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Columna
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El horror del fuego

Esto empieza a funcionar. En poco tiempo se ha despertado el corazón indómito de ese león que puede ser Maragall, y nos ha dado algunos momentos de alta política. Avanzan proyectos, se calman polémicas, se recupera el papel en la España que quiere escuchar, y el Ejecutivo empieza a parecer lo que soñó que quería parecer: un Gobierno con ideas para un estadio nuevo de la historia de este país. Quizás era cuestión de tiempo, y tenían que superar los idus de marzo para alcanzar la madurez. Sea como sea, y verano en ciernes, un año después la política está volviendo a la política. Veremos. Mientras, nuestras tierras abren las puertas a uno de sus momentos más crueles de su jolgorio, como si el placer de los mortales sapiens estuviera íntimamente ligado al dolor, la tortura y el escarnio del resto de almas nobles que habitan el planeta. Este artículo es un SOS desgarrado al consejero Salvador Milà, uno de los miembros más sensibles y activos del Gobierno. Me consta que tiene la cartera repleta de serias intenciones, que no calienta silla, sino que pisa tierra, y que su voluntad es llenar el cargo de proyectos, y no pasearse por él. Pues bien, querido Salvador, esta vieja tierra y este nuevo Ejecutivo tienen una asignatura pendiente con uno de esos temas que, presupuesto en mano, se consideran menores, pero cuyo calado en la dignidad de un país es de fondo.

Me refiero a la locura de toros embolados y ensogados que, este verano, poblarán de vergüenza las tierras del Ebro y, con ellas, todo nuestro paisaje colectivo. Te lo voy a explicar sucintamente. La ley de 2003 de protección de los animales especifica la protección por la "sensibilidad física y psíquica" de los animales. Contempla los correbous, pero prohíbe "inferir daño". Aunque los corre-bous contemplan muchas modalidades, tanto los ensogats como los embolats, son de tal crueldad física y psíquica, que no caben en ninguna ley mínimamente seria y, desde luego, no caben en nuestra propia ley. Como parece que el sufrimiento animal nos duele a muchos pero, para tolerarlo, esquivamos su conocimiento, te explicaré el proceso: atan al toro por los cuernos, lo meten en un camión, lo llevan al recinto de torturas, y allí lo atan a un poste, le colocan los ferratges, o artilugios con bolas impregnadas de material inflamable. También le ponen cohetes artificiales. Encienden las bolas de fuego, sueltan al toro, y a los pocos segundos, además de esas bolas, se le encienden automáticamente los fuegos artificiales, con chorros que alcanzan los cuatro o cinco metros de altura y que luego envuelven al animal. Cuando se apagan los cohetes, las bolas de fuego siguen encendidas... y torean al pobre animal hasta que se le apagan. No tengo que decirte que los animales mugen desesperados, cocean, saltan tratando de quitarse los artilugios de fuego, etcétera. En cuanto a los capllaçats, atan a los toros por los cuernos con una gruesa soga atada a su vez a otra que tiene dos bifurcaciones, de modo que si quieren que el animal tire para la derecha, tiran de una, si quieren que vaya para otro lado, pues de la otra. El animal termina con la cepa del cuerno desollada y los músculos del cuello desgarrados. El estrés es tan grande que acaba agotado, con la cabeza baja, babeando. Éstas son las fiestas salvajes que divertirán a una parte de nuestros ciudadanos, quizás padres de familia, buenos catalanes patriotas, jóvenes en plenitud de pasión, pero motivados por un sentimiento bárbaro. Porque sólo desde el sentimiento bárbaro uno puede justificar la diversión a través de la tortura. Y si hay niños en las fiestas, entonces la tortura es doble: al animal y a la infancia.

Me consta que lo sabes, consejero, o tendrías que saberlo. ¿Has visto los vídeos que te ha enviado ANPBA, la organización que lucha para acabar con esta locura?

En el aspecto más político, las denuncias que te hago son rotundas. Si la proliferación de toros embolats y capçalats se perpetra este año, como parece, significará que estás haciendo dejación de tus responsabilidades. Por cierto, que me resultaría igual que fuera tradicional o no este circo repugnante del embolat, pero ni tan sólo es así. Es una fiesta valenciana que en la década de 1970, sin ley de protección en mano, traspasó a las tierras del Ebro. La Fiscalía de Tortosa da la razón a ANPBA y a todos los que luchan contra esta barbarie, pero el delegado del Gobierno, el ínclito Lluís Salvadó, se ha lanzado a tranquilizar a los seguidores: ya ha autorizado varios y continuará. Dice el hombre, en su infinita bondad, que lo que es maltrato es "lanzar objetos a los toros", pero quemarlos, aterrorizarlos, ensogarlos, tirarlos, todo eso es una lindeza mola mazo que, como es evidente, divierte muchísimo al animal.

Salvador, bajo tu mandato se va a torturar salvajemente por fiestas. Públicamente, con toda la alegría que da la exhibición de la barbarie colectiva. La resolución sobre correbous que prohibiera estas dos modalidades, no sólo es urgente, sino que es una obligación legal (ley en mano), política (ética en mano) y moral (dignidad en mano). Espero que seas coherente con la imagen que has dado de ti mismo, y que no permitas que el sur catalán se convierta, nuevamente, en el paisaje de la vergüenza nacional. Me consta que son muchos los catalanes del sur que están contra tal ignominia, y, sin duda, son absoluta mayoría los ciudadanos del país. Ese toro que va morir, previo a ser quemado, gritado, enloquecido, brutalmente tirado, te mira aunque no lo veas. Lo van a torturar los tuyos, los míos. Con total impunidad. Sin ninguna otra justificación que los intereses económicos de algunas fortunas ganaderas, la connivencia de algunos responsables políticos y el silencio de la gente de bien. Ese toro te mira, Salvador, en su sufrimiento inmenso, y si él no te pregunta, te lo preguntaré yo: ¿hasta cuándo? ¿Porqué? La Cataluña bárbara no tiene cabida en un país digno. Y mientras exista, este país será indigno.

www.pilarrahola.com

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