Bandas y orquestas en busca de verbenas
Empieza el fin de semana con más fiestas del año. Cientos de grupos viajan de pueblo en pueblo animando sus fiestas patronales. Compartimos furgoneta, menú y decibelios con Gaudí, una formación todoterreno, capaz de tocar todos los palos.
Florencio Peñín y Carmen Pérez tienen una habilidad especial para cambiar de tono de voz en función del tema que estén cantando. Carmen sabe imitar los gorgoritos de Shakira, el falsete de la cantante de Evanescence y los gritos apasionados de Ana Belén. Foche es capaz de adoptar la voz nasal de David Summers, de Hombres G; la cascada de Robe Iniesta, de Extremoduro, e incluso el tono gutural de los alemanes Ramstein. Ambos lideran la orquesta Gaudí, que este verano animará las fiestas de 44 pueblos españoles. Nos unimos a ellos el 24 y 25 de julio para ver en qué consiste la vida de las 70.000 personas que, según la Asociación de Músicos Profesionales de España, tocan en orquestas y que este fin de semana, el más festejado del año, estarán empleándose a fondo.
Según datos de la Asociación de Músicos Profesionales, unas 70.000 personas tocan en orquestas
Las contrataciones de grupos para las fiestas se han reducido casi un 40% este verano
La orquesta Gaudí apenas existe entre octubre y mayo. Eligen repertorio, ensayan. En mayo se suben a su furgoneta Volkswagen Transporter y enfilan la carretera. Heliosendo Fernández, su representante, y de 16 orquestas más, ya lo avisó: "Las giras de los artistas no son nada comparado con esto. Aquí tienes que montar tú el equipo, conducir, recoger, pelearte por cobrar y buscar hasta la dirección para llegar. Es un trabajo de aventureros". La contratación de este tipo de orquestas representa el 61% del total de la contratación artística, según un estudio realizado el año pasado por la revista Escenarios entre los socios de la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo. José Luis Nieto, presidente de la Asociación de Músicos Profesionales de España, dice que sus principales problemas son el exceso de intermediarios, la falta de contratos laborales en regla, la competencia de las discotecas móviles y el fraude, que cifra en 4,5 millones de euros. Nieto también avisa: este año se han reducido las contrataciones, un descenso que calcula aproximadamene en un 40%.
En Navacarros (Salamanca), a las 19.00 horas del viernes, los seis miembros de Gaudí más el técnico de sonido, el de luces y el conductor del camión, están montando el escenario. Van de acá para allá cargando cajas y barras de metal. Los nueve llevan guantes para evitar las heridas, pero Florencio, alias Foche, ya luce dos cortes en la nariz y en el brazo. Este aficionado al tecno, de 30 años, es la cabeza pensante del grupo. Y un torbellino. Sube los focos a pulso, ayuda a la nueva teclista a afinar su teclado y elige el repertorio con una máxima infalible: "Que las canciones den buen rollo". Es de esas personas que hace ocho cosas a la vez y aun así saca tiempo para guiñarte un ojo. Conoció a Carmen cuando tenía 16 años y ella 18. Ambos son de La Bañeza (León). Durante una acampada, Carmen cogió una guitarra, cantó el vals La cerillera y dejó a Foche boquiabierto. Empezaron tocando en los descansos de otros grupos y ya llevan 14 años recorriendo la carretera.
Este verano el grupo ha duplicado su sonido, 19.000 vatios, porque con su anterior equipo algunas plazas se les quedaban grandes, aunque la de Navacarros les queda más bien pequeña. Los niños del pueblo corretean cubiertos de churretes de chocolate y las ancianas sonríen a las periodistas interrogantes. "Y éstas, ¿de quién serán?". Mariano Sánchez, uno de los concejales, está apoyado en la barra del único bar de la plaza con los ojos enrojecidos porque ayer terminó la fiesta a las doce de la mañana. Explica que Navacarros tiene 130 habitantes censados, aunque en verano suben a 400. El dinero de las fiestas -9.000 euros- lo obtienen de la lotería de Navidad y de un sobre que se pasa de puerta en puerta y al que cada uno aporta "lo que puede". ¿Cómo eligen al grupo? "Hay una comisión de fiestas...", empieza Mariano. "Bueno", se interrumpe. "Mi primo, que es un pringao y se encarga desde hace seis años". Entonces llega Javi, su primo, de 24 años. Dice que Gaudí ya tocó aquí el año pasado y se lo pasaron en grande. "Son el mejor grupo de las fiestas. Tenemos que hacerle la competencia a Candelario, el pueblo de al lado, que hoy empieza las suyas".
