A vueltas con el sexo
Los técnicos nunca se ponen de acuerdo sobre si es bueno o no dar rienda suelta a la libido
Lucilio Cardoso pitó el final del partido entre Dinamarca y Bulgaria y los nórdicos, que vencieron por 2-0, corrieron a festejar su triunfo al banquillo y dar la enhorabuena por sus preferencias ofensivas a su técnico, el veterano Morten Olsen. Pero fueron Rommedahl, Helveg o Jensen, besando como dos colegiales a sus mujeres, los que se dieron todo un gustazo tras los tres puntos cosechados.
El desenfado de la expedición danesa, que recuerda la connivencia que imperaba en su concentración en la Eurocopa de 1992, a la que llegó de telonera invitada -el inicio de la guerra balcánica supuso la ausencia de Yugoslavia- y que ganó, difícilmente podría darse en equipos como el portugués, en el que Luiz Felipe Scolari prohíbe el sexo igual que lo haría un clérigo ultraconservador.
El médico de los croatas permite las relaciones "si no requieren posiciones acrobáticas"
"Si un individuo no tiene capacidad para administrar este aspecto durante 40 días, no es un ser humano; es un irracional, un animal", dijo Felipão, haciendo gala de su mentalidad marcial y parafraseando las tesis que recogía en su manual del último Mundial, cuando dirigía a Brasil. La canarinha logró el pentacampeonato con Ronaldo de máximo goleador y tan necesitado que no sabía qué era más difícil: si ganar el título o controlar sus ferhormonas. "Ambas cosas son muy duras...", respondía con aflicción.
Por orden expresa de Scolari, y argumentando el éxito de la fórmula en Japón y Corea, los lusitanos llevan sin sentir un cuerpo ajeno desde que comenzaron su concentración, allá por el 18 de mayo. "No; no necesitamos apoyo psicológico", tuvo que responder Simão a los periodistas burlones.
Pasan las Eurocopas y se suceden los Mundiales y los técnicos siguen sin ponerse de acuerdo sobre si el sexo mejora o perjudica el rendimiento de los jugadores. Algunos de los afectados, como el sueco Ljungberg, no son partidarios de los escarceos carnales antes de los partidos: "Pierdo toda la sensibilidad en mis pies. Me siento vacío y no puedo controlar el balón". Como alivio, y cumpliendo con la letra de Ismael Serrano -"no hay nada mejor que un servidor"-, el icono erótico del Arsenal se declaró onanista en este tipo de competiciones.
Tim Meyer, doctor de Alemania, también aprueba la afición por el coito, pero nunca antes de los encuentros. "El esfuerzo corporal no es mayor que el de un entrenamiento normal, pero a ello se añade el recargo emocional que lleva consigo", asegura el galeno de la universidad de Sarrebrucke. Su liberalismo abruma a los halcones al reprobar pero permitir a los germanos el consumo de alcohol y cigarros... La duda es si después de los partidos o de sus encuentros amorosos.
Felipão no es el único que desconfía de las virtudes estimulantes y relajantes de las relaciones sexuales. Le secundan entrenadores tradicionales como Giovanni Trapattoni, que no se conforma con mantener, aunque quiera disimularlo, las tesis del catenaccio en el césped; también promulga sus beneficios en el juego que se libra entre el colchón y las sábanas. "Todo el equipo dispone durante el torneo de 60 minutos diarios para disfrutar con sus parejas en sus habitaciones", afirmó hace unos días el preparador azzurri. Declaraciones llenas de expectativas, pero matizadas pronto: "Podrán liberar algo de tensión, pero tienen prohibido liberarla toda".
El antagonista de Scolari y Trapattoni es el croata Otto Baric, gurú del sexo, que, a sus 71 años, ha hecho un alegato en contra del celibato. "Por supuesto que el sexo no está prohibido", sentenció antes del inicio del torneo. Sus palabras provocaron tal revuelo que el médico de su selección intentó, con peor resultado, aclarar los términos: "Los jugadores pueden mantener relaciones siempre y cuando no requieran posiciones acrobáticas".
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