_
_
_
_
Crónica:TOUR 2004 | Decimoquinta etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Grandeza e infamia en los Alpes

El equipo de Basso aborta un gran ataque lejano de Ullrich y trabaja para Armstrong, ganador de la etapa y nuevo líder

Carlos Arribas

Lance Armstrong tiene una teoría que aplica con éxito cuando quiere saber, llegado el punto caliente de la etapa, quién de sus pocos acompañantes en el grupo selecto marcha por encima de sus posibilidades, presto a desfallecer. Es la teoría de las moscas. Lance no se traga las máscaras de quienes quieren disimular. Él se fija en las moscas. Las moscas siempre van a molestar al ciclista que peor va. Según unos, es porque el cuerpo de quien teme -y quien está mal tiene miedo- libera feromonas con el sudor, una sustancia hormonal que atrae a los dípteros; según otros, se hacen atractivos por las vibraciones que emiten.

Tour 2004 15ª Etapa

Valréas-Villard de Lans, de 180,5 kms.

ETAPA

1. Lance Armstrong (US Postal) 4h 40.30m

2. Ivan Basso (CSC) m. t.

3. Jan Ullrich (T-Mobile) a 3s

10. Carlos Sastre (CSC) a 1.24m

GENERAL

1. Lance Armstrong (US Postal) 67h 13.43m

2. Ivan Basso (CSC) a 1.25m

3. Andreas Klöden (T-Mobile) a 3.22m

4. F. Mancebo (Illes Balears) a 5.39m

ETAPA DE HOY

B. d'Oisans-Alpe d'Huez, crono de 15.5 kms.

El CSC frenó a Voigt, que iba fugado, y ayudó al US Postal cuando a su líder le quedaban dos gregarios
Merckx: "Si el equipo de Riis sigue corriendo así, Armstrong no desfallecerá hasta el próximo año"
Más información
Armstrong gana en Alpe d'Huez y sentencia el Tour
Armstrong medita no correr el Tour el año que viene

Lance Armstrong tiene una teoría que aplica con éxito cuando quiere saber, llegado el punto caliente de la etapa, quién de sus pocos acompañantes en el grupo selecto marcha por encima de sus posibilidades, presto a desfallecer. Es la teoría de las moscas. Lance no se traga las máscaras de quienes quieren disimular. Él se fija en las moscas. Las moscas siempre van a molestar al ciclista que peor va. Según unos, es porque el cuerpo de quien teme -y quien está mal tiene miedo- libera feromonas con el sudor, una sustancia hormonal que atrae a los dípteros; según otros, se hacen atractivos por las vibraciones que emiten. Según Armstrong, a quien lleve encima la mosca, caña. Así hizo con Ullrich en los Pirineos. Así pensaba hacer ayer en los Alpes antes de que, demudado, descubriera que esta vez las moscas no estaban con el alemán, sino con algunos de sus mejores gregarios.

Tan pronto como en el kilómetro 118, recién comenzado el puerto de primera que asciende hacia la meseta del Vercors, -el inédito Echarasson- Ullrich vio que la habitual mancha azul de carteros al frente del grupo era menos densa que lo habitual. Armstrong, al que sólo acompañaban Landis y Azevedo, se podía quedar sin equipo. Quedaban más de 60 kilómetros hasta meta. Kilómetros duros. Calor. Carreteras sin una sola recta. Subidas de 12 kilómetros. Mínimos descensos. Había llegado el momento. Ullrich no dudó. Desnudaría a Armstrong. Le dejaría solo ante sus rivales, sin equipo. Podría ganar la etapa, podría redimirse de la miseria pirenaica, podría dar un giro al Tour, podría hacer algo grande. A falta de 60 kilómetros para la meta, Ullrich atacó. Fue un gesto de grandeza. Duró 30 kilómetros. La infamia le derrotó.

Las moscas estaban con Mancebo. Nunca había sido tan importante en el Tour. Nunca se había oído tanto su nombre en boca de todos los comentaristas. Precisamente el día en que desfallece. "Lo hacemos por Mancebo", decía Riis, director del CSC de Basso. "Lo hacen por Mancebo", repetía Johan Bruyneel, director del US Postal de Armstrong. ¿Qué había hecho Mancebo? Sucedió que el ataque de Ullrich en busca de su honor, en busca del Tour, en busca de Armstrong, llegó cuando Mancebo ya había sobrepasado su línea roja, estaba a tope para aguantar y no podía más. Desfalleció. Se quedó. Y sucedió que Riis decidió que su Basso debía luchar para defender su segunda plaza en la general -a poco más de un minuto de Armstrong- de Mancebo, quien iba quinto y a quien le gustaría defender, si la alcanzara, la tercera plaza en el podio. O eso explicó, si explicable pudiera ser tal formulación, Riis.

Armstrong controla todos los flecos. Armstrong sabe hacerse amigos. Armstrong sabe conseguir que la lucha de todos sus rivales vaya siempre a su favor. Aparentemente ni se inmutó viendo al Ullrich de los grandes días, poderoso, inmóvil sobre la bicicleta, sentado, tragándose un puerto del 8% como si fuese una contrarreloj llana-perderse tras las curvas. Landis, uno de los gregarios favoritos del tejano, puso un ritmo de aguante, y Armstrong esperó el movimiento del CSC. Ahora toca, ahora lanzará Riis a Sastre, Landis reventará, Armstrong tendrá que tirar de Azevedo, se va a quedar sin equipo y el final es terrible. Así pensaba el aficionado de corazón grande, tan grande como el de Ullrich, tan deseoso de que el Tour recobrara la magia. Ahora muevo a Voigt, pensó Riis. ¡Cómo! Sí, Voigt, mi gigante alemán, el más fuerte de todos los rodadores. Riis movió a Voigt, perdón, paró a Voigt, quien, como de costumbre, marchaba fugado. Lo paró, le dijo que esperara a que llegara el grupo de Armstrong y Basso y que empezara a tirar, que Mancebo se había quedado y que había que aprovecharlo, que podían ganar por equipos, que Armstrong era bueno, que Basso sería segundo, un gran triunfo. Lo dijo Riis, el hombre que ganó el sexto Tour que no ganó Indurain. Voigt no falló. Acelerado tras su impulso el grupo de Armstrong alcanzó a Ullrich, quien había legado a tener 1.09m de ventaja. Voigt no paró. Después de un mínimo descanso, volvió a tirar del grupo, a aniquilar a todos los que quisieran resistir. No paró hasta reventar a Sastre, su compañero de equipo. No paró hasta 500 metros antes de la meta, desde donde, ya, por fin, sin aire, pudo observar el sprint de Armstrong. La decisión eléctrica del americano, su rabia, la furia con la que levantó el puño por delante de Basso -siempre segundo- y Ullrich, derrotado con grandeza. No humillado.

Y dijo Merckx, que ha ganado cinco Tours: "Riis dice que atacará a Armstrong cuando éste desfallezca, pero si siguen corriendo así no desfallecerá hasta el próximo año".

Armstrong, por delante de Basso y Ullrich, festeja su segunda victoria de etapa en este Tour.
Armstrong, por delante de Basso y Ullrich, festeja su segunda victoria de etapa en este Tour.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_