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Reportaje:Eurocopa 2004 | Un campeón del mundo con un nuevo reto: Portugal

"La bola no tiene dientes"

Scolari combina en los ensayos la dureza con la dulzura brasileña

"¡El milagro está sucediendo, la bola no tiene dientes...!", grita Luiz Felipe Scolari a sus jugadores después de una acción bien ejecutada por éstos. Los entrenamientos del técnico brasileño de Portugal son un espectáculo. Llenos de expresiones brasileñas, de gestos exagerados y de broncas cariñosas hacia quienes trata como filhos.

"Portugal llegó muy deprimida del Mundial de Corea y Japón", asegura Scolari, empeñado en levantarle el ánimo a un país que, desde el tercer puesto de Inglaterra 66, siempre navegó en la mediocridad. "¡Beleza!", canta Felipao, en una locución muy brasileña, cuando las cosas le están saliendo a pedir de boca. "Al aceptar venir aquí, la gente me decía que al menos la lengua era la misma. Pero no es del todo verdad. Hay algunas expresiones y palabras muy diferentes en Brasil", dice el entrenador, que ha salido reforzado de un enfrentamiento reciente con el Benfica, el club más popular de Portugal. Se publicó que Scolari ya había acordado dirigir al cuadro lisboeta las próximas temporadas. Y el técnico montó en cólera. Dijo que era una manera inadmisible de desestabilizar a la selección y prometió no ir al Benfica cuando termine la Eurocopa. Meses atrás, Felipao ya había chocado con el otro gran club luso, el Oporto, que lo criticaba por no convocar a su portero Vítor Baía.

Después de ser campeón del mundo con Brasil en 2002, a Scolari le costó entender a los futbolistas portugueses. "Soy suramericano. Me gusta que mis jugadores estén felices, que bromeen. Los portugueses no estaban acostumbrados a eso. En Suramérica, un equipo viaja con música en el autobús. En Brasil, el jugador está muy contento cuando va al campo porque va a poder expresar sus habilidades. Es como debería ser. En cambio, en Portugal encontré que se tomaban muy en serio cada partido", explica Scolari, que debutará mañana en Oporto ante Grecia en el partido inaugural.

A sus 56 años, Felipao brinca, ríe y cuenta historias, pero siempre mantiene las distancias. "Cuando los jugadores se están riendo demasiado, es que están haciendo bobagem

[algo malo, en otra expresión brasileña]", dice Felipao. Pese a su imagen de tipo duro, trata de no herir susceptibilidades. Y para eso mantiene un contacto telefónico permanente con Regina Brandao, la psicóloga brasileña con quien discute las características psicológicas de cada uno de sus jugadores. Sabe, por ejemplo, a quien conviene pegarle un grito y a quien no. "Soy un buen organizador, no demasiado científico (me gusta simplificar), y un amigo de mis jugadores", afirma.

Y sus futbolistas se lo pasan en grande cuando lo ven meterse en las peladinhas. Disfrutan al ver cómo el pesado cuerpo de Felipao no puede seguirles. Y mucho menos en los meinhos, en los que el técnico persigue la pelota y recurre a las faltas y a las trampas para dejar de pagar. Sin éxito, claro. En los entrenamientos, también son abundantes sus alusiones al dinero. "Si te pide tu sueldo, no lo das, ¿verdad?", le espeta a un futbolista que acaba de fallar un pase. O cuando, tras la práctica, mientras firma un autógrafo tras otro, bromea: "Abro un periódico y leo que soy caro. Como ven, estoy escribiendo gratis".

Pese a los malos resultados de los amistosos de los últimos meses, Portugal confía en su seleccionador. Confía en que este hombre rudo y simpático vuelva a soltar su expresión favorita al final del campeonato: ¡Beleza!

Luiz Felipe Scolari, entre Couto y Miguel, durante un entrenamiento de la selección portuguesa.
Luiz Felipe Scolari, entre Couto y Miguel, durante un entrenamiento de la selección portuguesa.EFE

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