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Crítica:POP | Alicia Keys, Bebo Valdés y Diego el Cigala
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Éxito previsible e incómodo recinto

Con todo respeto al lector que espera recibir lo primero el comentario sobre el concierto que vio, o quiso ver o, simplemente, del que desea tener una opinión, quizá merezca la pena comenzar esta crónica amplificando la generalizada queja, por parte de los habituales asistentes a espectáculos de música en vivo. Queja en el sentido de que resulta alucinante que una capital europea que aspira a sede de unos Juegos Olímpicos carezca aún de un auditorio en condiciones y céntricamente ubicado para que un público de entre 10.000 y 12.000 personas pueda reunirse con las mínimas garantías de comodidad y seguridad y sacarle el justo partido al precio pagado por una entrada. En el caso de este concierto, una entrada de precios claramente elevados, de 37 a 73 euros, aproximadamente. Todo ello simplemente para disfrutar de una noche agradable escuchando a sus ídolos musicales del estilo que sean. Antes, la condena parecía exclusiva al rock. Pero ahora uno puede comprobar aterrado que lo mismo le sucede al jazz.

Alicia Keys + Bebo Valdés y Diego el Cigala

Auditorio del Parque Empresarial Juan Carlos I.

Madrid, 4 de junio.

Hecha esta salvedad, esta velada de sonidos negros, jazz latino y flamenco discurrió en su totalidad por los límites del éxito previsible. Mientras a las afueras los últimos rezagados se las veían y las deseaban para acceder a su ya pagada entrada en las taquillas, en el interior Bebo y Diego producían el enésimo encuentro entre dos culturas musicales que han terminado por dar a luz un híbrido que camina ya con la misma seguridad que los estilos clásicos.

Arropados por el contrabajo de Javier Colina, los timbales de César Valdés, el hijo menor de Bebo, y el cajón de Sabu, la pareja tejió alrededor de una hora de sabio diálogo musical en el que piano y voz rasgada desfondan los límites del flamenco y el jazz con estándares como Corazón loco, La bien pagá y una versión cantada del Concierto de Aranjuez que arrancó aplausos unánimes entre el respetable, la mayor parte, evidentemente, admiradores entregados a la pareja.

La diva del 'soul'

En cuanto a Alicia Keys, la estrella del cartel, su puesta en escena obedecía a tal estatus y así se comportó, demostrando a cada paso que ella todo-lo-hace-bien. Baila bien, canta bien, toca bien el piano y el sintetizador, es guapísima... El problema, quizá, es que quiera demostrarlo en todos los temas de su concierto y dejando así de lado el hecho de que las canciones que toca quedan siempre sensiblemente por debajo de su talento personal.

Ataviada con sombrero, bastón y una levita color turquesa, la nueva y joven diva del soul apareció en escena sobre una tarima situada en mitad del escenario. Tras ella, en el ciclorama, una reproducción del título de su segundo y último trabajo, The diary of Alicia Keys, flanqueada por dos teclados pintados en vertical. A su servicio, una numerosa y excelente banda atrapaba y empaquetaba arreglos musicales más bien difíciles, para envolver las canciones de la diosa.

En este último capítulo, las canciones, la feminista A woman's worth en una nueva versión distinta a la del disco, la suave If I ain't got you -con su correspondiente trozo interpretado en castellano-, las baladas Slow down y Diary, su gran éxito Fallin y You dont't know my name, con el que Alicia se despidió, fueron los puntos álgidos en cuanto a repertorio propio y merecedor de varios grammies.

Sin embargo, la ejecución de Keys al piano en un momento del concierto de una suave recreación del clásico de Clifton Davis Never can say goodbye y su comparación con el resto de las canciones interpretadas dejaba en evidencia el hecho de que la señorita Keys aún no ha escrito la canción que le haga pasar a la historia por ello y no por sus otros y múltiples talentos, que son un montón. Paciencia. Aún es muy joven.

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