La última batalla
Más pronto que tarde, el secretario general del Partido Andalucista, Antonio Ortega, tendrá que verse las caras con el hasta ahora presidente de esta formación, Alejandro Rojas-Marcos. El histórico dirigente, lejos de retirarse tras su estrepitoso fracaso electoral en las elecciones europeas, pretende vender muy cara su piel. Para nada está dispuesto a suicidarse como él dice, de modo que no piensa jubilarse de la política y seguirá, por tanto, dando guerra.
La primera señal de su disposición de luchar hasta el último minuto la acaba de recibir Antonio Ortega con esa reunión de críticos de donde ha surgido una candidatura alternativa a la secretaría general a la que aspira de nuevo.
En la dirección del partido restan importancia a este movimiento, pero lo cierto es que es una dificultad más que se interpone en el camino de Ortega para hacerse con las riendas del Partido Andalucista sin tutela alguna, tal y como lo desea hacer en el próximo congreso a celebrar sabe Dios cuándo. Ni siquiera este extremo, la fecha de celebración del cónclave andalucista, está cerrado. Si bien la ejecutiva del partido, en manos de Ortega, ya lo ha solicitado para el mes de octubre, corresponde al comité nacional fijar la convocatoria. Pero resulta que ese órgano está bajo el control de Rojas-Marcos, tal y como se comprobó meses atrás en la confección de las listas para las elecciones andaluzas en donde se trató de enmendar la plana al mismo Ortega quien, incluso, amagó con dimitir.
Y Rojas-Marcos, dispuesto como está a jugar todos los balones posibles, no va a dejar esta ocasión para sacar tajada política. De modo que no va a facilitar las cosas así como así, gratis, vamos. Dio un paso atrás al observar problemas de liderazgo en el partido, por lo que renunció a la presidencia del partido. Lo hizo de forma sorpresiva pero se descubrió que no era más que un repliegue táctico. Advirtió que seguiría en la brecha y ahora emerge de nuevo procurando ser él quien marque la agenda y el destino del PA.
El problema está en que hasta ahora Ortega ha eludido el pulso personal. Ha preferido que sean sus fieles escuderos Javier Aroca o José Calvo Poyato, entre otros, los que se empleen en la batalla, pero todo hace indicar que eso no será suficiente. Si quiere asumir el control de la organización no tendrá más remedio que echarse el partido a cuestas y vérselas con Rojas-Marcos, el mismo que tiene un sentido altamente patrimonialista de esta formación que llegó a fundar.
Choque de trenes
De modo que si en esta semana el comité nacional no convoca el congreso, tendremos a corto plazo choque de trenes entre uno que persigue abrir una nueva etapa en el partido -Ortega-, y otro que se resiste a dejar de tener un protagonismo de primera fila y situar en manos ajenas lo que a él tanto le ha costado crear, como ocurre con Rojas-Marcos.
Tal vez la irrupción de Ortega se esté demorando en algo porque no le salgan todavía las cuentas de los apoyos que pueda tener, pero lo cierto es que los andalucistas, fieles a su tradición, irán al congreso a cara de de perro, con el cuchillo en la boca. Y lo peor es que ya no tienen a Pedro Pacheco para echarle las culpas de todo.
Como decía el propio político jerezano, el sexagenario, en referencia a Alejandro Rojas-Marcos, no va a dar ni mucho menos su brazo a torcer. Tras ser desalojado de su principal feudo, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Sevilla, víctima, el PA, de la pésima imagen mercantilista que proyectaban los suyos, sobre todo por su política urbanística, sus seguidores emplean ahora precisamente este término para descalificar la trayectoria de Ortega.
Los andalucistas, siempre hablando de dineros.
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