Una oreja injustamente otorgada
El Juli ya no es lo que era. ¿Fue alguien alguna vez? Sin duda, lo fue, aunque por lo visto ayer, día 13 de julio, no demostró haber sido alguien. Las faenas a sus toros estuvieron presididas por el movimiento continuo, o dicho en términos musicales, en andantes sostenutos. En su primero amenizó la faena con derechazos y naturales carentes de relieve, insistió permanentemente en el pase atrás, así que todo le salió al modo de arenas movedizas de la nada. Acertó con la espada. No así en su segundo, que no lo hubiera matado mejor si utiliza la espada de madera. Pegó un mitin con el acero de Vulcano. Su faena al quinto de la tarde también fue para olvidar. Enjaretó pases movidos, los cuales alcanzaron la supina vulgaridad a lomos del aburrimiento. Ciertamente, su antología de pasos atrás después de cada pase parecía testificar que si otrora poseyó una lámpara personal que iluminó parte de su vida, a esa lámpara ayer se le fundieron los fusibles.
Domecq / Uceda, Juli, Jiménez
Toros del Marqués de Domecq, desiguales de presentación y, en general, justos de fuerza, sosos, suavones, marmolillos. Uceda Leal: estocada (vuelta al ruedo); estocada (silencio). El Juli: estocada (ovación); pinchazo, estocada baja, tres pinchazos -aviso- (silencio). César Jiménez: tres pinchazos y casi entera (silencio); media estocada y descabello (oreja). Plaza de Pamplona. 13 de julio. 9ª de feria. Lleno.
Los toros llegaron a los corrales entre las carreras preciosas y los relevos de los mozos
La muleta de César Jiménez se le fue por las ramas en el sexto toro. El diestro echó mano de lo fácil. Se puso de rodillas, muleteó marrulleramente y consiguió una oreja de regalo. Es posible que esa oreja sea una de los apéndices otorgados en Pamplona más injustos jamás concedidos. Esa oreja ya haría sonrojar al mismísimo Bombero Torero, ya que estamos seguros que la hubiera rechazado con altivez de torero honrado. César Jiménez sigue inmerso en una estética mentirosa. Va a ser difícil que salga de ahí mientras públicos como el de ayer le pongan en la mano esa oreja tan otorgada a destiempo. En su primero estuvo premioso, vulgar y aburrido.
Tanto de El Juli como de César Jiménez supimos que eran toreros porque llevaban puestos trajes de luces, pero sólo por eso. Si por una suerte de acto surrealista fuera posible entrevistar a las muletas de El Juli y César Jiménez, seguro que confesaban su enorme disconformidad con ambos toreros. Esa entrevista llevaría el simpático e irónico titular: "La verdad de las franelas".
Uceda Leal tiene el mérito de haber intentado ejecutar a sus faenas dentro de lo que se llama ligazón. Sus pases trataron de estar ligados en todo momento. Se agradece su buena intención. Es verdad que los toros no le ayudaron, puesto que el primero era soso y sin chispa y el segundo embestía por obligación. Tuvo que pechar con dos marmolillos sin raza alguna. Volvemos a recordar que aportó la sugerencia de ciertos ecos de buen gusto.
Los toros del Marqués de Domecq sólo sirvieron para el frigorífico. Lástima de tiempo y piensos perdidos a lo largo de cuatro años.
Destacamos como lo más torero en la tarde de ayer dos pares de banderillas de El Chano y otros dos de José Antonio Carretero. El primero de la cuadrilla de César Jiménez y el segundo de la cuadrilla de El Juli. Curiosamente, el público le pitó al Juli porque no accedió a tomar los palos de banderillas. En su caso, quien puso las banderillas fue el citado José Antonio Carretero y a fe que las pone mejor que su matador. Pero de los dos banderilleros mencionados quien se llevó la palma en este caso fue El Chano. Su manera de citar al toro e irse al encuentro y clavar las banderillas en todo lo alto y salir con majeza del encuentro, eso se agradece. Demuestra además que se siente torero. En muchas ocasiones, bastante más torero como pueda sentirlo el diestro que le paga el sueldo. Esos gestos de los hombres de plata son los que dan al toreo una grandeza muy especial. Son los pájaros de segunda fila que vuelan muy alto.
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