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Riccardo Chailly elige a Mahler para su despedida del Concertgebouw

Isabel Ferrer

Cuando Riccardo Chailly (Milán, 1953) debutó en 1985 como director invitado al frente de la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam había menos de 200 personas en la sala. El aparente desinterés no fue un desaire al músico, elegido después titular del famoso conjunto durante 16 años. El problema fue el programa del concierto, con nombres contemporáneos como Berio y Petrassi.

Partidario de combinar el repertorio del siglo XX con los grandes sinfonistas, Chailly ha elegido a Mahler para despedirse hoy de la orquesta. Una enorme pantalla y sus correspondientes altavoces transmitirán simultáneamente la ejecución musical en directo desde la plaza de los Museos de la capital holandesa, frente al Concertgebouw, en un adiós que se espera multitudinario.

"Me recuerda mi primer concierto abierto en la plaza de los Museos (Museumplein) en 1988, cuando interpreté el Bolero de Ravel", ha recordado estos días Chailly, que rompió moldes al convertirse en el primer titular extranjero de la emblemática formación holandesa. Su elección de Mahler, del que interpretará la Novena sinfonía, guarda aún otro paralelismo: Bernard Haitink celebró en abril de 1988 el centenario de la orquesta, por él entonces dirigida, con la Octava sinfonía del músico austriaco. En septiembre de ese mismo año le sucedería Chailly, que sumó su apellido a colegas legendarios como Willem Kes, Eduard van Beinum y Willem Mengelberg.

Chailly llegó con ansias de renovación y no ha dejado de tocar a compositores como el americano de origen francés Edgar Varèse, o el más conocido Oliver Messiaen. Un empeño no siempre bien acogido por los críticos holandeses, que sí le reconocen al director "una euforia contagiosa en su trabajo".

Dedicación

Dicho talante le valió disfrutar de un idílico periodo inicial en el Concertgebouw, pero no convenció a todos los músicos a su cargo. Su técnica brillante, espectacular casi, al servicio de una selección de partituras considerada a veces demasiado comercial, fue tildada en algunos sectores de la orquesta como un lastre que oscurecía la profundidad esperada en un conjunto de su categoría. Para 1996 podía hablarse de crisis, aunque las cosas mejoraron después. Lo que nadie le niega a Chailly, hijo del compositor Luciano Chailly, es la dedicación con que ha estudiado piezas tradicionales del repertorio del Concertgebouw, como La Pasión según san Mateo, de Bach, o al propio Mahler. Dirigiendo en 1995 a este último en un festival dedicado a su obra, recibió cumplidos como "transparente, detallista, monumental e impresionante".

El próximo año, Chailly se hará cargo de la Gewandhaus, de Leipzig. Ya se ha sumergido en la historia de la formación y de sus compositores de cabecera, entre ellos Felix Mendelssohn. Y si en Amsterdam colgaba de su estudio una foto de Mengelberg, ahora hay junto a ella, en Alemania, otra del edificio de la Gewandhaus antes de los bombardeos de la II Guerra Mundial. "Se parece tanto al Concertgebouw", ha dicho.

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