¿Otra mirada al arte?
Ana María Álvarez, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid; Alicia Chillida, en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas; Consuelo Císcar, en el IVAM de Valencia; Magdalena Aguiló, en la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma de Mallorca; Marie-Claire Uberquoi, en el Museo Es Baluard también de Palma... La lista de mujeres al frente de instituciones museísticas va creciendo, como demuestran estos recientes nombramientos. No es algo nuevo.
Hace ya años que el sector del arte, especialmente el contemporáneo, es uno de los más "normalizados" en lo que a presencia femenina se refiere. Las mujeres artistas han abanderado el cambio, no sólo realizando un personal trabajo artístico equiparable al de sus colegas masculinos, sino también reclamando desde posiciones activistas y críticas una mayor presencia de mujeres en el contexto artístico. Un caso ejemplar es el del colectivo estadounidense Guerrilla Girls, que para evitar personalismos juegan con el anonimato individual (siempre cubren sus caras con máscaras de gorila), pero realizan obras colectivas en las que denuncian de manera clara los estereotipos sexistas.
"Sigo pensando que el papel principal en el mundo del arte lo tienen los hombres o las mujeres que actúan como hombres", indica la crítica Rosa Olivares
"Tengo mis reservas respecto a las cuotas de participación femenina, porque a menudo enmascaran propósitos demagógicos", dice la comisaria Gloria Moure
Pero si cada vez son más las artistas respetadas, en el otro lado de la barrera, el de la gestión y estudio del arte, también se ha avanzado mucho. En España, la feria de arte más importante, Arco, está dirigida por una mujer, Rosina Gómez-Baeza; algunas de las galerías más influyentes están regidas por mujeres; cada vez es mayor el número de críticas y comisarias de exposición que son mujeres, y la lista de directoras de museos en las distintas comunidades sería larga de enumerar. Desde Rosa María Malet, en la Fundación Miró de Barcelona, hasta Camino Paredes, en el Museo de Navarra.
Romper el 'techo de cristal'
"Creo que estamos en un momento de cambio y tengo esperanza porque se está empezando a romper el techo de cristal", indica la diputada socialista Carmen Alborch, ex ministra de Cultura y ex directora del IVAM. "Pero tenemos que tener claro que vivimos en una sociedad muy desigual que requiere cambios profundos. El gobierno paritario es un gran avance porque es un acto de voluntad política que crea ejemplo, pero en el mundo del saber sigue habiendo muchas diferencias. El porcentaje de rectoras o de catedráticas, por ejemplo, es muy bajo". La misma Alborch alertó hace unos años en un artículo en Contextos sobre el peligro de ser en exceso triunfalistas sobre el peso femenino en el arte porque, indicaba, las mujeres "influyen escasamente en el mercado o en los procesos de formación de gustos". Ésta es, en cierta manera, la clave.
"Sigo pensando que el papel principal en el mundo del arte lo tienen los hombres o las mujeres que actúan como hombres. No hay un cambio de actitud o de discusión", indica Rosa Olivares, crítica y editora de tres revistas sobre arte. "Hay excepciones, como María Corral o Carmen Giménez, pero exceptuando el sector privado, en donde la normalización está más clara y funciona, en el sector público se colocan muchas veces 'mujeres floreros' que actúan como escudo protector o excusa porque en el fondo el poder lo ejerce algún hombre que se mantiene en la sombra". Pero, ¿qué quiere decir actuar como hombres? "Creo que las mujeres, que en general nos hemos tenido que esforzar mucho más para ser reconocidas en nuestra profesión, podemos aportar unas actitudes más dialogantes de las que suelen tener los hombres. La mejor manera de actuar tanto para unos como para otras sería a partir de unos objetivos colectivos, de un programa que sea independiente del currículo del director o directora y, sobre todo, trabajando en equipo".
Es decir, no se trata sólo de que haya más o menos mujeres, sino de si esta presencia conlleva una mayor influencia real sobre el complejo entramado del sector artístico. No es una cuestión fácil. "Plantearse la cuestión de una feminización de los patrones ideológicos de nuestra cultura occidental, y en último término abordar la posibilidad de una feminización del poder, nos remite inevitablemente a uno de los núcleos de conflicto de la teoría feminista", indica Ana Martínez-Collado, profesora de estética en la Universidad de Castilla-La Mancha y directora del proyecto Estudios on line sobre arte y mujer. "En mi opinión, sólo se podría pensar que estamos en otro estado de cultura a partir de la igualdad real en todos los aspectos de la experiencia de los individuos, y siempre que se entienda por feminización la desjerarquización de los valores dominantes de la cultura occidental. Es ahora cuando empieza lo más difícil. La tarea de intervenir en la trama intermedia, de gestionar las estructuras para "efectivamente" desjerarquizar, deconstruir, las ideologías de poder, y favorecer la expresión de los diferentes discursos en la igualdad de las oportunidades".
La asimetría de poder
Y esto es algo que aún no se ha conseguido. "Está fuera de toda duda que la asimetría de poder a favor del hombre afecta a todos los sistemas sociales actuales en mayor o menor medida, lo que hace que la mujer no pueda acceder a puestos importantes en paridad de condiciones", indica Gloria Moure, comisaria de exposiciones y ex directora del Centro Galego de Arte Contemporáneo. "Personalmente tengo mis reservas respecto a las cuotas de participación femenina, porque a menudo enmascaran propósitos meramente demagógicos y porque pueden ser una táctica formal y no de contenido, que acaba por servir a la cosmética mediática; sin embargo, comprendo que se utilicen como lucha contra la asimetría instaurada, que sólo podrá eliminarse actuando de un modo práctico y paulatino y sobre todo aplicando criterios de cualificación tan deseables tanto en el ámbito femenino como masculino".
La trinchera del patrimonio y la academia
NUNCA EN LA HISTORIA ha habido una mujer directora del Museo del Prado. Y de los 59 miembros numerarios de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando sólo dos son mujeres (Carmen Laffón y Teresa Berganza). Y no será porque el número de doctoras, conservadoras, críticas e historiadoras del arte no sea cada vez mayor, seguramente incluso equiparable al de hombres. El patrimonio, la historia, sigue siendo un territorio casi exclusivamente masculino. La teoría feminista, que tanta influencia ha tenido en las artistas y críticas contemporáneas y ha permitido diversificar la mirada sobre lo que es y no es arte, no ha llegado al saber tradicional. Hay excepciones. Pilar Vélez, directora del Museo Marés de Barcelona, es la única académica elegida por su calidad de técnica en la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge, en Barcelona. En su opinión, la mirada sobre el patrimonio de la mujer es, en cierta manera, diferente porque hay una mayor preocupación por la divulgación y la corrección formal. "La aproximación del patrimonio al público está más cuidada y personalizada, se mima el material y creo que hay un seguimiento más efectivo para intentar conseguir los objetivos establecidos. Es decir, hay un mayor equilibrio entre la calidad conceptual y la calidad formal de los proyectos", afirma. Si hay más mujeres en el mundo del arte es "porque es un campo que continúa estando mal pagado y, por tanto, es más propio de mujeres", ironiza. Para la galerista y coleccionista Helga de Alvear, la razón de esta mayor presencia es que, en general, "es un mundo menos competitivo, muy individualista, y esto permite un trabajo más libre".
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