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Columna
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'Canelobre'

José Luis Ferris

En junio de 1984, hace por lo tanto veinte años, salía a la calle el primer número de la revista Canelobre. El propósito de aquella nueva publicación que se había gestado en la sede del hasta entonces Instituto de Estudios Alicantinos (IEA), era marcar a través de un nuevo vehículo de expresión cultural el rumbo esperanzado que tomaba entonces la sociedad española y alicantina tras la llegada al poder del Partido Socialista Obrero Español. El cambio en el gobierno de la nación, así como en el municipio y en el palacio de la Diputación supuso un relevo y una oxigenación en la organización cultural que trajo como consecuencia el cambio asimismo de nominación del citado organismo autónomo que, desde aquellas fechas, pasó a llamarse Instituto de Estudios Juan Gil-Albert. Había en la voluntad de los nuevos gestores culturales una clara intención de hacer tabla rasa con la anterior institución y sus connotaciones históricas pero, sobre todo, de resolver un problema de fondo: el de fijar su postura en ese radio de acción o punto medio entre lo local y lo universal. Así, el equipo fundador de la nueva revista trató de desmarcarse, desde el comienzo, de "los viejos fantasmas del provincialismo caduco y del localismo más empobrecedor", elaborando una publicación que pretendía mirar, sin exclusión, hacia todos los ángulos de la cultura, ya fuera la historia, el folklore, la geografía, la ciencia, la literatura o el arte. Veinte años después podemos decir que Canelobre ha sabido mantenerse firme y viva sin que la alternancia política de la institución provincial mermara su espíritu ni alterase su rumbo. La idea de cultura en su sentido más amplio y específico a la vez ha nutrido sus páginas y sus numerosos monográficos, hasta el punto de convertirse en referente y ejemplo de dignísima publicación científica entre las revistas españolas de su género. Su aparición semestral -con pequeñas variaciones a lo largo del tiempo- ha servido para medir el pulso de nuestra cultura, pero también para proyectarla a esferas más amplias. Lo particular y lo universal han encontrado en ella ese punto de reconciliación que tan complejo y difícil se aventuraba al principio de su andadura.

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