Un saldo de casta
Desde 1990, año del centenario de la plaza, no se lidiaban miuras en Santander. No estuvo mal aquel festejo apuntaron los aficionados. Los aficionados puros tienen apuntes de todo cuanto acontece en el mundo de los toros. Información contrastada, limpia de cualquier dominación mediática. Gustan de juntarse la víspera y pronosticar el resultado del festejo a celebrar. Tras largas deliberaciones y cotejo de informes sacan la conclusión: un éxito. Los aficionados puros al igual que los futboleros cuando hacen quinielas no dan ni una.
Los tales miuras resultaron ser un fiasco de casta, raza y fuerza. Los sin nota de la camada. Tenemos lo que nos merecemos, gritaron del 3. Cuando no hay criterio ni seriedad se aplaude todo, se regala todo, pasan estas cosas. Para el triunfalismo vale todo. El presidente, defensor de la fiesta y de la afición, dio por buenos dos inválidos de libro, sobre todo el quinto. Con menos pañuelos se conceden orejas.
Miura / Padilla, Dávila, Valverde
Seis toros de Miura, desiguales de presentación, descastados, mansos y peligrosos; primero y quinto inválidos. Juan José Padilla: media estocada trasera (palmas);estocada (saludos). Eduardo Dávila: media estocada trasera, dos descabellos (palmas); pinchazo, media estocada, cuatro descabellos (silencio). Javier Valverde: pinchazo, estocada caída (palmas); pinchazo, estocada trasera (ovación). Plaza de toros de Santander, 30 de julio. Octava de feria. Lleno.
A Padilla le tocó el primer inválido. Juan José es un torero bullidor, pundonoroso y teatrero. De zapatilla inquieta, sin reposo. No empieza el pase y ya está en el rabo. Salga el toro bollante, manso o peligroso, Padilla no para las zapatillas. Si es inválido, como fue el caso, se pone farruco. Los públicos lo sienten como suyo y lo que haga o intente les parece bien. Dávila Miura a pesar de ser de la casa le trataron como a todos. Incluso peor. Suyo fue el peor lote.
Su primero, un morucho que se defendía por ambos pitones sólo pudo porfiarle por las orejas para robar algún pase. Un descuido le costó una voltereta y la taleguilla. Para trastear al inválido quinto, se colocó sobre la destrozada taleguilla un pantalón de los denominados piratas. Eso sí, azul como el terno. Se le pidió brevedad y accedió a ello. Se lo agradecieron con palmas.
A Javier Valverde le fue a tocar el lote más entonado dentro de la gravedad del encierro. Aprovechó su primero para porfiar y dar a entender que es un torero a tener en cuenta. No se arregló a pesar de los gañafones que le tiraba el miureño cada vez que estaba a tiro. En el que cerró festejo encontró más facilidades que en el anterior con lo cual pudo lucir un par de series por cada pitón que fueron lo único reseñable como artístico del festejo.
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