¿Qué verbena?
Si alguien dice que le va a quitar la caspa, que va a limpiar de casticismo a La verbena de la Paloma es como para echarse a temblar. Lo dijo Joan Font, director de Comediants, y cumplió su promesa convirtiendo el espacio popular en una alegoría de la pérgola y el tenis con abanicos y electricistas, añadiendo un sinfín de ilustraciones anecdóticas a la línea principal, distrayendo de continuo al espectador con ellas. Como La verbena de la Paloma nunca padeció de seborrea alguna, el tratamiento se reveló inútil. Y respecto del casticismo, parece mentira que, a estas alturas de la ciudad mestiza, alguien ignore que, como aquí es esencial, vale más como sumando que como lastre. El caso es que de la auténtica y genuina verbena quedó poco y que la nueva lectura no reveló nada verdaderamente interesante.
Festival de Granada
Bretón: La verbena de la Paloma. Jesús Castejón (Don Hilarión), José Enrique Requena (Don Sebastián), Lloll Bertran (Tía Antonia), Maribel Monar (Susana), Itxaro Mentxaka (Señá Rita), José Antonio López (Julián), Marina Pardo (Cantaora). Dirección de escena: Joan Font. Dirección musical: Antoni Ros-Marbà. Palacio de Carlos V, 18 de junio.
Al proceso de limpieza emprendido colaboraron algunos de los personajes principales. Jesús Castejón ignora la tradición y su don Hilarión no tiene ni gracia ni presencia. El don Sebastián fue, y no por culpa del actor que lo representaba, simplemente patético. Muy mal los guardias, el sereno y el inspector. Por su parte, la pareja protagonista se defendió con soltura, con Maribel Monar poniendo algo de ese casticismo que había que evitar y un José Antonio López demasiado manso en Julián. Las mejores fueron Lloll Bertrán e Itxaro Mentxaka, en esos dos personajes impagables que son la Tía Antonia y la Señá Rita, luchando la una contra su propia caricatura y la otra contra un peinado ridículo. Formidable también la cantaora que hizo Marina Pardo. Cumplidora la Orquesta de Granada y estupendo el Coro de la Generalitat Valenciana. Tan inadecuada concepción escénica lastró la labor de un músico excelente como es Ros Marbà, y faltaron brío y emoción. A la salida hubo más verbena con Comediants, pero eso era ya otra historia. En fin, una obra maestra convertida en espectáculo desustanciado y ligerísimo. No te digo.
Babelia
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