Hice algunas para números gordos, como el primer aniversario del 11-S o la muerte de John John Kennedy. También el Mundial de Francia: pinté un Napoleón al que le salía un balón de la tripa, ya ves tú. Yo no sé nada de fútbol.
P. La imagen debe sugerir pero a veces le apetecerá dar golpes encima de la mesa.
R. Sí. De vez en cuando hay que pegar un grito, dar un puñetazo, como Michael Moore. Le critican a veces porque dicen que manipula. Más manipulados están en Estados Unidos por otros que no permiten a la población que se enteren de lo que está pasando. Más manipula Bush, por ejemplo.
P. ¿Volvemos a necesitar la provocación?
R. Sí, claro. Vivimos muy cómodos, muy bien, nos es fácil escabullirnos y si no te dan un golpe confundes información con anuncios.
P. ¿Le da mucho al diseño informático o prefiere el lápiz?
R. Lápiz y papel. La informática la dejo para los envíos y bendita sea, cuando funciona, claro.
P. ¿Se nota la diferencia cuando interviene la tecnología?
R. Sí, mucho, los dibujos son más fríos, no tiene nada que ver.
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