Una tarde completa con Alí Babá
Los muchos santos Job que conformaron los tres cuartos de entrada de ayer fueron dándose cuenta de que alguien, con aviesas intenciones, les había metido en la cueva de Alí Babá. De los chiqueros salían unos animales que el público estaba pagando a precio de toros bravos, lo que era, en puridad, carne de matadero.
Cuando llegó el quinto, los tres cuartos de Job tomaron conciencia de la cueva (y no la de Platón, precisamente), y entonces pitó con todas sus fuerzas al toro en el arrastre y extendió los pitidos, en forma de bronca, al presidente, para que éste tuviera la deferencia de pasárselos a la empresa.
Al salir el sexto, ese paciente público pidió impacientemente que lo dev
olvieran. Nadie les hizo caso. Nadie se dio por aludido en cuanto a reconocer quién era Alí Babá y alguno de los suyos.
Bohórquez / Barrera, Vega, Tejela
Toros de Ana Mª Bohórquez, buenos pitones, salvo el segundo; desrazados todos, pura fachada, un fraude. Antonio Barrera: estocada delantera y descabello (ovación); media estocada (ovación). Salvador Vega: media estocada y descabello (silencio); cuatro pinchazos y descabello (silencio). Matías Tejela: dos pinchazos y media estocada (silencio); media estocada (silencio). Plaza de Illumbe, 11 de agosto, 4ª de feria. Menos de tres cuartos.
La moraleja real (no virtual) es que el público paga; los toreros cobran, como cobra el ganadero y la empresa... Y el que paga, la paga (para decirlo a la manera lacónica de Baltasar Gracián).
De los toreros, por decir algo, el más entonado fue quien no tenía el marchamo de artista, esto es, Antonio Barrera. Los otros dos, Salvador Vega, en el quinto quiso mentir haciendo como que buscaba unos terrenos para flamenquear un poco, sin éxito, obviamente. Y Matías Tejela amagó un paso-a-dos de El lago de los cisnes para fantasear algo así como que podía cortar las orejas de aquel adefesio. No estaban para músicas los 522 kilos del descastado ejemplar. Eso ocurría en su primer toro, tercero de la tarde.
Si lo de ayer es un ensayo para que el público vaya desertando del hormigón vertido en su día para construir la plaza de Illumbe, hay que decirle a la empresa que le ha salido muy bien. Mejor no lo hace ni el mismísimo Orson Welles, acompañado de Pirandello e Ibsen juntos... Y tengan cuidado, que esas deserciones pueden haber empezado a partir del fiasco de ayer. La evidencia de las posibles deserciones de lo que falta de feria y las ferias que vengan en años venideros se dieron ayer al final de la corrida. Los comentarios de las gentes que salían de la plaza eran muy negativos. Se palpaba un ronroneo de desagrado y sensación de que se había estado jugando con ellos. Repito, alguien les metió en una cueva que ellos no desearon entrar.
Mala cosa para la fiesta de los toros es que se memore la falta de encastamiento de los ejemplares de lidia y se hable tan poco de los toreros. Hay que esperar que algún día la afición, la verdadera afición, despierte de ese sueño trucado que le tiene engañado. Hace falta que vuelva el toro-toro. ¿O no?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.