Bella Lewitzky, innovadora bailarina
Bella Lewitzky, pionera de la danza moderna de Los Ángeles, que pasó de dinámica bailarina a coreógrafa indómita, independiente y reconocida internacionalmente, profesora consumada y paladín de las artes, falleció por complicaciones derivadas de un derrame cerebral en un hogar para ancianos de Pasadena. Tenía 88 años.
Sus 60 años de devoción al arte demostraron que era posible sustentar una carrera profesional como bailarina sin concesiones a la poderosa escena de la Costa Este. Pero, en Estados Unidos, su relativo aislamiento de la corriente mayoritaria de la danza moderna supuso una infravaloración de su extensa y distinguida obra fuera de su entorno inmediato. En 1984 produjo un programa de danza excepcionalmente diverso y revolucionario para la Olimpiada de las Artes de Los Ángeles, de 10 semanas de duración. Recibió numerosos premios y distinciones, incluyendo cinco doctorados honorarios, el premio de la revista Dance Magazine (1978), una beca Guggenheim (1977), el primer Premio Honorífico del Gobernador de California a toda su carrera (1989), la medalla nacional de las Artes (1997) y el codiciado Premio Capezio (1999).
Lewitzky nació el 13 de enero de 1916 en Los Ángeles, y pasó su niñez con sus padres y su hermana mayor en una utópica colonia en el desierto de Mojave y en un rancho en San Bernardino. Se trasladó a Los Ángeles cuando todavía era una adolescente y cursó estudios de ballet por poco tiempo. Pero a los 18 años se rindió a los encantos de la danza moderna, cuando se matriculó en una clase que impartía Horton en el Estudio Norma Gould. En menos de tres años se convirtió en la bailarina principal del Grupo de Danza Horton. Escribiendo sobre sus primeras actuaciones, la historiadora de danza Margaret Lloyd la describía como "una chiquilla de pelo oscuro y tupido y unos ojos grandes, una bailarina de calidad desde sus primeros pasos". En 1940, la especialista local en danza Dorothy Bock Pierre escribió: "Tiene facultades para reservarse un lugar inmortal entre los grandes bailarines estadounidenses". Aquel mismo año, Lewitzky se casó con Newell Taylor Reynolds, arquitecto y compañero en Horton. Sus aptitudes como profesora se acentuaron, y en 1946 cofundó el seminal Dance Theatre (con Horton, Reynolds y William Bowne) en un almacén reacondicionado de la avenida de Melrose.
Crecientes diferencias artísticas y personales la llevaron a abandonar Horton y en 1951 fundó Dance Associates, una escuela y compañía que perduró hasta 1955, año en que nació su hija. Su nuevo papel de madre hizo que Lewitzky se centrara en las actividades educativas que llevaban interesándola desde hacía mucho tiempo, incluyendo residencias como profesora por todo el país y en el extranjero, además de algunas temporadas en la Universidad del sur de California, la Escuela de Bellas Artes Idyllwild y el Instituto de las Artes de California, donde se convirtió en la primera decana de danza.
Hizo su tardío debut neoyorquino en la Academia de Música de Brooklyn en 1981, con su Compañía de Danza Bella Lewitzky. En su reseña de la actuación, el crítico Clive Barnes de The New York Times la describió como "una de las grandes bailarinas modernas de Estados Unidos". Se retiró como bailarina siete años más tarde, a la edad de 62 años. Como coreógrafa, Lewitzky renunció al énfasis narrativo y étnico del repertorio de Horton por unas composiciones de inspiración pictórica. A finales de los años sesenta, Lewitzky estaba muy solicitada como profesora y ponente, y después de retirarse de la danza participó en varias comisiones artísticas y en el consejo de danza del Fondo Nacional para las Artes (NEA). Sin embargo, su leal compromiso con la libertad de expresión le supuso algunos conflictos con el Gobierno estadounidense en más de una ocasión. En 1951, fue citada a responder ante el Comité de Actividades Antiamericanas sobre posibles tendencias comunistas en el mundo del arte. "Soy bailarina, no cantante", respondió desafiante. Cuarenta años más tarde demandó con éxito al NEA por la cláusula antiobscenidad incluida en las concesiones de las becas, alegando que, aunque nunca había coreografiado nada que pudiera considerarse obsceno, ella y otros podrían querer hacerlo en el futuro y debían tener derecho a ello.-
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