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FERIA DE SAN FERMÍN

Los toros de Cebada Gago superan su negra fama con un encierro rápido y limpio

Pamplona se despertó ayer con un encierro clásico, muy limpio y rápido. Los toros de Cebada Gago no cumplieron con las sombrías expectativas que les precedían y rindieron una carrera escalonada y con muchos espacios para que los mozos pudiesen ofrecer estampas preciosistas en la misma testuz de los animales. Sólo seis personas requirieron asistencia médica y ninguna de ellas por asta de toro.

Los animales del hierro gaditano cumplieron el recorrido en apenas dos minutos y medio, sin derrotes. La carrera comenzó con tres toros tirando a ritmo trepidante de la manada en la cuesta de Santo Domingo y la plaza del Ayuntamiento. En este primer tercio no se vivieron situaciones de peligro, ya que los astados enfilaron la calle sin acercarse al vallado y dejando carriles a ambos lados para que los mozos se retirasen limpiamente.

Hace justamente un año, un veterano corredor resultó herido de muerte por un 'cebada gago'

Con tres erales en cabeza, la camada afrontó la calle de los Mercaderes. En la peligrosa curva de Mercaderes y Estafeta, todos los toros, por la velocidad de su marcha, chocaron violentamente contra los refuerzos de seguridad y cayeron. Se vivió entonces uno de los momentos más dramáticos cuando un joven, totalmente desorientado, se apoyó en el lomo de un astado. El animal, cuando estaba a punto de retornar hacia la calle de los Mercaderes, fue recogido por tres cabestros.

Pero si los toros son el peligro y la emoción del encierro, los corredores que los persiguen y nunca osarían ponerse ante sus astas resultan otro tremendo factor de riesgo. En el paso de la curva de Mercaderes y Estafeta, cuando los animales ya enfilaban esta última calle, decenas de estos corredores formaron una montonera que taponó la calzada. Ante la avalancha de personas que intentaban seguir el recorrido y seguían alimentando la barricada humana, la Policía Municipal tuvo que intervenir a empellones para que no hubiese heridos.

Tras la caída de los toros, dos cabestros se unieron a la cabeza del grupo y abrieron el camino a sus compañeros de manada. De lejos les seguía un cuarto ejemplar, y muy retrasados, otros dos animales que no se distrajeron en ningún momento ni trataron de buscar las tablas con sus pitones.

Con el grupo disgregado, hubo momentos de notable intensidad. Los mozos propiciaban carreras de libro: cuerno en los riñones, periódico en la mano y espacios imposibles que se abrían en Estafeta y en la recta de Telefónica para dejar paso al grupo. Sólo el quinto animal hizo un gesto feo, cuando derrotó hacia la derecha y empujó a unos mozos que no sufrieron ni un rasguño.

Con los toros ya descansando en los toriles, llegó la hora de las asistencias médicas. De los seis hospitalizados ayer, todos leves, la peor parte se la llevaron los franceses Jean François Majeste, de 37 años, y Fredéric Ninous, de 40, ambos con traumatismo craneal; el pamplonés Gabriel Pérez de Iriarte, de 28, atendido por diversos politraumatismos, y la australiana de 24 años Karen More, golpeada en el callejón de la plaza y a la que se le diagnosticó también traumatismo craneal leve.

Pese a que el encierro resultó trepidante, una nube de tristeza envolvía a los tradicionales corredores pamplonicas. Los divinos echaban de menos a Fermín Echeverría, quien ayer hizo un año fue herido de muerte por un cebada gago. Echeverría, uno de los corredores más veteranos de la ciudad, permaneció dos meses en coma antes de fallecer. Por eso, al terminar el recorrido, muchos miraron al cielo.

El encierro de Cebada Gago, al principio de la calle de la Estafeta. 

/ LUIS AZANZA
El encierro de Cebada Gago, al principio de la calle de la Estafeta. / LUIS AZANZA
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