Cuatro esquinas para España
Hubo un momento en la historia de la literatura española de mediados del siglo pasado -en torno a finales de los sesenta- en el que nuestra novela, que había conocido un breve momento de esplendor en torno a los realistas (de Ignacio Aldecoa a Jesús Fernández Santos, Medardo Fraile y Sánchez Ferlosio) mal llamados entonces "sociales" vieron que el país les abandonaba conforme sus tesis se solidificaban, pues despegaba en su economía y se transformaba su nivel industrial y editorial, con lo que se mostraron propuestos a experimentar nuevos caminos más literarios que políticos. A ello contribuyeron Luis Martín Santos -pronto desaparecido-, el silencio de Ferlosio, la desaparición de Aldecoa y las transformaciones que impulsaron nuevos libros de Luis y Juan Goytisolo, García Hortelano, Caballero Bonald, Juan Marsé, Isaac Montero, Ramón Nieto, el meteorito que fue Miguel Espinosa y la fulminante aparición de Juan Benet. En fin, en una generación tan mal tratada por el tiempo, sobrevivieron los mejores, siempre que pudieron, claro está, pero aquel momento fue tan clave que no está mal volver a él de cuando en cuando. La "recuperación" de una de aquellas novelas -guillotinada por la censura franquista en 1971 y permitida muy "cortada" tres años después, qué lástima, en 1975 concluía la maldición- en su primera versión íntegra, me permite hablar de la figura y obra de uno de los escritores más significativos de aquellos momentos de esperanza y desesperación, que además vive, y apenas ha seguido una efímera carrera de escritor, quizá desanimado desde entonces, pues su última novela digna de consideración, Los monjes, se publicó hace ahora veinte años.
LA SEÑORITA B
Ramón Nieto
Dilema Editorial
Madrid, 2004
360 páginas. 18 euros
Ramón Nieto (A Coruña, 1934) irrumpió pronto y con fuerza en aquella generación realista con diversos premios y buena recepción crítica. Fue premio Sésamo de cuentos en 1957 (La Tierra), Leopoldo Alas de relatos con Los desterrados (1958), Ondas de novela al año siguiente con La fiebre, publicando otras cuatro novelas después bien recibidas, como El sol amargo (1961), La patria y el pan (1962), La cala (1963, la primera que escribió, que había sido antes premio Sésamo de novela corta) y Vía muerta (1964). También publicó en 1972 un excelente (y narrativo) libro de poemas Siete años y unos días, pero para entonces ya había sucedido lo peor, la publicación, secuestro, proceso ante el Tribunal de Orden Público y destrucción de la edición casi entera de La señorita B (Seix Barral, 1971), que por concesión del autor y la editorial ante las presiones de la censura apareció convenientemente recortada y con el título levemente cambiado por el de La señorita, en 1974, como si no hubiera pasado nada. Mientras tanto, se dedicó a labores editoriales (fue cofundador de Santillana) y durante cinco años dirigió en París las publicaciones de la Unesco, aunque tras su regreso a España sólo publicó en 1984 una extraña novela alegórica, Los monjes (una fábula imaginaria sobre las insólitas relaciones que se establecen entre un grupo terrorista y el puñado de monjes que malvive en un monasterio arruinado), que fue su canto del cisne como narrador, pues, quizá desanimado ante los cambios de los tiempos y la ausencia de eco ha guardado silencio hasta hoy.
Mi querido y buen compañero
en estas páginas, poeta, antólogo y crítico de poesía, Antonio Ortega, nos cuenta esta historia, de manera más pormenorizada y completa, en su excelente introducción a este volumen, que Juan Carlos Suñén, desde su Escuela de Letras (bien vivita y coleando) nos presenta en esta nueva colección, Narradores Siglo XXI, dedicada tanto a novedades actuales como a grandes rescates del pasado más reciente. Aunque todo está bien explicado, quisiera insistir en el dato de que la adscripción inicial de Nieto al "realismo social" fue algo más voluntarista que real, pues de todas sus novelas, sólo dos, El sol amargo y La patria y el pan, se adscriben con cierta exactitud a dicho movimiento, y la segunda (editada por Seix Barral) ya fue objeto de los cortes de la censura entonces, mientras que la anterior había sido un ataque en regla contra el "negocio" del turismo, que tanto éxito tendría después, Ramón Nieto tenía razón -como hoy vemos- pero no era un buen profeta, como también se ve a estas degeneradas alturas. Las demás insistían en dos temáticas, el existencialismo moral y la degeneración de la burguesía, sobre todo.
¿Por qué razón la censura franquista se cebó contra La señorita B? Quizá al motivo de sus críticas -implícitas y explícitas- al régimen de entonces -que las hay, al franquismo puro y duro- se unía su vocación de radical experimentalismo, que hizo quizá que la amenaza pareciera mayor por su complejidad, que desembocaba en una misteriosa oscuridad. Había que perseguir primero al autor y después a su editor (o al revés) con los que ya había tropezado varias veces la Administración de Fraga, menos "aperturista" de lo que autoproclamaba, y que entonces estaba sumida en una red de extraños procesos y secuestros sin final. A la censura de Fraga todos los dedos se les volvían huéspedes. Dicho esto, también tengo que decir que el experimento narrativo de Ramón Nieto me parece aquí más importante por ser lo primero que lo segundo.
Pues se trata de una novela
basada en una suerte de "estructuralismo espacial" (si podemos llamarlo así) que intenta reflejar toda la historia de España en un solo instante que la recoge -o puede recogerla- toda. ¿Cómo encerrar un discurso total en un solo momento, un solo espacio y una sola metáfora? Pues dividiendo el espacio en principio único por cuatro puntos que integran la geografía (los cardinales), la moral (capas ideológicas) y lo social. El resultado es que se oponen cuatro puntos espaciales que son sectores ideológicos y capas sociales a la vez (Norte-Arriba-Palacio frente a Sur-Abajo-Pueblo, flanqueados por Este-Derecha-Gimnasio a un lado y OesteIzquierda-Chalet al otro). En cada punto de una región imaginaria llamada "Belenos", donde reside la no menos imaginada "señorita B" (Iberia) por la que todos suspiran pero que ninguno alcanza -o quizá los niños en el futuro de sus sueños-, suceden cuatro relatos a su vez fragmentados y dispersos, donde lo significado es mucho más claro que el significante que se nos cuenta, y eso es lo que la nueva edición censurada de 1974 complicó hasta la exasperación. Aunque éste no fuera un resultado muy concluyente, contar su proceso sí me lo parece, pues muestra un momento clave en la evolución de nuestra novela y de sus protagonistas, de los mejores autores de entonces que se tomaron en serio la manera de salir de verdad del realismo hacia otros horizontes más serios, lo contrario de lo que al final ha sucedido y entre todos hemos aplaudido hacia la falsificación final.
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