Rey para rato
Hay rey para rato. No siempre estuvo tan convincente Khaled, pero en sus dos últimas visitas se ha superado. Con el melisma a punto y ese rai genuinamente mestizo que, sin perder la cimbreante sinuosidad de ritmos magrebíes y egipcios, aprovecha lo binario del rock y toma prestados acentos del reggae, el funk, el soul...
A partir de Didi, la cuarta canción, fue continuo el goteo de público abandonando las gradas para bailar a pie de escenario. Alain Pérez y Dominique Miletti agarraron dos guitarras de flamenco, mientras Khaled recordaba sus inicios al acordeón y Bachir Mokari añadía un cajón a la rumbita que jugaba con Moliendo café. Khaled Hadj Brahim tiene ahora una banda que vuela. Diez instrumentistas -vientos, violín, guitarra y bajo eléctricos, teclados- propulsados por la batería incansable de Julien Tekeyan. Al final se le desbocaron un poco, entre guiños al último Miles Davis. Quizá un truco del jefe para darse un respiro antes de cantar N'ssi n'ssi. Según el guión previsto tocaba cerrar con la popular Aïcha, pero Khaled se lanzó antes a un dúo con el laudista Abdelouahed Zaim en una de las secuencias más intensas.
Khaled
Veranos de la Villa. Conde Duque. Madrid, 9 de julio.
No está de más recordar que el rai, nacido en Orán, la ciudad más andaluza de Argelia, también es un estado de ánimo. Expresa deseos y sentimientos de los jóvenes del Magreb y la diáspora. Con canciones respondonas que hablan de amor, sexo, libertad, justicia... Una norteafricana minifaldera que bailaba fue en busca de su madre, que también se animó un poco. Khaled repitió Ya rai. El mensaje de esa canción -se traduciría como Lo que yo pienso- sigue siendo necesario. Grito de esperanza contra el integrismo islámico y el cinismo de las democracias.
Babelia
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