El visado de la Serpiente
HABÍA UNA vez un encantador de serpientes que invitado a Europa para demostrar su arte no podía viajar porque su serpiente carecía del visado necesario para cruzar la frontera... No es un cuento, aunque esta historia aparezca en el contexto de una conversación sobre Las mil y una noches, es uno de los problemas cotidianos que Juan Goytisolo resuelve desde su improvisada gestoría en un café de la plaza de Jemaa el Fna en Marraquech.
Hoy le ha tocado al encantador de serpientes, mañana será el vendedor de zumos y otro día le tocará al médico que teme perder su toldo, en el centro de la plaza, bajo el cual, ante la vítrea mirada de un escolar esqueleto, pasa consulta a sus pacientes. "Todo es posible en esta ciudad increíble", repite el escritor a cada paso, y ayudarles a resolver sus problemas es la forma que tiene el autor de Telón de boca de devolverles todo lo que esta plaza única en el mundo le da: "Una vez me quedé sentado en la plaza hasta el alba y aún tengo grabada la imagen de uno de los ciegos que en la madrugada ofrecía su recaudación del día a una prostituta a cambio de que le dejase tocar sus pechos...". Son las imágenes de la vida que ese "libro de la vida" que es en opinión de Goytisolo el libro de Las mil y una noches reúne en sus páginas. Historias que en esta plaza surgen a cada rato: "Hay historias que aparecen calcadas en los chistes españoles como, por ejemplo, las historias de Jaimito. Un cuentista de la plaza me contó una preciosa que reproduje en Crónicas Sarracinas: Xhá, Jaimito en árabe, un muchacho listo e inocente a la vez, salió de viaje, le pilló la noche lejos de su casa y -el cuentista explicaba que era un joven muy atractivo de doce o trece años- tenía que dormir en un dormitorio de hombres, se hizo la composición de lugar y pensó: 'De aquí yo no salgo virgen'. Así, cuando anocheció se fue al mercado, compró un cuenco de sopa de habas, un potaje muy espeso, y cuando apagaron la luz, tiró en los fondillos de su pantalón este potaje. Cuando su vecino atraído por su juventud avanzaba, su mano pecadora tocó esta sustancia, retiró la mano y así todos los que intentaron meterle mano se alejaban inmediatamente. Gracias a esta astucia pudo preservar su integridad. Hay historias parecidas en todos estos relatos, que se van transmitiendo y transmutando... A mí me fascina, hay un continuo trasvase entre el relato oral y la literatura".
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