Miguel Hermoso le recuerda taciturno en su último papel
"Prefería retirarse a su camerino en cada descanso; hablaba poco, era correcto, educado y muy agradecido: no dejaba de decirme que este papel era muy importante para él", recuerda Miguel Hermoso, el director para el que Nino Manfredi trabajó por última vez en el cine. Fue para La luz prodigiosa, y Manfredi interpretaba a Federico García Lorca con 75 años en un ejercicio de arte ficticio que planteaba lo siguiente: ¿Qué hubiera sido de Lorca si hubiese sobrevivido a su ejecución y anduviera por ahí con la memoria trastocada?
La película se basaba en una novela de Fernando Marías y contaba con Alfredo Landa en el otro papel protagonista. Hermoso le recuerda como un ser nacido por y para el cine: "Llegaba al plató y se transformaba. Fuera del trabajo era un ser más bien taciturno, pero cuando entraba en acción era como un niño, se transformaba, se le notaba en el brillo de los ojos", asegura el director español de cine.
Pasaron juntos muchas horas y fueron intensas. "Para un actor francés o italiano, interpretar a Lorca era algo muy importante. Él no quiso hacer nada más después porque pensaba que era el broche perfecto a su carrera", asegura Hermoso. Disfrutó mucho con los cambios dramáticos que le hacían adentrarse en terrenos fascinantes para un actor: "Yo le elegí porque me daba la sensación de vulnerabilidad que supongo debía tener Lorca. Era un personaje que no sabía dónde estaba y al que los recuerdos, que le asaltaban poco a poco, le torturaban", describe Hermoso.
Como ocurría con el José Luis de El verdugo, otro ser torturado, pero por la supervivencia. "Siempre me dijo que aquel fue un papel muy importante para él. Nos comparaba a Berlanga y a mí y nos veía distintos. De Luis siempre me decía, en español, que era un cachondo".
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