Vencidos por el calor
Las altas temperaturas revelan la ineficiencia energética de las vivienda
Fue a finales de los años ochenta cuando las jornadas de mayor demanda energética en Andalucía dejaron de localizarse en los meses invernales para desplazarse a la época estival. Los sistemas de refrigeración doméstica dejaban entonces de ser exclusivos de las clases más pudientes, y su implantación comenzaba a crecer de manera exponencial. En 1992, y según un estudio de mercado de la propia Sevillana de Electricidad, tan sólo un 9% de los hogares andaluces contaban con aire acondicionado, lo que suponía, tomando como referencia el número de abonados a la compañía eléctrica, un parque aproximado de 300.000 aparatos. Aunque dicha estimación no es fácil de actualizar, el porcentaje de viviendas refrigeradas, según los cálculos más conservadores, ha podido triplicarse, con el consiguiente aumento en el consumo energético.
Este fenómeno ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema de distribución de energía eléctrica, ya que si bien existen recursos suficientes para atender la fuerte demanda que se origina en los días de más calor las redes de distribución no han podido soportar el tránsito de tan ingentes cantidades de energía, provocando serios problemas de abastecimiento en ciudades como Sevilla. Al margen de la imprevisión con la que se han manejado las empresas eléctricas, a las que se demanda una mayor inversión en la mejora de estas infraestructuras, en estos sucesos también ha influido la ineficiencia energética de las viviendas, como se encargó de puntualizar la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, que cifró en un 40% las pérdidas de frío que llegan a registrarse en numerosos hogares debido a su deficiente aislamiento.
Resulta cuando menos paradójico que sean precisamente especialistas de la Universidad de Sevilla los que han diseñado, para su aplicación en toda España y por encargo del Gobierno central, un procedimiento, de fácil ejecución, que permite conocer el comportamiento energético de cualquier vivienda y calificarlo según un baremo ya establecido. Esta herramienta, desarrollada por el Grupo de Termotecnia de la Escuela Superior de Ingenieros, se apoya en un programa informático que realiza todos los cálculos. El arquitecto introduce en el programa una serie de datos que conoce de antemano, puesto que forman parte del proyecto de edificación, y que tienen que ver tanto con la epidermis del inmueble (muros, aislamientos, marcos de ventanas o tipo de acristalamiento, entre otros) como con los sistemas que consumen energía para producir agua caliente o atender las necesidades de calefacción y refrigeración.
Finalmente, el programa calcula el consumo de energía y lo expresa en cantidad de dióxido de carbono emitido y, a partir de esos datos, le otorga una valoración a la vivienda que va de los seis a los diez puntos en función de su menor o mayor rendimiento energético. Si obtiene menos de seis puntos quiere decir que los consumos previstos, y por tanto las emisiones contaminantes, no han alcanzado los mínimos exigibles de acuerdo a las exigencias de las directivas comunitarias.
El programa permite, asimismo, simular los efectos que tendrían diferentes mejoras o modificaciones en el proyecto de edificación. Si una vivienda no ha obtenido una buena calificación, el arquitecto puede volver al programa y empezar a introducir mejoras en el diseño de la obra y comprobar qué incidencia tienen en el consumo energético. Quizá, por ejemplo, poniendo unos toldos, cambiando unos vidrios o mejorando el sistema de refrigeración la vivienda sumaría algún punto más en la calificación energética.
El procedimiento es de aplicación voluntaria, aunque Sevilla se ha convertido en la primera ciudad de España que exige esta calificación, para edificios de nueva construcción, de acuerdo a una ordenanza aprobada en 2002. Los responsables de la Agencia Local de la Energía calculan que, a comienzos de 2006, habrá en la ciudad unas 3.000 viviendas que cuenten ya con una certificación favorable.
Desde el punto de vista energético, confiesan los especialistas del Grupo de Termotecnia, la mayoría de los proyectos de edificación "son muy malos", lo que origina importantes derroches de energía. Un solo centímetro del material que se usa como aislante térmico, y que con frecuencia escatiman los constructores, es tan resistente a las pérdidas de calor y frío como un muro de hormigón de medio metro de espesor. El tipo de ventanas y cristaleras también determina un mayor o menor consumo energético, ya que estos elementos son los responsables del 40% de las fugas de frío y calor. Contar con doble acristalamiento supone ahorros de hasta un 20% en la factura de la refrigeración, y a esta cifra se le puede sumar un 10% adicional si, además, se instalan burletes adhesivos en puertas y ventanas para taponar las rendijas.
En manos del viento
En Sevilla o Málaga las olas de calor suelen estar asociadas a las características de los vientos dominantes. En la capital hispalense, cuando soplan del sureste suelen ser de procedencia africana, y en su viaje a través de las cordilleras béticas se recalientan lo suficiente como para convertir la ciudad en un infierno. La tortura acaba de una forma brusca: los vientos cambian a componente suroeste, de procedencia atlántica, y la temperatura máxima llega a caer hasta 10 grados en apenas 24 horas.
En Málaga los aires africanos se refrescan a su paso por el mar de Alborán. En esta capital, los que provocan la ola de calor suelen ser los terrales, procedentes de la meseta y recalentados a su paso por las serranías cercanas a la ciudad.
La estructura y funcionamiento de las grandes urbes también contribuyen a empeorar la situación. La temperatura es más elevada dentro del recinto urbano que en la periferia. No es difícil imaginar quiénes son los responsables de esto: industrias, aparatos de climatización, automóviles y los procesos metabólicos de los habitantes. Además, los materiales de pavimentación más comunes (asfalto, cemento o piedra) absorben y conducen el calor más deprisa que un suelo esponjoso y húmedo.
Al margen de moderar el consumo energético en las jornadas sometidas a altas temperaturas, habría que limitar, por ejemplo, el tránsito de automóviles, medida que hace algunos días reclamaban Los Verdes. Su portavoz en Andalucía, Francisco Garrido, demandaba a los ayuntamientos de más de 50.000 habitantes que "reduzcan el tráfico rodado en un 50% cuando se superen los 35 grados de temperatura" para evitar los episodios de elevada contaminación por ozono troposférico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.