Tras la prueba de sonido, el grupo se cambia en el camión, que tiene una cortinilla negra para dividir la zona de chicas y chicos. Foche sale con el pelo de punta y una camiseta ceñida. Cenamos en el único restaurante del pueblo: El Picadero, lleno de cuadros y figuritas de caballos. Comemos tortilla de patatas mientras en la habitación de al lado medio pueblo se desternilla con Mariano y otros cuantos, disfrazados de toreros. Tras varios chupitos de orujo, volvemos a la plaza. Rubén Rodríguez, el batería, se acerca a la tómbola y sin apenas esfuerzo gana para su novia un peluche de una demonia, de un rastafari haciéndose un porro y de Blas. Rubén es rubio e inexplicablemente los niños de Navacarros lo confunden con David Beckham. "Hola. ¿Eres Beckham?". "¿Tú qué crees?", pregunta Rubén con su acentazo leonés. "Que no te pareces". "¿Pues entonces?".
Rubén, de 25 años, trabajaba en una cantera de pizarra cuando vio el anuncio: "Se busca batería". Ahora redondea sus ingresos trabajando de albañil, porque la banda no da para tanto. Carmen es chica de la limpieza de un hotel, y María Bobis, teclista, trabaja de camarera. África, la otra teclista, tiene 20 años y sueña con dedicarse a la música clásica. Samuel, alias Choco, boliviano, bajista y cantante de los temas salseros, estudia informática. Llegó a León en 1999 y dice que tiene 29 años, aunque sus compañeros avisan de que cada semana se cambia la edad. El año pasado, Foche, que aún vive con sus padres, tuvo que ponerse a repartir coca-cola para comprar una guitarra (le robaron la suya durante la gira) y un nuevo motor para la furgoneta. Sólo trabaja en caso de necesidad imperiosa. "Conozco la vida ordenada: me levanto a las 8, trabajo, como, veo Los Simpson... Lo que me gusta es no saber dónde estaré mañana o a qué hora voy a acabar. Así es como la gozo. Cada año pasa igual. En octubre queremos dejarlo, pero en diciembre estamos deseando que llegue mayo. La cabra tira p'al monte y la música es una droga".
0.45. Gaudí arranca al ritmo de sus compatriotas Café Quijano. La primera parte del repertorio consta de rumbas, pasodobles, Rosario, Gipsy Kings... Según la SGAE, las canciones más cantadas en las verbenas del año pasado fueron Viva el pasodoble, Paquito el chocolatero, el pasodoble Islas Canarias, La gota fría (Carlos Vives), María (Ricky Martin), España cañí y Y nos dieron las diez (Joaquín Sabina). Hasta ahora sus fans más abnegados son los niños, que bailan entusiasmados en primera fila. "¡Arriba, Navacarros, esas palmas!", grita Carmen. "¡He! ¡He! ¡He! ¡He!". Ella y Foche fueron novios durante años, pero la separación no parece haber afectado al grupo. "Carmen es la estabilidad de Gaudí y la mejor persona que conozco", dice Foche. Cuando Operación Triunfo hizo sus primeros castings, Foche quiso apuntarla, pero pasaba el límite de edad. Quién sabe. Quizá ahora sería la nueva Chenoa.
La segunda parte del concierto arranca con Ana Belén y continúa con Kiko Veneno, Alaska, La Oreja de Van Gogh, Hombres G, Robbie Williams y una de sus canciones preferidas: ¡Pi-co-leeee-to el que no bote!... Gaudí sufre varios incidentes: revientan siete cuerdas de guitarra, se funden cinco focos y el octopad, un aparato de percusión eléctrica, deja de funcionar, pero Foche soluciona la papeleta golpeando con las baquetas el pie del micrófono. Ya son las tres de la mañana. Niños y ancianos han ido desapareciendo y la plaza ha sido tomada por los jóvenes. El segundo intermedio lo pasamos en el local de la peña Chispazo, que nos trata como a reyes. Nos comentan que hay menos gente porque muchos han optado por las fiestas de Candelario, que, dicho sea de paso, tiene mil habitantes. Cuando vuelve al escenario, Foche se mete al pueblo en el bolsillo: "Le dedico este concierto a las peñas de Navacarros" (gritos, aplausos), "y a los que hayan ido a la fiesta de al lado... ¡que les den!".
