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Reportaje:Eurocopa 2004 | Análisis de cinco batacazos sonados

Repóker de fracasos

Las selecciones que representan a las principales Ligas europeas han dejado el torneo sin ningún protagonismo, algo inaudito

Santiago Segurola

Nunca había ocurrido nada parecido: un gran torneo sin ningún protagonismo de las selecciones que representan a los principales campeonatos de Europa. Italia, España y Alemania fueron eliminadas en la primera ronda. Inglaterra y Francia, en la segunda. En una competición que ha privilegiado a los pequeños países, al fútbol básico, si eso significa un cierto desapego por los excesos comerciales, el tronco de Europa ha sufrido un fracaso descomunal.

INGLATERRA
Beckham se va casi como un paria

Un caso claro de mala administración del potencial. El único hombre en el mundo que desconfiaba de su equipo era Sven Eriksson. No dejó volar a Inglaterra, que tenía casi todo, menos un portero decente y un interior derecho. Beckham jugó todos los partidos y todos los minutos. En eso Eriksson se pareció a Queiroz ¿Por qué? ¿Obligaciones comerciales? Beckham ha sido el más irrelevante de los jugadores ingleses y finalmente el más negativo. Está para lanzar faltas, penaltis y poco más. En realidad tampoco está para eso: falló dos penaltis, Inglaterra fue eliminada y Beckham sale del torneo casi como un paria. El gran icono del fútbol inglés ha sido arrasado por el antibeckham, un chico suburbial, sin ningún glamour, ni ganas de tenerlo. Rooney se llama y, por ahora, pretende ser futbolista y no portada de las revistas de moda. Ahora todos quieren ser como Rooney. Inglaterra estaba llena de rooneys, jugadores sencillos, pero listos y ambiciosos. Ashley Cole -el mejor lateral izquierdo del campeonato-, Lampard, Campbell, Scholes y Gerrard son la base de un equipo que marcó más goles que ningún otro y, sin embargo, nunca recibió permiso para despegar. Eriksson les hizo jugar a contrapelo frente a Portugal y Francia. En los dos encuentros se adelantó Inglaterra, antes de hacer todo lo posible por perder. Y perdió los dos. A Eriksson -¿alguien recuerda que Inglaterra fue eliminada por Brasil en el Mundial después de cobrar ventaja y jugar con uno más?- le salió una vena avara, que es precisamente lo que menos ha caracterizado al fútbol inglés. La sustitución de Scholes -tristemente destinado a penar en la banda izquierda- por el tosco y mediocre Phil Neville queda como una de las decisiones más cuestionables del torneo.

FRANCIA
La incompatibilidad de Henry y Trezeguet

Que el ciclo se había agotado se vio en el primer partido, frente a los ingleses. Dos goles de Zidane en el último minuto produjeron un espejismo. Pero el torneo ha sido terco. Cada partido invitaba al pesimismo en un equipo que no puede estirar más la generación que ganó el Mundial y la Eurocopa. Barthez, Desailly, Lizarazu, quizá Zidane y, en menor medida, Thuram y Pires han dejado atrás sus mejores días como futbolistas. Tras el fracaso del Mundial 2002, la eliminación ante los griegos en la Eurocopa pone de manifiesto la crisis de Francia. Por cierto, se trata de una selección que rara vez ha jugado bien en los últimos seis años. Ganó el Mundial después de imponerse en los penaltis a Italia, remontar frente a Croacia con dos milagrosos de Thuram -los dos únicos que ha marcado en su carrera como internacional- y derrotar a Paraguay en la prórroga. Algo parecido sucedió en la Eurocopa 2000. Con una defensa envejecida, una pareja industriosa pero sin creatividad en el medio campo y un decadente Zidane, el éxito de Francia dependía de Trezeguet y Henry. Nunca se ha visto un caso tan flagrante de incompatibilidad. El seleccionador, Santini, los juntaba tanto que no necesitaban defensas que les marcaran: se marcaban uno al otro. Henry, que llegaba como gran protagonista del año, sale del torneo con un crédito limitado. A Francia le toca una gruesa renovación.

