Huevo de tiburón
La 2 repone Los vigilantes de la playa, que es a la televisión lo que Leni Riefenstahl fue al cine: un exagerado ensalzamiento del culto al cuerpo. El argumento de la serie es reiterativo y, por tanto, hipnótico.
Socorro
La serie repite un único esquema: imprudentes bañistas que se ahogan y héroes de ambos sexos que les rescatan. Esta épica de litoral incluye amenazas submarinas o la enajenación de un psicópata que de niño sufrió una sobredosis de Bonanza. Las escenas culminan con frases del tipo: "No hay señales del tiburón". Como en el caso de Riefenstahl, triunfa la voluntad y el tema consigue interesarte los primeros minutos. Luego te dedicas a comparar tu cuerpo con los que salen en pantalla y llegas a la conclusión de que si, como dicen, salir en la tele engorda, no veas cómo atocina mirarla desde el sofá.
Cariño
"En la medida en la que unos te adoran, otros no te pueden ni ver", le dice María Teresa Campos a Jaime Peñafiel. Es una verdad digna del comentarista Míchel. Y Peñafiel, que acaba de hablar de la salud del Rey o de poner a parir al padre de Letizia, intenta estar a la altura de la ex reina de Tele 5, próxima majestad de Antena 3, y le dice: "Aquellos que le odian a uno no le abandonan nunca". El diálogo resume el peligro de ser conocido por asomarse a una pantalla y vérselas con toda clase de fobias y filias, también conocidas con el eufemismo de "muestras de cariño". Ejemplo de muestra de cariño: a algunos jugadores de la selección española los insultaron en Barajas, y cuando lograron zafarse de los hinchas faltones ponían cara de pensar: "No hay señales del tiburón". Más tiburones: en un documental que emitió Canal +, dirigido por Oliver Stone y producido por Jaume Roures, vi a Fidel Castro paseando por su despacho, contando los pasos y diciendo, con incontinente cinismo: "Esto es una celda".
Vanidad
Aída, ex de Gran Hermano, fue apartada de Crónicas marcianas por vejar a un joven que iba en silla de ruedas. Estuvo en Ratones coloraos (Telemadrid, Canal Sur) y pidió un perdón poco convincente por su pecado (en cambio, no se excusó por las veces que ha insultado a los que no van en silla de ruedas). Dialogó con Jesús Quintero y hablaron de vanidad, un tema que ambos dominan, aunque desde posiciones opuestas. Quintero practica una vanidad culta, histriónica y refinada, mientras que Aída derrocha una agresiva y delirante altivez, de quien cree que repitiendo mecachis qué guapa soy logrará mejorar sus virtudes (es un fenómeno habitual en la televisión: el rictus soberbio). En el anuncio de Aquarius, en cambio, publicitan un refresco reflexionando sobre lo inútil que resulta hacer anuncios. Convierten una crítica en un elogio, un inteligente truco de magia mercadotécnica.
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