Hans Eichel, entre la espada y la pared
En otras épocas, una coyuntura económica tan marcada por la debilidad interna como la que ahora atraviesa Alemania, casi automáticamente hubiese desencadenado gigantescos programas de gasto público para estimular inversión, demanda y consumo. Pero aun si la ortodoxia económica lo permitiese, el ministro de Finanzas alemán, Hans Eichel, no podría recurrir a esta receta, como tampoco puede contar con audaces bajadas de tipos por parte del Banco Central Europeo, que ha demostrado ser mucho más cauteloso que la Reserva Federal estadounidense. Eichel, sencillamente, ni tiene el dinero, ni puede recurrir sin más a un ulterior endeudamiento. Se lo impide el Pacto de Estabilidad, pero también una deuda acumulada por éste y otros Gobiernos que ya se acerca a los 1,4 billones de euros, en torno a un 65% del PIB alemán de 2004.
El margen de maniobra del ministro, por tanto, es mínimo y así volvía a quedar en claro en el proyecto de Presupuestos para 2005 aprobado el pasado miércoles por el Gobierno. El gasto del Estado central, según estas cuentas, aumentará en 1.000 millones de euros, hasta los 258.300 millones de euros, un 0,4% más que en 2003. El déficit federal se situará en 22.000 millones. Esto es más de lo que Eichel había prometido en anteriores ocasiones a Bruselas, pero menos de lo que vendría bien a la economía alemana. Para recaudar este dinero sin tirar demasiado de nuevos créditos, Eichel pretende recaudar 15.450 millones de euros con la venta al banco público de fomento KfW de las participaciones que el Estado aún mantiene en Deutsche Telekom y Deutsche Post. Ello equivale a "vender las joyas de la familia", se ha apresurado a criticar la oposición democristiana, sin mencionar que en los años noventa fue ella la que comenzó con las grandes privatizaciones y sin ofrecer alternativas viables que permitan ajustar de otra manera las cuentas.
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