ITALIA
Al apóstol del resultadismo le pierden los resultados

Comenzó mal y no remontó. El equipo de las defensas invulnerables y los ataques letales tuvo una defensa vulgar y un ataque de medio pelo. Era la Italia de Totti, Vieri y Del Piero, tres célebres delanteros que terminaron el torneo sin anotar un gol. Totti fue víctima del síndrome que le caracteriza en los grandes campeonatos: se autodestruye. Lo hizo en el Mundial 2002 -expulsado frente a Corea del Sur- y repitió en la Eurocopa. Del Piero tenía el aspecto de un anciano cuando corría. Vieri, que sólo juega para Vieri, dio problemas y no arregló ninguno. Italia jugó un excelente primer tiempo ante Suecia, con un protagonismo masivo de Zambrotta, el mejor jugador del equipo, y ciertos apuntes de Cassano. A Trapattoni, apóstol del resultadismo, le han perdido los resultados. Al fondo se aprecian algunos de los problemas que ha incubado el fútbol italiano en su dejación de la creatividad. Su dificultad para generar juego es asombrosa. Pirlo es una esperanza, pero el equipo no le entiende, él no se siente cómodo y Trapattoni no ha sido su valedor precisamente. A Italia le ha faltado verdadero talento -¡Camoranesi y Cristiano Zanetti fueron titulares en el primer partido¡- en todas las líneas y le ha sobrado ego en sus futbolistas más prestigiosos. Por lo demás, la carrera internacional de Del Piero está acabada y la de Vieri se pone cada vez más en duda.

ALEMANIA
La parodia de un estilo muerto de éxito

Hace 30 años Alemania disputó el Mundial con gente como Maier, Beckenbauer, Breitner, Overath, Netzer, Grabowski, Wimmer, Bonhof, Uli Hoeness o Gerd Muller. Ahora los defensores del pabellón son un espantosa colección de jugadores, la consagración de los peores signos que se observaban en el fútbol alemán desde hace muchos años. Fuera de Ballack, que tampoco es una luminaria, el equipo es la parodia de un estilo que ha muerto de éxito. Tantos títulos, tanta confianza en la extrema fiabilidad de un juego más simple que un cubo, han llevado a Alemania a depositar su suerte en futbolistas que son muy malas versiones de sus predecesores. El equipo ha jugado con la habitual dosis de delanteros gigantescos, centrocampistas pesadísimos y defensas rígidos como vigas. Alemania ha sido un dinosaurio, con pésimas perspectivas para el futuro. No se ve a ningún futbolista interesante, y la selección necesita a varios. Necesita cambiar de registro, imaginarse una Alemania diferente, repensar el fútbol que hace algún tiempo producía jugadores competitivos y brillantes. Aquello empezó a degenerar en Mundial del 74 y desde entonces el curioso declive, trufado de éxitos, no se ha detenido. En dos años, Alemania jugará como local en la Copa del Mundo. Por lo que se ha visto, puede dar el petardazo.

ESPAÑA
Jóvenes con más complejos que otras generaciones

España tenía un buen equipo y una pésima historia. Ahora los aficionados creen que España tenía un mal equipo. De la historia no cabe decir mucho: se repitió en Portugal. Sáez diseñó dos equipos, uno de abnegados fajadores y otro de artistas. En el enunciado se observaba un problema: dos equipos que nunca confiaron el uno en el otro. "¿Dónde vamos con esta cuadrilla de niñatos?", dijo un notable de la selección tras la derrota frente a Portugal. El encuentro reprodujo los viejos defectos de la selección en los momentos decisivos, pero errores todavía más gruesos. España fue arrollada en el primer tiempo, mientras se abrían interrogantes sobre la respuesta de Xabi Alonso, Joaquín o Torres a un desafío de gran calibre. Pero tampoco los veteranos, o quienes se dedican a los trabajos menos vistosos, dieron garantía alguna: Helguera, Albelda, Baraja, Raúl, Etxeberria y Morientes alcanzaron un nivel discreto en el mejor de los caos. Con niñatos o sin ellos, España jamás juega con la convicción que se espera de un aspirante al título. Nunca se decide a marcar distancias, ni tan siquiera cuando está en condiciones de hacerlo. Fue mejor que Rusia y Grecia, pero en ambos partidos dejó la impresión de equipo sin vuelo, sin poderío, sin alegría. Frente a Portugal ocurrió lo peor. Los jóvenes, que parecían ajenos a los complejos de siempre, actuaron con más complejos que ninguna otra generación, y han sido varias las que han fracasado. Atrás ha quedado un torneo en el que España no ha dejado un detalle. Ningún jugador ha estado en su mejor nivel. La depresión es profunda. Sáez ha pagado el fracaso, pero es evidente que las causas son estructurales: España es un figurante en los grandes torneos desde hace demasiado tiempo. El equipo deja dudas por todos los lados. Faltan defensas de garantías, los extremos no marcan la diferencia, Raúl se mantiene instalado en la crisis de juego y de goles, Torres apunta grandes maneras, pero juega para Torres, y así hasta el Mundial, donde España despertará las esperanzas de siempre y padecerá las consecuencias de la historia.

Beckham, cabizbajo tras fallar un penalti ante Portugal.
Beckham, cabizbajo tras fallar un penalti ante Portugal.ASSOCIATED PRESS
Raúl (izquierda) se quita el brazalete de capitán y se lamenta tras la derrota ante Portugal. Totti (derecha) se encara con Poulsen.
Raúl (izquierda) se quita el brazalete de capitán y se lamenta tras la derrota ante Portugal. Totti (derecha) se encara con Poulsen.REUTERS / ASSOCIATED PRESS

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