El coche, peor que el tabaco
Ahora, en agosto, todos podemos ver cómo mejorarían nuestras vidas si el tráfico en nuestras ciudades disminuyera todo el año. Cualquiera puede verlo, todo está como más tranquilo, mucho mejor; hasta el carácter de la gente cambia. A muchos nos gustaría que esto durara todo el año, pero no será así. Porque -ley divina no escrita- todos los que usamos religiosamente el transporte público, los que no hacemos ruido ni contaminamos en nuestros desplazamientos, esos miles, millones, debemos aguantar a otros que en más del 50% de los casos usan el coche por capricho, que contaminan cada paso que dan, que hacen ruido y molestan a todos los demás con su egoísmo desaforado.
Hace treinta o cuarenta años el coche pudo representar un avance en la calidad de vida, pero ahora mismo es todo lo contrario.
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