Paul 'Red' Adair, veterano bombero de instalaciones petrolíferas
Paul Red Adair, el legendario bombero de Tejas que dedicó gran parte de su vida a apagar incendios en instalaciones petrolíferas, falleció el sábado a los 89 años en un hospital de Houston. Adair comenzó su carrera en los campos de petróleo del sur de Tejas durante la Gran Depresión, y a partir de ahí contribuyó a extinguir unos 3.000 pozos de petróleo en llamas durante más de 50 años. Entre los más importantes, los 119 pozos en llamas de Kuwait durante la guerra del Golfo de 1991; el famoso pozo en Argelia, en 1962, con llamas que alcanzaron los 240 metros de altura, vistas desde el espacio por el astronauta John Glenn; la explosión en el pozo mexicano de Ixtoc-1, en la bahía de Campeche; y el desastre de la plataforma Piper Alpha en el mar del Norte, en 1988, que mató a 167 personas.
A causa de su destreza y valentía en estos casos, el mundo glorificó el trabajo de Adair. Incluso John Wayne hizo una película en 1968 sobre su vida, The Hellfigh-ters, aunque Adair nunca quiso ser una celebridad. "Lo que se quema en esos pozos es sucio y peligroso", declaró en una entrevista. "Todos los incendios nos parecen igual de malos. El día que dices que un trabajo es peor que otro, ese día te vuelves un imprudente, y eso es algo que no nos podemos permitir".
Adair comenzó a apagar pozos de petróleo por casualidad en 1938 cuando un día, siendo trabajador eventual, llevaba material a un campo petrolífero cerca de la ciudad de Alice, en Tejas. En ese momento, un pozo explotó y el jefe de bomberos le pidió ayuda. Desde ese momento Adair se convirtió en una celebridad en su trabajo por su capacidad para combatir incendios de pozos petrolíferos.
Compró la compañía McKinley's en 1959 por 125 dólares, y comenzó a prosperar en el negocio al enviar a sus empleados en Cadillacs rojos a los pozos. En cuanto se producía un incendio, los trabajadores buscaban esos coches rojos, fáciles de reconocer, y les pedían su ayuda. Todo el equipamiento de sus hombres era rojo, de ahí el apodo de Red (rojo) que llevó el resto de su vida. Sin embargo, encontrar buenos bomberos no fue fácil para él, porque necesitaba hombres con su misma combinación de humildad, coraje y cabeza fría para atacar los incendios. "En este negocio no quieres a nadie que crea que puede andar sobre el agua, como algunos bomberos piensan", decía Adair. "Pero si alguien tiene miedo, estás muy seguro de que tampoco le quieres, porque entonces no puede pensar".-
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