A las 4.40 el grupo encara la tercera parte del repertorio, su preferida: Estopa, Barricada, Offspring, Seguridad Social (Chiquilla, por supuesto), Sober, Ramstein... Los jóvenes brincan con las copas en la mano. El momento álgido llega cuando Foche entona Soy un gnomo, la melodía de unos dibujos animados de los ochenta, con un cono de carretera a modo de gorro. Y si este reportaje fuese de un grupo famoso podría terminar con la imagen de Foche lanzando el cono al aire, y Javier, el primo pringao, dando botes a hombros de un amigo.
Pero no es así. Porque aquí llega el momento en que la diferencia entre una orquesta y un artista se hace más evidente: hay que recoger. Imagínense, después de cinco horas tocando 64 canciones, con los últimos supervivientes de la fiesta tirándose al pilón y amaneciendo, ponerte a recoger durante dos horas con los cables empapados del orín que ha ido resbalando por la plaza. África no aguanta y a la hora y media se mete en la furgoneta destrozada. A las ocho, llega el resto del grupo. Foche coge el volante y encara los 240 kilómetros que nos separan de La Bañeza, porque siempre que pueden duermen en casa para ahorrarse el hotel. Allá que vamos, con María de copiloto y dándole cháchara para que no le venza el cansancio. El resto dormitamos detrás mientras atravesamos Salamanca y Zamora y Benavente y, por fin, La Bañeza.
A las 18.00 nos ponemos de nuevo en marcha. Hoy toca Villadangos del Páramo (León), un pueblo de 600 habitantes a 29 kilómetros de La Bañeza. Es la primera vez que tocan aquí y para Gaudí un pueblo nuevo significa un reto nuevo. El grupo monta el escenario en la plaza, bastante menos pintoresca que la de Navacarros. Enfrente, Ricardo Madrid prepara su discoteca móvil con nombre y aspecto de nave espacial (Discovery), que se despliega presionando un botón. "¡Mira qué rápido lo montó!", exclama Carmen. Estas discotecas han hecho mucho por los pueblos que no pueden pagar los entre 1.200 y 9.000 euros que cuesta una orquesta, pero muy poco por las bandas más modestas.
Tras el pregón, Gaudí sube al escenario ante una plaza notablemente más vacía que anoche. Además, los pocos presentes se sitúan al fondo del escenario, con la excepción de Orgelino y Rosario, 43 años casados, que bailan pegados y no se separan ni en las pausas. Durante el intermedio, el grupo se muestra preocupado: "Esto es lo que odiamos", explican. "Que se queden como analizando, en vez de gozando. Cuanto más parados estén, más nos cuesta". A las 2.20, suben al escenario dispuestos a resucitar a los muertos. "Picoleto el que no se acerque", corea Foche. (Nada). "¿Qué hacéis mirando?", pregunta. "No llevo tanga, mis piernas no son tan bonitas. Lo que queremos es que lo paséis bien". (Nada). Entonces baja de un salto del escenario y entona Hola, don Pepito; hola, don José, organizando un trenecito que seguimos unos pocos, pero el grueso del pueblo sigue observando.
Lo mejor de acompañar a una orquesta es que te dedican todas las canciones que quieras y por un momento te sientes la chica más importante de la plaza, aunque esté medio vacía. Gaudí también tiene seguidores. Hoy ha venido a verlos su antiguo técnico de luces, un par de amigos, novias y la hermana de Foche. Una vez tuvieron una grupie, una chica que enloqueció por el técnico de sonido y se subió a la furgoneta en Ciudad Real y no se bajó hasta Ávila. Uno de sus momentos míticos, como la vez en que tocaron tras Raimundo Amador en unas fiestas de Madrid que recuerdan emocionados.
Pero ésta no ha sido una buena noche. A las 5.30, Discovery toma el relevo. A penas hay un alma en la plaza, pero la música suena a todo volumen. Mientras el grupo recoge, fotógrafa y periodista nos metemos en la furgoneta a dormitar con Bulería, de Bisbal (que cantó durante años en la orquesta Expresiones), tronando de fondo. Entonces llega Foche emocionado con un tigre de peluche bajo el brazo. "Me lo ha regalado una niña", dice cogiendo una muñequera de pinchos para llevársela de recuerdo (¿qué cara pondría la niña?). Minutos más tarde vuelve a la furgoneta y susurrando me planta dos púas en la mano. "A veces nos las piden los fans. Brillan en la oscuridad para que las veamos si se nos caen al escenario. Así os lleváis un recuerdo de nosotros". Y se va, feliz de la vida, a seguir cargando cajas, cables y focos.
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