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Crítica:ROCK | Avril Lavigne
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Poquita cosa

Guitarra colgando más abajo de la cintura, voz de fiera, nervio. Poco más dio de sí la actuación de la canadiense Avril Lavigne, y no porque la joven rockera carezca de talento y empuje, sino porque, a la vista de la rapidez de su concierto, dio la sensación de que no le apeteció prodigarse mucho en su actuación en Madrid, que ni llegó a la hora.

Una pena. De haber concedido un concierto más al uso, explayándose en sus dos discos de éxito, podría haberse comprobado con más fundamento qué hay de verdad en esta artista y qué hay de prefabricado. Habrá que esperar otra ocasión para resolver la duda. Y lo cierto es que, tal y como iban las cosas hasta que decidió desaparecer del escenario y no volver, apuntó maneras para haber acabado concluyendo que realmente tiene historia y discurso.

Avril Lavigne

Avril Lavigne (voz), Eve Taubenfeld y Craig Wood (guitarras), Charles Monitz (bajo) y Matthew Brann (batería). La 5ª Estación y Pereza. Auditorio Parque Juan Carlos I (Madrid), 9 de julio de 2004.

Avril Lavigne está tocada por un don natural que le hace transmitir mucha fuerza y energía. Aún no tiene 20 años, pero camina con soltura sobre un escenario. Se hace rogar, sí, pero cuando sale, arrasa. Lo suyo es el rock juvenil, nada de arrimarse a la electrónica, al soul blanquito, ni a lo latino. Tampoco tiene un palmito espectacular, y es chaparrita. Por todas esas cosas, ha causado sensación en un mercado como el norteamericano, donde priman más el otro tipo de féminas. Su irrupción a los 17 años con Let go, el disco debú del que despachó cerca de quince millones de copias en todo el mundo, la convirtió en la gran esperanza del rock femenino, y enseguida la compararon con estrellas del género como Alanis Morissette, Annie di Franco o Sheryl Crowl, de las que se afirmó que sería digna sucesora.

Maduración

Sumida en un proceso de maduración, Lavigne no ha demostrado en Madrid todo lo que se intuye de su reciente segundo disco, Under my skin. O sea, la convicción con la que parece que defiende la grabación no corresponde con la displicencia que mostró en su concierto, resuelto más por las enormes dotes con las que le ha agraciado la naturaleza que por el escaso interés mostrado en agradar y complacer a su público. Incluso a la mitad desapareció un rato, sin explicarse muy bien los motivos, lo que contribuye a romper el concierto y enfriar al personal.

La velada, sin embargo, había comenzado a calentarse con las canciones de La 5ª Estación, un nuevo grupo que ha hecho el camino a la inversa. Constituido en Madrid, ha sido en México donde ha trabajado los últimos años. Y por Pereza, viejos conocidos que sí se explayaron a gusto con ese rock and roll pandillero heredero de Tequila. Pero la cosa iba con Avril Lavigne, la misma que ha afirmado que "bajo su piel" (de la traducción en español de su disco) "también hay huesos". Hace falta saber si también hay carne.

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