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Reportaje:Atenas 2004

La chica de Afganistán

Rubina Muqimyar, primera atleta afgana en unos Juegos, competirá con la peor marca en los 100 metros y uniformada según los preceptos del Corán

Diego Torres

Rubina Muqimyar tiene la mirada traviesa y altiva de muchas chicas de 17 años. Pero es única. Hace apenas unos meses no había oído hablar de los Juegos Olímpicos. Tampoco sabía quién era Marion Jones. Pero el próximo viernes 20, durante las primeras pruebas de clasificación de los 100 metros, se convertirá en la primera atleta en representar a Afganistán en unos Juegos. Si corre en 15,06 segundos, su único tiempo registrado en competición, se convertirá en la atleta más lenta del torneo. Pero ni la marca ni la tosquedad de su técnica reducirán el efecto de su participación en uno de los países menos desarrollados del planeta.

Da la impresión de que Rubina no sabe exactamente la dimensión política de su papel. Dice estar "muy orgullosa" de ser la primera mujer en representar a Afganistán en unos Juegos. También dice que está convencida de su religiosidad y reivindica al Islam remitiéndose a un momento de la vida del profeta Mahoma. "En un país islámico las chicas hacen muchas cosas", explica Rubina, con tono sobresaltado; "dicen que el propio Mahoma y su mujer Bibi Isha corrieron una carrera y Bibi Isha ganó; luego volvieron a correr dos años más tarde, pero como Bibi Isha había engordado, el que ganó fue Mahoma".

"Debemos cuidar la imagen porque mucha gente en Afganistán podría escandalizarse"

Rubina se pasea por la Villa Olímpica descubriendo las piernas por arriba de las rodillas, con unos pantalones cortos, un par de sandalias y el pelo desatado bajo las gafas de sol levantadas. Prendido en el polo lleva un pin con el escudo de Afganistán. El pin es la única parte del uniforme que no es un regalo del comité organizador. Ni las zapatillas conque correrá cuando llegue el gran día son una excepción. Todo lo que se pone Rubina se lo debe a la caridad de la familia olímpica. Shapur Amiri, su entrenador, también le debe mucho a la caridad del olimpismo. En el pecho de su camiseta se lee un bordado: Solidaridad del Movimiento Olímpico.

El día en que Rubina se presente ante la multitud del estadio de Atenas para correr sus 100 metros lo hará observada por muchos de sus compatriotas por televisión. Algunos de ellos, especialmente susceptibles. Como dice Amiri: "Debemos cuidar la imagen porque mucha gente en Afganistán podría escandalizarse si la atleta va con la cabeza descubierta o muestra su cuerpo. Así es nuestra cultura".

Para evitar escándalos, Rubina correrá con pantalones largos pues el Corán manda "alargar las vestiduras". El libro sagrado de los musulmanes también prescribe que las mujeres deben "cubrirse los senos" y la velocista afgana lo hará con creces, utilizando una camiseta que le tape los hombros. Además, Rubina correrá con un pañuelo que le cubrirá la cabeza y le ocultará el cabello. Ella no se muestra especialmente feliz al explicarlo. Pero no será la primera en correr de esa manera. El año pasado, en los Mundiales de Atletismo de París, la pionera del atletismo afgano en una gran competición, Lima Azimi, corrió medio cubierta. Hizo 18,37 segundos en los 100 metros. Una marca que Rubina se ha encargado de rebajar a niveles más contemporáneos. Aunque los 15,06 segundos que consiguió en mayo, en los Juegos Asiáticos, no se corresponden ni con las marcas más mediocres de principios del siglo pasado.

En la primera final olímpica femenina de 100 metros, en los Juegos de Amsterdam de 1928, la campeona, la estadounidense Elizabeth Robinson, hizo un tiempo de 12,2 segundos. Ninguna de aquellas finalistas superó los 12 segundos. Pero las condiciones en que Robinson y sus compañeras fundadoras, Fanny Rosenfeld, Ethel Smith y Erna Steinberg, se prepararon para competir son muy superiores a las que encontró la atleta afgana en Kabul.

Rubina nunca practicó el atletismo fuera del colegio hasta que hizo los mejores tiempos de una selección de 60 chicas realizada por la federación afgana, en mayo de 2003. De hecho, hasta el año pasado, Rubina no practicó el atletismo. Sólo jugó al baloncesto. Y entre los 12 y los 15 años se pasó la mayor parte del tiempo metida en su casa. Fue en la época en que el Mulá Omar encabezó el régimen talibán afgano. Durante esos años, su padre perdió la fábrica de ropa, y tres tíos suyos resultaron heridos, amputados o muertos en la guerra que sucedió a la invasión estadounidense del país.

Desde hace meses, Rubina se ha entrenado en las pistas de concreto del vetusto estadio de Ghazi, en Kabul, también empleado por distintos regímenes para ejecutar disidentes. Lo ha hecho tres veces por semana con su entrenador específico, alternando escuela y atletismo. No ha cobrado nada. Tampoco recibirá nada por participar en los Juegos. Sólo esos 15 segundos de exposición que la convertirán en una pionera.

Rubina Muqimyar, a la derecha, con sus compañeros del equipo afgano, Freba Rezai y Massud Azizi.
Rubina Muqimyar, a la derecha, con sus compañeros del equipo afgano, Freba Rezai y Massud Azizi.GARCÍA CORDERO

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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