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Crónica:TOUR 2004 | 19ª y penúltima etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Armstrong y la curva de Anquetil

Extraordinaria demostración estilística del estadounidense en la contrarreloj, en la que Klöden adelantó a Basso en el podio

Carlos Arribas

De Miguel Indurain copió brevemente un día la magnanimidad y dejó ganar a Ivan Basso -su madre se está muriendo de cáncer- en La Mongie; de Eddy Merckx tomó prestada la soberbia y la codicia casi todos los días y especialmente en el sprint de furia con que dejó plantado a Andreas Klöden en La Grand Bornand; se sintió como Bernard Hinault, el justiciero vengativo, el patrón, el sheriff, el viernes, encañonando con su bicicleta al disidente del pelotón Filippo Simeoni. Lance Armstrong, a quien llaman la computadora, el ciclismo mecánico, busca un alma, la quiere encontrar reencarnándose en todos los campeones del pasado.

A todos los miembros del club de los cinco, del que se despedirá esta tarde en los Campos Elíseos, quiso Armstrong homenajear durante su conquista del sexto, pero habían pasado ya 18 etapas y aún no había dado con el detalle Anquetil, el primer ganador de cinco Tours, el más difícil e inclasificable, el menos imitable. El más lejano. Anquetil, sensual, vital, bon vivant, noches de champaña, madrugadas de sexo, mañanas de cama, tardes de charla, conversación, amor, vida, mujeres, clase. Armstrong, ascético, puritano, moral estricta, padre de familia. Ni siquiera les une lo más palmario, que ambos se enamoraran de mujeres 10 años mayores que ellos. Jeanine, el primer amor de Anquetil, era la alta costura, la sexualidad, la vida en libertad a bordo de un descapotable; Sheryl, el segundo amor de Armstrong, es la madre, el vaquero roto, la cara sin maquillaje.

El líder quiso homenajear al club de los ganadores de cinco Tour, del que se despedirá esta tarde
Basso intentaba aplicar lo aprendido y se percató de que todo se reduce a cilindrada y caballos
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Cansancio
"¿Qué clase de campeón quiere la gente?"

Dónde ubicar a Anquetil, el ciclista que no quiso ganar seis Tours. ¿Tarea imposible? No para Armstrong, extraordinario, irredento, que fue capaz, ayer, en la última contrarreloj del Tour, del más hermoso homenaje al francés, un homenaje a su clase, a su estilo, un homenaje a su curva. Al arco de su espalda, perfecta figura geométrica sobre la que el viento, la resistencia, resbala. Fue en Besançon, el Franco Condado de los libros de historia, la tierra de los relojes. Fue contrarreloj. Fue a lo bestia.

Ivan Basso, su hermosura deshaciéndose poco a poco en la última semana, intentaba aplicar sobre el terreno todo lo aprendido sobre cadencias, posturas, aerodinamismo, en sus visitas al túnel de viento y se percataba de que al final toda la ecuación se reduce a cilindrada y caballos. Se dio dolorosamente cuenta de ello en los últimos kilómetros, cuando la fría eficacia de Klöden, el amigo de Ullrich, el chaval que después de años de lesiones ha vuelto a sentirse ciclista, acabó derrumbándolo, apropiándose del puesto de principito, heraldo de la nueva generación. Ullrich, de la escuela soviética, espalda tan plana que sería posible colocar en ella una jarra de cerveza sin que de ella cayera una gota de espuma durante los 55 kilómetros, frío, consecuente, fue capaz de quedar cuarto, de entregar lo máximo a cambio de un puesto que para él, que en sus seis Tour anteriores no se había clasificado más atrás que segundo, no es nada. Y ni siquiera le aplanó el conocimiento tempranísimo de que Armstrong también le ganaría esta contrarreloj.

Y entre ellos, no con ellos, lejos de ellos, camino de su quinta victoria de etapa, de su décimo triunfo contrarreloj -los mismos que Indurain- Armstrong homenajeó a Anquetil. Armstrong, fuerza descomunal, músculos secos en los gemelos, fue capaz de estilizar sus toscos movimientos de piernas, de convertir su postura de contrarrelojista -años y años trabajada- en un homenaje a la línea curva, a Anquetil, al Anquetil de 19 años y maillot de seda de La Perle ganando su primer Gran Premio de las Naciones. A esa cima del arte ciclista, Armstrong el poderoso, el bruto, fue capaz de aproximarse camino de Besançon.

Y no sólo eso. Armstrong, el hombre, el primero, que ha logrado derrotar a la maldición del sexto Tour, hizo un homenaje más a Anquetil. Un homenaje más sutil. Un homenaje al cálculo, a la eficiencia, a la ley del esfuerzo suficiente que fue la regla de oro de maître Jacques. En Alpe d'Huez aventajó a Jan Ullrich, al único ciclista capaz de plantarle cara en la conquista de sus Tour, en un minuto y un segundo, exactamente. Para ello debió esprintar en la cima como un poseso, llegar como si perdiera el tren. Ayer, cuando Karpets celebraba la conquista del maillot blanco de mejor joven, volvió a aventajar al hombre que fue su segundo en tres Tour exactamente en un minuto y un segundo. Para conseguirlo entró tranquilo. Deleitándose en el momento. Pensando ya en los Campos Elíseos. En su sexto paseo triunfal.

Lance Armstrong, durante la contrarreloj de ayer en Besançon.
Lance Armstrong, durante la contrarreloj de ayer en Besançon.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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