Los moruchos travestidos
Los dos primeros que se lidiaron tenían planta. No había más que verlos. Comparados con Ferrero, el de menos altura de la terna, le sacaba la cabeza. Setecientos y pico kilos por corpachón. Tuvieron de salida un comportamiento tan sin raza, tan sin clase, que hubo quien pensó que eran moruchos travestidos de bravos. De esa guisa se colaron en la dehesa e intentaron comerse una rosca de vaca brava. Pillados in fraganti, los embarcaron y los soltaron ayer en Vitoria. En cuanto que los de a caballo les picotearon la espalda, se acabó el pastel. Se desinflaron primero y se rajaron después. Eran moruchos travestidos. Que traigan toros y no vacas, gritaba la afición. El resto, más normales, menos drag queen. Algunos dieron el pego, no por bravos, sino por mala leche.
Núñez / Ramos, Padilla, Ferrera
Toros de Marcos Núñez, desiguales de presentación, descastados, mansos y blandos. José Ignacio Ramos: pinchazo, estocada trasera -aviso-, descabello (ovación y saludos); dos pinchazos, estocada (palmas). Juan José Padilla: dos pinchazos, estocada caída, descabello (ovación y saludos); cuatro pinchazos, estocada (palmas). Antonio Ferrera: pinchazo, bajonazo, 12 descabellos (silencio); media estocada chalequera, estocada (silencio). Plaza de Vitoria, 9 de agosto, 6ª de Feria. Un cuarto de entrada.
No se resintió el espectáculo por la moruchada. El festejo a celebrar era de banderilleros matadores o matadores banderillos. Al gusto. Ramos, Padilla y Ferrera rivalizaron en el segundo tercio. Los tres primeros astados, en trío; los tres restantes, cada uno con el suyo. Igual de bien o igual de mal estuvieron los maestros. Faenas no existieron. Voluntad y ganas de agradar a base de galería. José Ignacio Ramos no tuvo su tarde. Lo poco que se podía hacer lo intentó pero atropelladamente. Buscando más el aplauso fácil que la preparación del toro para la hora de la verdad. Tan descompuestos llegaron sus dos toros a tal momento que tuvo problemas, incluso un susto, en el segundo que mató. A Juan José Padilla le cabe el mérito de la constancia. Hay que ver al diestro, seguido de su cuadrilla, corriendo detrás de su morucho primero. Hasta dos vueltas al ruedo se pegaron sin control de avituallamiento para pararle y entrar a matar. Para él fueron las mayores carcajadas. En cambio, también en la misma suerte, en la de estoque, se le ocurrió matar a su segundo en el centro del ruedo, como si el morucho hubiera sido el summun de bravura por excelencia. Contradiciones de los artistas. Ferrera quizás fue el que más se arriesgó a la hora de colocar los garapuyos. A pasadas en falso por no medir los pies de sus enemigos le siguieron pares de mucho mérito y riesgo. No se lo valoraron en justa medida. La fiesta estaba centrada en los moruchos travestidos. A los blusas les dio por explotar petardos de fuerte resonancia. A otros, por cantar Chiquitita. Y a los más, por liquidar las viandas preparadas para este último festejo de la feria. Cómo sería la entrada, que mediado el festejo se puso a llover, nos subimos todos a las gradas y quedaba sitio para invitar a los soldados de la Legión Extranjera. Nadie cuando abandonaba el coso hablaba de toros. La conclusión estaba clara. Como las vaquillas de por la mañana no ha habido nada. Así que, calle abajo, peñas, bandas de música, charangas y carrozas, iniciaron el último desfile hasta el Ayuntamiento. Lo bueno de la afición es que no pierde el humor.
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