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Reportaje:FÚTBOL | Conmoción en los banquillos

Anfield, un museo, palabras mayores

Rumbo a Liverpool, Rafa Benítez recalará en el vestuario más legendario de la historia

José Sámano

"Mucha gente trabaja en una fábrica de nueve a cinco. Su trabajo puede consistir en dar miles de vueltas a una tuerca. Así que los sábados por la tarde esa gente merece algo por lo que ir a un estadio y poder gritar". De ese modo resumía el mítico Bill Shankly el ideario del Liverpool, un club que de la mano de este visionario técnico escocés dejó un inmenso legado para la historia del fútbol. Shankly, un tipo arisco y socarrón, dio la espalda al guerrero fútbol inglés y apostó por un modelo heterodoxo, de toque y paciente elaboración, con el buen trato a la pelota como primer mandamiento. Y, lo que es más importante, el iracundo Bill supo perpetuar su admirable obra al impregnar el club de un cierto sentido tribal. En un cuartucho de mala muerte (The boot room, el de las botas), en torno a una roñosa tetera y unas cervezas, Shankly y sus colaboradores -Bob Paisley, Joe Fagan, Roy Evans y Ronnie Moran- deliberaron horas y horas sobre fútbol. Allí, entre cuatro paredes mohinas, con un mareante olor a cuero y linimento, se gestó la leyenda del gran Liverpool. Ningún jugador o directivo tenía permiso para entrar en el santuario.

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En la capilla del vestuario, Shankly exponía su cátedra con la intención de que sus ayudantes se encargaran de transmitirla de generación en generación: "El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino algo más importante"; "el buen gusto es fundamental; si el Everton jugara en el jardín de mi casa, yo bajaría la persiana"; "si un jugador está en el área rival y no sabe qué hacer con el balón, decirle que remate y luego ya discutiremos otras opciones"... Nada de despachos y oropeles. Era en ese cuarto oscuro donde se marcaba la filosofía del Liverpool. El equipo estaba por encima de todo, sin pamplinas. Que le pregunten a Tommy Smith, reputado jugador de los 60 al que Shankly abroncó en cierta ocasión en público por haberse vendado una rodilla sin su permiso: "Sepa usted que su rodilla no es suya, es del Liverpool".

Shankly, fallecido en 1981 a los 68 años, dirigió al Liverpool entre 1959 y 1974 y conquistó tres Ligas, una Copa y una Copa de la UEFA. Como no podía ser menos, su sucesor fue Bob Paisley, un comensal del boot room que había jugado en el club en los años 40. "Shanks lo ha dejado y me han dado un puesto que no quería, pero mantendré su obra", dijo Paisley a la plantilla el día de su presentación. Tan lejos estaba el orondo Bob del modelo de técnico estrella que sus jugadores aún recuerdan, desternillados, cómo las pasaba canutas cuando tenía que pronunciar el nombre de un adversario extranjero. O su paseo por un hotel de París en babuchas y con el Daily Mirror enroscado en el bolsillo de un rancio chándal horas antes de ganar al Madrid la final de la Copa de Europa de 1981. Paisley también logró otras dos grandes torneos europeos y una Copa de la UEFA. En 1983 le relevó otro discípulo de la saga Shankly, Joe Fagan, empleado del Liverpool desde 1958. En su debú se alzó con la Liga, la Copa y la Copa de Europa. A Fagan, fallecido en 2001 con 80 años, le tocó vivir en directo la trágica final de Heysel de 1985, un suceso que jamás superó.

Tras Fagan llegó la época de las viejas glorias adiestradas por los gurús del cuarto con botas. Kenny Dalglish primero y Graeme Souness a continuación. Éste rompió el cordón umbilical con los viejos tiempos y despilfarró millonadas en un montón de desafortunados fichajes. Apesadumbrados, los dirigentes vieron que era el momento de volver a las raíces y rescataron de la cueva de Shankly a Roy Evans, un mediocre defensa de los 60. Estuvo escoltado por Gérard Houllier, un maestro amante de Marcel Proust que se había ganado una plaza de profesor de francés en un colegio de un humilde barrio de Liverpool. Houllier, nacido en Lille (Francia) en 1947, se había enamorado de tal forma del Liverpool que en su tiempo libre pasaba horas y horas merodeando por Anfield. Volvió a Francia, se sacó el título de entrenador y tras dirigir al París Saint Germain y a la selección francesa, el Liverpool le dio las riendas en noviembre de 1998. Se convirtió en el primer técnico extranjero de la historia del club y cortó para siempre el eslabón con Shankly y su tropa.

Despedido Houllier, llega el turno de Rafa Benítez. No aterriza en un banquillo cualquiera. Llega a un museo, al vestuario más sacralizado de la historia de este deporte. Por muchas telarañas que Houllier y su mercantilista visión del fútbol hayan dejado en el boot room.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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