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Columna
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Felicidades

Me enteré en Roma de que mañana es el cumpleaños de Miguel Ríos, que tiene la felicidad de cumplir unos estupendos 60. Auguri! Lo leí en la edición internacional de este periódico mientras Roma, a la espera de Bush, iba siendo tomada por 10.000 policías. Amelia Castilla contaba su encuentro con el cantante y decía que el nuevo disco, 60 mp3, celebración del cumpleaños, "se cierra con el sonido ambiente de las manifestaciones contra la guerra de Irak". El ruido de la calle, de la época, lo sabe captar y transmitir Miguel Ríos, artista espléndido. Miguel Ríos es, como dijo Peter Handke de los Beatles, una bendición de Dios.

El cantante recuerda los días en que, casi adolescente, trabajaba en los Almacenes Olmedo, de Granada, y se entretenía y oía música en los Billares Ganivet. Yo vi los Almacenes Olmedo, grandes almacenes según el modelo americano, cuando comprar empezaba a ser un entretenimiento, un placer, la visión de la abundancia: estanterías al alcance de la mano, las mercancías como frutas de los árboles del Edén, el mercado como paraíso y parque de atracciones. Era el principio de nuestro tiempo. Miguel Ríos tiene el genio de captar el genio del tiempo. Y vi los Billares Ganivet, al otro lado de la calle, frente a Olmedo. Vi la luz de las lámparas sobre los futbolines y los tapetes verdes y las mesas de ping-pong, en el sótano. Un lugar es su luz.

Jugué a las máquinas, los flippers (flipper es aleta en inglés: ¿el mando que golpea la bola?), el pin-ball. Busqué la bola buena para llegar al millón de puntos y a la partida gratis. Eché monedas en la máquina de discos, tan parecida a la máquina del millón, porque esperamos siempre la canción definitiva, como la bola del millón. Nuestra música popular es también americana, máquina de discos o juke-box, la irreal realidad extranjera para salir de la irrealidad asfixiante y absolutamente real del franquismo. Ahora, 4 de junio de 2004, Roma celebra el 60 aniversario de su liberación, la entrada de ingleses y americanos, y recorto del diario La Repubblica fotos de un gentío con la bandera de los Estados Unidos de América en Piazza Venezia, en 1944. "El 4 de junio estalló el boogie woogie y se volvió a charlar, reír y bailar", recuerda una superviviente en el Corriere della Sera.

Miguel Ríos celebra su 60 cumpleaños en los mismos días en que se conmemora el desembarco en Normandía, la liberación de Roma: magnífica coincidencia. Es una bestialidad comparar la derrota del nazismo con la conquista de Irak. Bush no es Roosevelt, pero pertenece a una honda tradición democrática, deshonrada sanguinariamente por su Gobierno, y, cuando dice que las manifestaciones de Roma en su contra son una señal de libertad, es mejor que algunos españoles que se hicieron posfranquistas sin pasar por el antifranquismo. En la liberación de Europa, contra los nazis y sus amigos, no estaban los franquistas, sino los republicanos vencidos. Ayer leíamos en estas páginas que Manuel Fernández, de Granada, participó en la liberación de París en 1944, con otros muchos compatriotas, con los aliados. Los vencidos en España resultaron al final los vencedores, aunque aquí todavía no nos hayamos dado cuenta.

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