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SOMBRAS NADA MÁS | Eduardo Haro Tecglen, periodista.
Columna
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El niño republicano cumple 80 años

Juan Cruz

SORPRENDE DE Eduardo Haro Tecglen que viaje sin maletas. La primera vez que salió de Madrid era un niño (el niño republicano) y esta ciudad en la que nació hace 80 años estaba cercada por el ejército de Franco. Entonces no llevó equipaje, pero se fue a Valencia, que aún era republicana, y allí halló el mar libre y las tiendas llenas de comida. En el franquismo se fue a París, de corresponsal de Informaciones; un periodista de nombre Juan Cueto -precisamente- le prestó una maleta blindada; se le quedaron dentro las llaves, y durante días no halló un cerrajero. En el ínterin, su padre, un periodista muy fino que se llamó también Eduardo Haro, fue condenado a muerte por los nacionales, y luego cumpliría cinco años de la condena de 30 por la que se le conmutó la muerte. Hace muchos años, cuando era subdirector de José Ángel Ezcurra en la mítica revista Triunfo, Haro se ocultaba del público: porque era alto, porque era hijo de rojo. Pero luego relajó sus defensas (es lo que dice) y no sólo publicó libros (con mucho éxito, por ejemplo, su autobiografía, El niño republicano), sino que dio conferencias y charlas; hoy, este hombretón descreído entiende la pasión de los actores por el público que le ama, pues es en esos lugares a los que ahora acude donde siente el amor que echa en falta...

No se siente querido. Sin embargo, ahora recibe homenajes y agasajos, quieren su autógrafo e incluso su bandera (la republicana), y precisamente mañana Iñaki Gabilondo conversa con él y con muchos de sus numerosos amigos en el homenaje con que el Círculo de Bellas Artes (el mismo que le hizo socio de honor hace nada, por iniciativa de su amigo Juan Ángel Vela del Campo) marca esa edad y también la concesión de esa honra. Manuel Vázquez Montalbán, que fue su descubrimiento en Triunfo, dijo de él que "lo sentimental se nos da bien a los rojos", y aunque lo simula bastante este Haro que parece hosco e incluso esquivo es un hombre con la sensibilidad a flor de piel. Además de abrazos recibe invectivas. Le indignan las falsedades que ciernen sobre él personas que saben que están mintiendo para envilecerle; la herida por la que respiraba esta semana, y otras también, es la divulgación falsa de que alguna vez fue falangista...

Es un escritor que hizo, en los libros, que la memoria (la de la República, sobre todo) fuera su segunda Patria, como dijo el ya citado Vázquez Montalbán. Como periodista comenzó en seguida, y adquirió una velocidad impar. A esa velocidad escribió un editorial para el diario Informaciones. El director, Paco Lucientes (que luego escaparía con Celia Gámez), le reprochó: "Lo has escrito muy rápido, hazlo de nuevo". Lo guardó durante dos horas y luego le entregó a Lucientes el mismo texto: "¿Ves?", le dijo el director, "así, reposado, está mucho mejor". Ese mismo director le pidió otro día un editorial sobre los precios agrícolas en Europa. Haro pidió instrucciones: "¿A favor o en contra, director?".

Haro Tecglen ha sido también los seudónimos Pozuelo, Pablo Berbén, Juan Aldebarán..., según ha escrito sobre humor, ciencia, política internacional o teatro. Dirigió España, de Tánger. Y después de Triunfo escribió para este periódico editoriales de política internacional, o de cualquier cosa, y crítica teatral. En Triunfo era ya un veterano que acudía al trabajo arrastrado por su perro, que le miraba escribir de todo como si tuviera dentro una veloz máquina de saber. Treinta años después de aquella aventura, Haro mira atrás con la melancolía de las pérdidas, de lo que no pudo hacer. ¿Y la muerte de cuatro de sus hijos, cómo pesa? "Eso no es melancolía; es dolor perpetuo. Eso jamás se supera". Algunas expectativas le mantienen con esperanza. ¿La República? "Claro, es una de ellas. Pero, ¿y si eligen a Aznar como presidente?". Desde hace años escribe en EL PAÍS la columna que aparece (por aparecer en algún sitio) en las páginas de televisión. El espacio le ha dado un estilo y él le ha dado un estilo al espacio. Pero pudo haberse adaptado a cualquier otro sitio en el diario. Por el periodismo también viaja sin maleta.

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