El pulso de los arqueros
Almudena Gallardo y Felipe López disputan mañana la previa que establece el 'ranking' de la final
Un rasgo común de los atletas en la Villa Olímpica es la introversión que precede a los Juegos. Hablan, se ríen, discuten, pero piensan en otra cosa. Su cabeza está en la competición y el desafío que se les viene encima. Han trabajado durante cuatro años para afinar su talento para este momento preciso y no pueden evitar la sensación de responsabilidad, de angustia en muchos casos. Así que hablan automáticamente, sin distraerse de su objetivo. Almudena Gallardo y Felipe López han comenzado a competir bastante antes del día que fija el calendario. En términos oficiales, los dos arqueros españoles tendrán que disputar una fase previa mañana en el campo de entrenamiento, una manera de establecer el ránking para la jornada final, que se celebrará en el viejo y hermoso estadio Panatinaikos, escenario de los Juegos de 1896. Pero la competición ha empezado. Se nota en la mirada de ambos. Es una mirada un tanto perdida. O no. Ellos saben dónde están. Están en esa zona difusa donde mentalmente la prueba ya ha arrancado. Se ven con su sofisticado arco, las flechas y una diana de 1,2 metros de diámetro situada a 70 metros. Saben que no son favoritos, porque en estas cuestiones los coreanos son como Robin Hood: las clavan todas. Pero estos son los Juegos Olímpicos y la proeza siempre es posible.
Almudena Gallardo recuerda que en un disparo llegó a tener 168 pulsaciones
Cuesta creer que alguien con un arco y una flecha sea capaz de acertar consistentemente a una diana de poco más de un metro situada a 70 metros. "Hasta aquella pared, más o menos", dice Almudena. "No, un poco más atrás, hasta el segundo edificio", le corrige Felipe. Están sentados en las escaleras del porche de una de las viviendas del equipo español. Almudena Gallardo es una chica enérgica, más expansiva que su compañero. Da la impresión de vivir su oficio con intensidad. Parece muy competitiva. Llega a Atenas con más experiencia que Felipe López, novato en los Juegos. Almudena Gallardo participó en Sidney y ahora repite. Los Juegos son la hora cumbre de esta clase de deportistas, siempre en la sombra, rara vez reconocidos, en las antípodas de las estrellas de los grandes deportes profesionales. "Cobramos 6.000 euros al año a través de la beca del ADO", confiesan. No es el dinero lo que les mueve. Es la pasión por un deporte que les agita desde niños.
"Mi padre me regaló mi primer arco con siete años", dice Almudena, una madrileña de 25 años que pertenece al club Arqueros de Getafe. Tampoco Felipe López descubrió el deporte de su vida en un cine. No hubo un Errol Flynn disparando flechas en los bosques de Sherwood. Como a Almudena, fue cosa de familia. Sus padres eran unos fanáticos del tiro con arco. Carpintero de profesión en Alcalá de Guadaira (Sevilla), el padre de Felipe López construyó el primer arco para su hijo, un arquero que figura en la 15ª posición del ranking mundial. Tiene 27 años y es introvertido, algo que suele resultar beneficioso en su negocio. Los expertos aseguran que dispone de una condiciones excepcionales. "Si fuera por los resultados de los entrenamientos sería el mejor del mundo", dice uno delegados del equipo español, pero en ocasiones se le viene abajo la confianza. Desde hace algunos meses acude a un sofrólogo para mejorar este déficit.
Mañana, Almudena y Felipe se colocarán frente a su objetivo, una diana festoneada por cinco círculos concéntricos, cada uno de ellos de un color: amarillo, rojo, azul, negro y blanco. Cada color se divide en dos nuevos sectores, de forma que el amarillo, el que está situado en el centro de la diana, corresponde a nueve y diez puntos; el rojo, a ocho y siete. Y así sucesivamente. Más que ver los colores, los arqueros los intuyen. Los metabolizan en el cerebro, más bien, pues la precisión es enorme entre los mejores del mundo. A diferencia de arco de poleas, que lleva incorporada una lente, el arco olímpico sólo permite un visor. Almudena, que sufre de astigmatismo e hipermetropía, le quita un poco de épica a su trabajo: "Yo me arreglo con mis lentillas".
No caminan por la Villa Olímpica con el arco y sus flechas. Lo tienen prohibido. Es la obsesión por la seguridad en Atenas. "De todos modos jamás hemos tenido un incidente en la competición, ni en los entrenamientos, hasta el punto de que una aseguradora dio un premio a la federación por la falta de accidentes". Ellos forman parte de los 6.000 arqueros con licencia federativa en España, una cifra ridícula en comparación con otros países. En Francia hay 60.000. En Italia y Reino Unido, 45.000. No es la primera vez, sin embargo, que el deporte español consigue un enorme aprovechamiento de las condiciones más escasas. Los dos arqueros protestan cuando se comenta que es un deporte caro. "Para comenzar y practicar sirve un equipo de 120 euros", añaden. El equipo que tienen en Atenas supera los 3.000 euros. Es el precio de la tecnología: las flechas están construidas con aluminio forrado de fibra de carbono. La vida media de estos dardos es de 6 seis meses a un año. Materiales parecidos se utilizan para el arco, que se instala por piezas después de sacarlo del cajón.
Durante los últimos días, los arqueros españoles han vigilado especialmente el estado del viento, su gran enemigo. "Es lo peor", dice Felipe. Si el viento es favorable, levanta la flecha. Con el viento en contra, la curva es más baja. Cuando sopla lateralmente, es un infierno. Lo tienen asumido: "Nos entrenamos para ello. Es como conducir un coche. Adiestramos los reflejos por repetición". Y con calma. Los betabloqueantes, fármacos que ralentizan el pulso, han sido utilizados como sustancia dopante por los tiradores de pistola. "Quizá nos podrían venir bien también a los arqueros, pero nunca he tenido noticias de dopaje en nuestro deporte", dice Almudena. Los dos coinciden que es crucial controlar la tensión, "pero no somos de hielo". "Un día, en un Campeonato de España, el pulsómetro me llegó a marcar 168 pulsaciones por minuto. Por suerte sólo ocurrió en un disparo", añade, alertada de las tensión que ella y Felipe López tendrán que superar en Atenas.
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