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Columna
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Machos

Miquel Alberola

A menudo los leones jóvenes matan a las crías de la leona que acaban de tomar en la sabana tras ahuyentar al viejo macho. Es, si no la única, una de las escasas ocasiones en las que el león no mata para comer y uno de los episodios más repulsivos de la ley de la selva, pero ese espacio está plagado de acontecimientos que el hombre ya no es capaz de concebir. Con esta matanza el macho secciona los lazos maternos que amarraban la sexualidad de la hembra y se asegura su propia descendencia y la supremacía en la manada. Creo que no existen otros animales que, de forma habitual, cometan este exterminio. Ni siquiera hay constancia de que el hombre, en un estado primitivo, hiciera cosas similares, aunque tampoco se puede afirmar lo contrario. Es posible que éste sea sólo un privilegio reservado a los machos que se sitúan en la cumbre de la cadena alimenticia, y el hombre no lo estuvo siempre. Tuvo que dejar de masticar hojas, bajar de los árboles y comerse la carroña que dejaban los leones y chupar la médula de los huesos para que disminuyera su duodeno y se expandiese su cerebro. Pero ahora, consolidado ese proceso, el hombre ya es un macho que ha coronado la cima de la cadena alimenticia, y con asiduidad reduce el ritual del león a mero folclore zoológico, puesto que a este animal no lo mueve el rencor. Algunos hombres no sólo matan a la que ha sido su hembra cuando se rompe la relación sino que, a menudo, ciegan con su odio el vínculo paterno y aniquilan a sus propios hijos sólo por zaherirla. Por los hemisferios de ese encéfalo que desarrolló a costa del intestino, fluyen con la misma intensidad el bien y el mal, que el león siempre tuvo simplificados en una misma expresión, y los dispara con idéntico poder. El mismo macho humano es capaz de hacerse percibir como un ser maravilloso para seducir a la hembra y fundar su propia manada, y luego, con el grado de combustión interior apropiado, despedazarla con sus garras y hacer una escabechina con sus descendientes. La diferencia es que el león, por instinto, respeta a la hembra. El hombre, en cambio, cuanto mayor es el impacto mediático del último macho que ha cometido esa atrocidad contra la mujer, mayor empeño pone en superarla.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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