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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

El cielo intransitable

Colectivos ciudadanos se oponen a la construcción de un aeropuerto en Jimena (Cádiz)

Las sierras de Cádiz constituyen uno de los principales campos de batalla del movimiento ecologista andaluz. Las tensiones entre la conservación de espacios naturales de gran valor y los proyectos encaminados a multiplicar la oferta de comunicaciones, ocio o alojamiento en estas comarcas, vienen originando continuos enfrentamientos entre las diferentes administraciones y las principales organizaciones ecologistas y otros colectivos ciudadanos.

A la lista de proyectos polémicos acaba de incorporarse el anunciado aeropuerto internacional de Jimena de la Frontera, cuya construcción estaría en manos de la iniciativa privada. Las características de este equipamiento se presentaron en noviembre del pasado año, en un documento, elaborado por la empresa Klin Ingeniería SA, en el que se proponía la inclusión de esta obra en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana del Ayuntamiento de Jimena.

Los alcaldes de la comarca del Campo de Gibraltar, reunidos a primeros de junio, se mostraron favorables al proyecto, ya que venía a resolver una antigua demanda de mejora en las comunicaciones aéreas. Parecida es la postura manifestada por la Diputación, aunque en ambos casos no existe un pronunciamiento oficial con respecto al proyecto de la empresa Klin, ya que ambas instituciones admiten la necesidad de estudiar con detalle los diferentes emplazamientos posibles.

Por su parte, diferentes colectivos ciudadanos han creado ya una plataforma para oponerse al proyecto (www.noalaeropuerto.com), cuyas tesis también suscribe Ecologistas en Acción. El primer argumento que discuten es el económico, sobre el que se sostienen las principales ventajas anunciadas por los promotores.

El estudio de la empresa Klin defiende los beneficios que el aeropuerto reportará al desarrollo turístico de la zona, ya que podrá atender tanto a los municipios del interior como a enclaves de gran atractivo situados en la costa de Cádiz (Zahara de los Atunes, Barbate, Chiclana o Sotogrande) y en la de Málaga (Estepona, San Pedro de Alcántara o Marbella). En concreto, los autores del documento sostienen, en lo que respecta al sector gaditano, que "a medio plazo el aeropuerto permitirá doblar el número de plazas turísticas por kilómetro de costa", doblando asimismo el porcentaje de turismo extranjero que actualmente recala en estas zonas.

Por el contrario, desde Ecologistas en Acción temen que las perturbaciones inducidas por el aeropuerto dañen el atractivo turístico de una zona que linda con el Parque Natural de los Alcornocales. "La generación de ruidos", explica la asociación, "aunque no llegue a límites molestos o dañinos para el oído, salvo en algunas cortijadas y pequeños núcleos de población, romperá la tranquilidad de municipios como Castellar, Jimena o San Pablo de Buceite, con lo que todas las actividades centradas en el ocio y disfrute del patrimonio natural y cultural se verán gravemente afectadas".

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A la contaminación acústica vendría a sumarse la atmosférica, ya que, según las previsiones expuesta en el propio documento de Klin, el funcionamiento del aeropuerto supondría la emisión de unas 868 toneladas de contaminantes al año, con picos diarios de hasta 5 toneladas de gases nocivos (sobre todo óxidos de nitrógeno y monóxido de carbono), cuya dispersión dependería de las condiciones meteorológicas. Los ecologistas sostienen que, al predominar los vientos de levante, estos contaminantes "se moverían hacia la localidad de Jimena y los terrenos del parque natural".

Otros impactos a considerar, y que también se esbozan en el proyecto, son los derivados de la ocupación de suelo, movimientos de tierras, desmontes y obras de hidrología (el aeropuerto se propone sobre la vega del Hozgarganta, uno de los ríos menos alterados de toda la región). Asimismo, se teme que el tránsito aéreo incida en la supervivencia de algunas especies protegidas, puesto que estas tierras registran una elevada densidad de avifauna al estar situadas sobre el pasillo migratorio del Estrecho, cuestión que también podría ocasionar problemas de seguridad por colisión.

Entre los capítulos que alimentan la polémica también se encuentra el de las infraestructuras asociadas, ya que el aeropuerto precisa de suministro de combustible (ya sea a través de un oleoducto o mediante camiones cisterna), agua (alrededor de 50 metros cúbicos por hora) y electricidad (más de 5.000 kW a medio plazo). Igualmente habría que mejorar la capacidad de las carreteras de acceso y eliminar cualquier obstáculo a las operaciones aéreas con especial mención a los parques eólicos. Aunque el núcleo del aeropuerto no llega a tocar los terrenos del parque natural, sí sería necesario ubicar las luces de aproximación a pista dentro del espacio protegido.

Altos vuelos

Resulta difícil imaginar un aeropuerto, del tamaño que se propone, a escasos metros de un parque natural, en un entorno rural y junto a una localidad serrana que apenas concentra a unos 9.000 habitantes. El escenario de tráfico elegido por los promotores, aún considerándolo "a muy largo plazo", habla de un aeropuerto diseñado para soportar un volumen de 4,5 millones de pasajeros al año, hasta 41.500 operaciones en idéntico periodo de tiempo y unas 185 operaciones diarias de media, lo que da idea del tránsito de aviones que soportaría la zona.

Para poder soportar este uso se plantea un aeropuerto de la categoría 4E, según la clasificación de la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI). De esta manera, en su fase de apertura, señala el proyecto de Klin Ingeniería SA, se contempla "una pista de 2.400 metros de longitud y 45 metros de anchura, para dar servicio a la totalidad del mercado europeo, con una calle de salida perpendicular para acceder a la plataforma". Con esta configuración del campo de vuelos, añade el documento, "se pueden gestionar tráficos superiores al millón y medio de pasajeros".

Los ingenieros que han redactado el proyecto plantean dos alternativas en la ubicación de los sistemas aeroportuarios. Bien podrían situarse en la misma vega del río Hozgarganta, o bien situarlos en el lado opuesto a este cauce, aunque esta segunda opción, en opinión de los técnicos, requiere mayor inversión y, además, supone unos mayores impactos ambientales y territoriales. De cualquier forma, el estudio de impacto ambiental que necesariamente debe acompañar al proyecto aún está en fase de elaboración, y sus planteamientos serán vigilados de cerca por los colectivos que se oponen a la obra.

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