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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Otros profesores

El próximo miércoles, tres profesores de mi instituto iremos a cenar con un grupo de alumnos para celebrar el final del curso. Son chicos y chicas de 3º y 4º de la ESO que arrastran una historia dilatada de fracasos y una cierta desgana por lo académico. Algunos se van a titular en los próximos días, pero otros volverán en septiembre a intentar recuperar las materias suspensas. A ninguno le hemos regalado nada, más allá de nuestro esfuerzo y nuestras ganas de ayudarles. Todos han sufrido para llegar adonde han llegado. Nuestros alumnos no sólo han decidido el modesto lugar de Leganés en el que cenaremos, sino que, a pesar de que sus recursos económicos apenas les llegan para recargar su móvil, quieren invitarnos a cenar.

Si alguno de mis hijos me dice un día que quiere ser maestro, no sólo no lo llevaré al psicólogo, sino que le animaré de todo corazón a que lo consiga. Le explicaré que en todos mis años de docencia jamás me he sentido despreciado, y mucho menos humillado, por mis alumnos. Y que he intentado no despreciar ni humillar a ninguno de ellos. Le diré que tal vez mi trabajo no sea reconocido por la Administración como me gustaría (y aún menos por una Administración tan reaccionaria como la madrileña), pero que nunca he encontrado una sola familia que haya rechazado mi consejo o ayuda, aunque a la postre no los haya aprovechado. Le diré que los jóvenes de dentro de quince años tendrán las mismas ganas y las mismas fuerzas que los de ahora y que los de hace cien años. También le diré que a lo largo de su carrera tendrá dudas, conflictos, sinsabores y frustraciones, pero también que de cómo resuelva o tolere unos y otras dependerá que pueda ser feliz en su difícil trabajo. Le animaré a que nunca se pare, a que no mire a las recetas que valían en el pasado, a que explore, a que experimente, a que luche y, por supuesto, a que disfrute. Le pediré que no haga caso, aunque tampoco desprecie, a los aguafiestas, agoreros y deprimidos. E intentaré convencerle de que si quiere dedicarse a la educación, si de verdad quiere, no pierda el tiempo buscando ninguna otra profesión más provechosa, más emocionante o más gratificante. Porque no existe.

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