Calles, plazas y, sobre todo, esquinas
Para disfrutar del Fórum de las Culturas es indispensable visitar la exposición sobre las identidades urbanas y la crisis de esas mismas identidades, y entender así el fenómeno de la ciudad como marco físico para la integración de las culturas. Me refiero a la exposición Ciudades-esquinas, dirigida con mucha inteligencia por Manuel de Solá-Morales y diseñada con acierto funcional y expresivo por los arquitectos BOPBAA.
En los últimos años se han manifestado ciertas repulsas a la pérdida de los valores establecidos en la ciudad europea, consecuencia de una arquitectura espectáculo que no quiere participar en la cohesión de lo colectivo y de una incontinencia urbana que no respeta los límites ni las identidades. Estos gestos reivindicativos se concretan en referencias morfológicas, especialmente en la vuelta a la jerarquía proyectiva de la calle, la plaza, la manzana, el parque urbano y todo el vocabulario que corresponde a la compacidad y la legibilidad del espacio público. La novedad de esa exposición del Fórum es que introduce otro elemento en esas reivindicaciones: la esquina, el cruce, que reúne buena parte de la vida social de la calle pero que, además, amplía el campo más allá de las hipótesis de "civilidad pacífica y urbanidad institucional", como dice De Solá-Morales, y de la excesiva adecuación textual a aquella tradición estable, un poco desprestigiada por la idea de ciudad como "intersección de personas, construcciones, movimientos y energías".
De todas maneras, la parte más importante de la exposición se dedica a las esquinas que morfológicamente son consecuencia de un trazado de calles y plazas. Un excelente montaje cinematográfico de Mariona Omedes y Núria Vidal, que mezcla fragmentos de diferentes películas reconocidas, demuestra que a menudo la esquina urbana es a la vez escena y protagonista, y que en ella se concentran los conflictos inesperados, las referencias previstas, las continuidades y las alteraciones, es decir, la esencia social de lo urbano. "Las ciudades son una red de esquinas: un espacio articulado para facilitar la interacción de personas y actividades".
Naturalmente, esta especial situación configura una arquitectura propia. La esquina requiere no sólo una expresión volumétrica y ornamental -a menudo retórica y monumental-, sino una tipología diferenciada que por sí sola podría constituir un capítulo de la historia de la arquitectura urbana. Un atractivo de la exposición es la serie de grandes maquetas de los edificios en esquina más significativos -del Flatiron a La Pedrera, del Carson-Pirie-Scott al Casal de Sant Jordi, del Deux Magots al Times Square, de los Quattro Canti a la Michaelerplatz, etcétera-, un análisis que se completa con otros documentos y que individualiza claramente el tipo arquitectónico de la esquina. No hace falta decir que el chaflán del Eixample de Barcelona es un protagonista destacado en esta serie tipológica y estilística.
Pero también hay referencias críticas a la creciente desaparición de las esquinas en el urbanismo de los últimos 50 años, como consecuencia del divorcio entre la expresión arquitectónica y la morfología urbana. Incluso en los nuevos proyectos suelen desaparecer con más facilidad las esquinas que las calles y las plazas, seguramente porque esos dos elementos han sido citados con más banalidad en las nuevas políticas urbanas reivindicativas. Vemos proyectos en los que se propone un espacio tradicional configurado con bloques aislados -sin esquinas- con los testeros de la discontinuidad. Esta ausencia de esquinas se confirma cuando, al salir de la exposición, el visitante se encuentra con la plaza del Fórum, donde abundan objetos arquitectónicos con muchos ángulos pero sin esquinas porque no hay calles que las expliquen. Sin calles, la esquina es quizá una propuesta demasiado abstracta.
De todas maneras, De Solá-Morales insiste en plantear la esquina al margen de su pertenencia formal al sistema de calles y plazas, dentro de una estructura territorial en la que las ciudades serían las esquinas, los cruces, las confluencias, los nodos energéticos. Ese cambio de escala es el último paso hacia la abstracción radical del sistema y el uso puramente simbólico de la esquina. "A escala global, las grandes metrópolis del mundo urbanizado son las esquinas del transporte, de las migraciones, de los negocios. Son las esquinas del mundo". No estoy muy seguro de que esa alternativa se explique en la exposición de manera convincente. Habría que discutir si, al no referirse a unas calles, la esquina no sería más que una línea de fuerza en una planificación no proyectiva y que, por lo tanto, sólo es verdaderamente significativa cuando se incluye en el sistema de calles y plazas, aunque De Solá-Morales lo dude al afirmar que este sistema no puede representar hoy el modelo de espacio urbano ejemplar. Aparte de abrir esa posible discusión, el tema da motivo para presentar documentos muy importantes sobre la configuración real de algunas ciudades. Las vedettes de esta sección son las inmensas maquetas de Nueva York y Tokio, dos espectáculos que por sí solos ya justifican una buena parte del Fórum.
Quedan muchas sugerencias por comentar que hacen de esta exposición un hito importante en las discusiones urbanísticas. Sigo con la idea de que lo más consistente del evento -a la espera de comprobar los aciertos urbanísticos una vez que el espacio se limpie de montajes superpuestos- son las grandes exposiciones. Su sucesivo descubrimiento es un placer dosificado. Y si añadimos las exposiciones que se han abierto en los espacios habituales de la ciudad -Museo de Historia, fundaciones Miró y Tàpies, Museo Picasso, CCCB, Macba, etcétera-, el panorama mantiene un nivel excepcional.
Oriol Bohigas es arquitecto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.