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Eurocopa 2004 | Un estreno victorioso

Alenichev se salva con su ritmo y su compás

Rusia tiró dos veces a gol y en ambos casos tal honor le correspondió a Alenichev, el futbolista más creativo, más sereno y más cerebral de una selección en plena transición que ha encontrado en este trotamundos la brújula que ordena su miedo y en otro veterano, Smertin, el alma que necesita para no sucumbir a las primeras de cambio.

Alenichev sólo fue profeta en su tierra en 1997, cuando fue elegido el mejor jugador. Ayer celebraba su 50º partido internacional con su país, pero siempre en un clima de intermitencias que le llevaron, por ejemplo, a no ser convocado para el Mundial de Corea y Japón y a no tener en la fase clasificatoria para esta Eurocopa el puesto asegurado. Tampoco le extraño, a acostumbrado a las turbulencias habituales del fútbol, que le llevaron del Lokomotiv de Moscú al Spartak y de allí al Roma, al Peruggia y finalmente al Oporto, donde actualmente milita y con el que ha conseguido una Copa de la UEFA y una Liga de Campeones.

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Alenichev es ritmo y compás. Un ritmo aparentemente cansino y pase preciso, pero que no escabulle la responsabilidad de jugársela por su cuenta. Ayer, tras errar Etxeberria una ocasión manifiesta de gol, decidió en la jugada posterior equilibrar la situación para que no cundiera el desánimo.

Un eslalon de tres curvas acabó con un disparo cercano que golpeó en el pecho de Casillas. Poco más tarde, otro duro disparo obligó a la estirada del portero español. Fueron dos fogonazos rusos, pero toda una credencial para un futbolista muy por encima de una selección que había puesto sus ojos en Sytchev, Izmailov o Bulykin, la nueva generación.

Alenichev, a los 31 años, demostró que su liderazgo futbolístico no ha decaído en Rusia, acompañado por el fragor de Smertin, el chico para todo del seleccionador que ayer le nombró capitán -en ausencia de Onopko- y le situó como central marcador. La historia le ha ido retrasando: primero fue media punta, luego medio centro defensivo y ayer central. Casi siempre cumplió. Ayer también, por sobredosis de garra y... de faltas.

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