El 'show' de los horrores de Flecha y Egoi
Los dos corredores españoles se neutralizan y permiten ganar al francés Moncoutie
En el antiguo Egipto no había bicicletas. No existían las carreras ciclistas. La vida era, pues, más sencilla. Aunque puedan parecer complicados de entrada para aquellos acostumbrados a un sistema de escritura en el que cada cadena de signos corresponde a una cadena de sonidos, significado y significante, signo, señal y síntoma, hasta los jeroglíficos se descifraron. Situación que, después de más de 100 desde su nacimiento, aún no ha alcanzado el ciclismo. Ni los más sabios lo controlan, ni los más viejos lo interpretan, ni el Raphäel Geminiani que reinventó la táctica, la estrategia y la astucia conduciendo a Anquetil y que ayer, 79 años cumplidos, aún era capaz de pronunciar sarcasmos en torno a Poulidor y restregarle un maillot amarillo que nunca tuvo más cerca. Ni Ferretti.
Tour 2004 11ª Etapa
ETAPA
St. Flour-Figeac, de 164 kilómetros
1. David Moncoutié (Cofidis) 3h 54m 58s
2. Juan Antonio Flecha (Fassa) a 2m 15s
3. Egoi Martinez (Euskaltel) a 2m 17s
4. Thor Hushovd (Credit Agricole) a 5m 58s
GENERAL
1. Thomas Voeckler (La Boul.) 46h 43m 10s
2. Stuart O'Grady (Cofidis) a 3m
3. Sandy Casar (FdeJeux) a 4m 13s
9. José E. Gutiérrez (Phonak) a 10m 9s
ETAPA DE HOY
Castelsarrasin-La Mongie, 197,5 kilómetros.
Tras unos cuantos amagos y varios intentos se formó la escapada que anunciaba el trazado
Giancarlo Ferretti tampoco ha encontrado la piedra Rosetta del ciclismo. Ni siquiera la llegada a Figeac, donde nació Champolion, el que gritó "¡Ya lo tengo!" cuando interpretó la piedra, ha acercado al viejo defensor del ciclismo a la antigua. Ferretti habla de fantasía, de ciclismo de libertad, de directores que sólo deben utilizar el pinganillo como medio de información pura y simple. Habla como Douglas Sirk, el director (de cine) que reinventó el melodrama, hablaba de la vida y del destino; habla como Johan (Cruyff) hablaba del fútbol y la táctica: al corredor se le da una línea general de actuación durante la etapa, unas órdenes y unos consejos, pero, escrito en el viento, el corredor debe ser libre para interpretarlo. Habla contra el ciclismo de ahora, contra el ciclismo de corredores robot a quienes la cabeza sólo les sirve para llevar el casco, para quienes el cable del pinganillo colgando de la oreja es el cordón umbilical de su saber. Habla de supervivencia. Habla melancólico. Habla contra la ley que obliga a ganar a toda costa. A cualquier precio.
Tras unos cuantos amagos, tras varios intentos, a la velocidad del diablo, finalmente, cuesta pero, se forma la escapada que anunciaban el trazado -corto, difícil, asfalto descarnado, ni un metro plano, calor y curvas, cuestas y repechos- y el día -intermedio entre los puertos castigadores del Macizo Central y los puertos decisivos de los dos próximos días en los Pirineos, Mongie y Plateau de Beille-. Es un trío. David Moncoutié, el chico de la región, Egoi Martínez, un navarro licenciado en Económicas que ganó el año pasado el Tour del Porvenir y que hace un par de meses anduvo escapado con Armstrong por el Midi Libre, y Flecha. Flecha cansado, Flecha que dice por la mañana lo que le pasó el día anterior en el Puy Mary: "Me monto en la bici, me pongo de pie sobre los pedales e intento acelerar. No puedo. Creo que la rueda roza. Miro, pero no. Creo que se ha roto el cuadro. Cambio de bicicleta, pero no. Soy yo que estoy cansado. Pero hoy me escaparé. Al final siempre me ganan las ganas de fugarme". Hacen camino los tres. Llegan con tiempo a los últimos 10 kilómetros. A un repecho. A la clave. Al momento inexplicable. Egoi y Flecha hablan. A unos les dicen que lo que hacen es animarse mutuamente, decirse "no seamos pardillos", "no dejemos siendo dos que gane el francés, que es uno y no trino". A otros les comentan que negocian, que se miden, se estudian. Piensan. Terminan de hablar y saltan al escenario. Escenifican el show de los horrores, de los errores. Acto primero: ataca Flecha. Adónde va, piensan al unísono millones de aficionados, si es el más rápido, si le vale con ir a rueda y sprintar al final. Acto dos: sale Egoi a por él. Adónde va, etc..., que deje al francés que se canse. Acto tres: se va el francés. Ya lo decía yo, al final, el más listo. Acto cuatro: Egoi se frena, mira a tras, Flecha hace como que no puede, mira hacia delante. ¿? ¿Por qué? ¿Por qué no muere Egoi sobre la bici? ¿Por qué no quiere intentar ganar? Es debutante, va para figura. Es una situación soñada. Cómo la puede desperdiciar. Quinto acto y final: Moncoutié gana.
Ferretti grita. Y cuando grita gesticula. Y cuando gesticula es el Ferretti cansado, harto, incomprendido, el Ferretti que tiene que tratar con melones, él, a sus años. "¿Estás contento?", pregunta al periodista que le saluda. "Yo tampoco lo estoy", se responde sin esperar a que el otro abra el pico. Y suelta, torrencial: "¡Juvenil! ¡Juvenil! ¡Flecha ha corrido como un juvenil! Flecha es un corredor generoso que se conforma con llegar a la meta con los primeros y recibir buenas palabras y palmadas a la espalda, qué bravo eres, qué duro, qué valiente, qué mala suerte. Y no. Hay que ser astuto, hay que ser inteligente, hay que intentar ganar".
Madariaga, director del Euskaltel, habla: el chico, Egoi, estaba muy cansado.
Flecha da un portazo. Suelta cuatro palabras de conveniencia. Se refugia. Quizás quiera estudiar la piedra Rosetta, un acertijo ciclista que ni Ferretti, ni Madariaga, ni Egoi, ni él han sabido descifrar.
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