"En el 'plan Ibarretxe' no se niega la vinculación con España"
Gregorio Monreal Zia (Etayo, 1942) ha recibido este mes el premio Manuel de Irujo 2004 por su contribución a la cultura y lengua vascas. Doctor en Derecho, ha sido profesor en las universidades de Deusto, Valladolid, Extremadura, Complutense, Universidad del País Vasco (UPV) y Universidad Pública de Navarra, de la que es catedrático. Monreal fue senador por Guipúzcoa, miembro de la comisión negociadora de la Asamblea de Parlamentarios Vascos y de la ponencia redactora del Estatuto de Gernika, así como rector de la UPV entre 1981 y 1985, parlamentario navarro y viceconsejero de Universidades e Investigación del Gobierno vasco. Ha publicado cuarenta trabajos de investigación sobre instituciones histórico-jurídicas vascas.
"En materia de euskera en Navarra hay una antigua tradición de hostilidad "
"Tan cultura vasca es la lengua como las cooperativas de Mondragón"
Pregunta. ¿Utiliza el nacionalismo la causa lingüística para crecer desde el punto de vista electoral?
Respuesta. Desde el pasado la reivindicación de la lengua ha estado más vinculada al campo nacionalista que a otros. Aunque si uno repasa la actitud social hacia la lengua desde finales del siglo XIX, cuando no existía el nacionalismo, encuentra otro tipo de fuerzas. Sobre la lengua ha habido consensos mucho más amplios que superan al nacionalismo. No creo que haya un determinismo nacionalismo-defensa de la lengua, lo cual no significa que dentro del nacionalismo no haya habido sectores que hayan formulado el tema de manera incorrecta, por lo menos estratégicamente, porque no han vinculado recuperación de la lengua y voluntariedad. Y algunos se han podido sentir amenazados.
P. ¿Cómo ha recibido la sociedad esa pugna?
R. No es lo mismo conocimiento de la lengua que uso social de la lengua. Los progresos de conocimiento han sido espectaculares. Desde el punto de vista del uso social no se puede decir lo mismo. Está por otra parte la actitud ampliamente positiva de la sociedad hacia las lenguas. Me parece obvio y se veía venir en la medida en que nos convertimos en una sociedad de clases medias, con mayor nivel cultural, con conocimiento del pasado y de la incidencia de la lengua en nuestra historia. Eso no está vinculado al nacionalismo sino a la mejora del nivel cultural. La aceptación no va a ir hacia atrás, va a ser creciente. El poder le quiere poner puertas al campo pero la sociedad tiene mucha autonomía.
P. ¿Qué opina del plan Ibarretxe?
R. Creo ser uno de los pocos que se ha leído el plan, porque la clase política no lo ha hecho. Mi impresión, habiendo estudiado a un fuerista liberal como fue el último diputado general de Vizcaya, Fidel de Sagarmínaga, es que la filosofía política del plan Ibarretxe tiene mucho que ver con la filosofía liberal del último tercio del XIX. En contra de lo que se suele decir, no hay una negación del Estado ni se niega la vinculación con España. Sí hay la afirmación de que este país es sujeto político y tiene derecho a pactar su propio estatus dentro de España, que no tiene por qué ser convencional, dado que el régimen foral tampoco lo fue. La condición de sujeto pactante que concibe la inserción, el desarrollo y las garantías como actos bilaterales está en el plan Ibarretxe y estaba en el pensamiento foral.
P. ¿Qué viabilidad le augura?
R. Requerirá de entendimiento con una fuerza estatal importante, como ocurrió en la primera transición. El PNV presentó un proyecto y el PSOE otro y en el seno de la Asamblea de Parlamentarios Vascos se fundieron los dos dando lugar al régimen preautonómico. Para el Estatuto de Gernika se presentaron muchos planes pero básicamente se examinaron dos: el del PNV y el del PSOE, y se sintetizaron. En la actualidad, el PSOE no ha presentado nada que pueda dar lugar a un debate, aunque pienso que tiene que haberlo. Me preocupa además el intento de situar la reivindicación autonómica vasca a la cola, tras Cataluña, Andalucía y otras, como un castigo por mal comportamiento que va a perjudicar no al nacionalismo sino a toda la sociedad vasca.
P. ¿Cree que el Gobierno de Navarra es el único de Europa que legisla contra una de sus lenguas oficiales?
R. Creo que otorga un trato distinto al que aplican otras comunidades autónomas gobernadas también por la derecha. ¿Por qué razón? En materia de lenguas, en Navarra hay una antigua tradición de hostilidad hacia un rango cultural del propio país por parte de un sector social. En buena medida podría ser hasta una actitud de clase. La lengua era algo rural y las élites urbanas dominantes aplicaban el estigma de clase. Puede ser un aspecto ideológico, la idea de que afianzar o recuperar la lengua puede suponer un peligro político porque han creído que el que asume la lengua asume determinados planteamientos políticos que les pueden perjudicar electoralmente.
P. ¿Cuál es el estado de salud de la cultura vasca?
R. Si entendemos por cultura las respuestas que una sociedad da a los retos del medio y el tiempo en los que vive, tan cultura vasca es la lengua como la creación del movimiento cooperativo de Mondragón como fenómeno específico de Vasconia dentro de España y del mundo. Las culturas son, por definición, históricas y cambiantes. La especificidad vasca está también sometida a la dialéctica globalidad-particularidad. No hay ningún esencialismo en materia cultural.
P. ¿En qué va a cambiar la nueva Europa?
R. Espero que dado que el rasgo específico es su diversidad cultural, la entrada de pequeños países cree un clima más favorable de respeto a las aspiraciones por lo menos culturales de todos. Las demandas de uso y presencia lingüística de Cataluña o Vasconia son totalmente lógicas. Un rasgo definitorio de Europa es su pluralidad cultural, a la que nadie tiene por qué renunciar.
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