_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Espíritu republicano

Es muy difícil abstraerse de la realidad cotidiana, de esta rica realidad vasca, de la enorme tentación que tengo de meterme con la última y enésima propuesta de trazado ferroviario en alta velocidad, la Y griega vasca original, la L de Maturana, la Z de no sé quién, la U de Madrazo, y la X vasconavarra de Intxaurraga, que es la última de momento; no me digan que no es tentador el tema de este tren a ninguna parte. Pero debo ponerme aúlico comentando el día de la Republique, uno, que no ha conocido más que dictadura y monarquía

El 14 de Julio es una gran fiesta, es la víspera de mi cumpleaños, y una vez que estuve en Pau descubrí en ese día que las cornetas francesas suenan a historia, suenan a revolución, frente a las españolas que suenan a procesión, o a corrida de toros, que es lo mismo, regodeo en la muerte. Las trompetas republicanas transcienden la muerte, hacen héroes de la patria a los caídos, hasta a los desconocidos, para honor de la misma República. Se me nota envidia; nada de sana, sucia envidia, ante una República, una nación de ciudadanos, y que sólo está a cien kilómetros de donde escribo.

El cónsul francés nos convocó a su celebración en el hotel Carlton de Bilbao, y, aunque uno nunca sería socio de un club donde se permitiera mi entrada, fui allí sabiendo que, desde hace tiempo, los únicos que hacen caso al consejo de Gracián son los franceses. Pronuncian discursos breves, apartándose de esta retórica barroca que de nuevo se ha puesto de moda entre nosotros, que peligrosamente se acerca a la de la época del Caudillo y que aburre a una estatua. El cónsul fue breve, una introducción en castellano con el obligado galicismo incluido -calificó como una de las virtudes de los vascos la "simplicidad", que es el término en francés de lo que en español sería "sencillez"; simplicidad suena a tonto del pueblo, lo que igual es cierto-, para pasar a hablar de ese rutinario lema que preside todos los edificios oficiales franceses, "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Pero no sabía lo bien que a algunas mentes sensibles, y no al que iba a dejarse ver por allí, le estaban sentando sus palabras.

El lema no tenía nada de rutinario. Ya sabemos que la mayoría de los presentes viven en este país como si fuera Disneylandia y le importa una higa lo que ocurre a su alrededor, aunque el edificio estuviera protegido por la Ertzaintza y una cincuentena de escoltas denunciaran con sus presencia que muchos de los presentes carecen de libertad. Incluso carecen de la fraternidad de muchos de sus vecinos, que les dejaron de saludar por carecer de libertad, nada más verles con esos escoltas. Y la igualdad está hecha trizas, porque los baremos de diferenciación desde hace tiempo pasan por vasco-vasco, vasco-español, español-vasco, español-español. Con tal capacidad de distingo, digno de la escolástica medieval, a ver quién procede a encontrar la igualdad en Euskadi fuera de la comunidad nacionalista, que no es igualitaria, sino uniforme.

La igualdad es puesta en cuestión no sólo aquí, sino en toda España, cuando se reivindican desde unas autonomías financiaciones de primera, frente a las de segunda. Que unos gozáramos de financiación de primera no supuso pacificación de los problemas, sino todo lo contrario; el privilegio llama al privilegio, decía Marx. Quizás con la toma de la Bastilla y, sobre todo, con la decapitación de Luis XVI, se puso fuera de juego y se eliminó la rotunda legitimación de los privilegios encadenados a los derechos históricos, los de la Corona, los de la nobleza, los del clero.

Me dio gran envidia, pero tendríamos que impedir que todo eso nos fuera tan ajeno. Sería necesario acercar el cartesianismo y la racionalidad, para que nos influyan en nuestros instintos tan emotivos y montaraces, tan caricaturescamente españolazos. La Legión Británica, la Legión Francesa y la Legión Portuguesa defendieron Bilbao y San Sebastián, en la primera guerra carlista, del absolutismo y de la reacción, La única de esas unidades que no desapareció fue la Legión Francesa, que tuvo en Euskal Herria su bautismo de fuego junto a su nacimiento, en 1835. Por el espíritu de Libertad, Igualdad y Fraternidad, sería una buena idea que la Sociedad del Sitio hiciera socios honorarios a los cónsules de estas tres naciones. Qué menos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_